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Tan Lejos el Cielo…

Tras las Huellas de Schubert

Por Beatriz Cotello

 

Una producción de la Ópera de Graz con la participación de nuestra compatriota Lorena Sabena

 

Jorg Weinöhl, coreógrafo y director de la Compañía de Ballet de Graz, es gran admirador de Franz Schubert. Siente que el compositor tiene mucho para decir hoy, a los seres humanos y ha plasmado este concepto en Und der Himmel so Weit (Tan Lejos el Cielo). La última producción estrenada en abril, combina los aires de ese romántico por excelencia, con sonidos de la estética musical contemporánea, certeramente enlazados en los arreglos de la compositora Isabel Mundry, sobre las piezas originales.

Así resuena el inicio del espectáculo, y precisamente en los sones del lied A la Música, combinados con rumores de gente, ruiditos de puertas que se cierran, chasquidos de platillos y otros instrumentos de percusión, en un escenario que imita lo que habría sido el interior de un salón burgués de la época Biedermeier, en Viena o quizá en Graz, la segunda ciudad del país.

Fue la época del apogeo del romanticismo, de la difusión del lied, de las alegres reuniones que se llamaban Schubertiadas, de cantos y bailes con Schubert al piano.

Por cierto que la época tuvo sus pintores característicos y así se vio la escena, como si fuera un cuadro, con todos los personajes con trajes y peinados de época. A medida que fueron ingresando más bailarines, a través de los ventanales, la música discurrió hacia la Sinfonía Inconclusa para que todos cobraran movimiento.

Resultó notable cómo Weinöhl utilizó la música, transformándola, corporizándola o transmutándola en movimiento, y no simplemente como si fuese un sonido de fondo. El lenguaje coreográfico elegido fue el neoclásico, con ángulos rectos en manos, pies y rodillas.

La escena se transforma a la vista del público en un trigal, inspirado, ciertamente, en el cuadro de un pintor de la época que describe “el paseo del domingo”: el padre con el sombrero en la punta del bastón, luego la dama y los niños.  Allí bailan jóvenes con vestidos blancos y coronas de espigas, acompañadas por sus partenaires también de blanco.

La segunda parte de la obra, con música de las segunda y tercera Sinfonías de Schubert, se desarrolló en una “sala de museo”, con una reproducción a escala de un cuarto de muñecas, tomado del salón del acto anterior. Allí bailó toda la compañía con sencillos conjuntos de remera blanca y pantalón o falda (respectivamente) gris oscuro, una coreografía de armoniosas figuras logradas con buena coordinación. Y finaliza con la música del lied A la Luna, intervenida con los susurros musicales y diversos matices, como el viento al pasar.

El coreógrafo aseguró que deseaba que los espectadores al salir del teatro “miren al cielo para comprobar si brilla la luna” y que anhelaba que la esfera blanca colgada en la atmósfera les recuerde siempre las emociones de este espectáculo.

 

La compañía de Ballet de la Ópera de Graz es un grupo reducido de diecisiete bailarines de variada nacionalidad (muchos de habla hispana), que cumple las funciones propias de los cuerpos de ballet de una casa de ópera austríaca, además de presentar producciones originales de su director. El primer espectáculo de esta temporada fue una coreografía sobre La Bella Durmiente, que se realizó con el público en el escenario, sobre música de Bach, Händel, Telemann, Vivaldi y otros, que resultó muy satisfactoria.

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Vive en Viena, tiene un marido, dos hijas y dos nietos. Ama la música, la danza y la ópera. Aprendió guitarra de chica y piano de grande. Tomó clases de danza con Ana Kamien. Era economista pero al llegar a Viena prefirió escribir sobre sus tópicos preferidos. Así llegó a Balletin Dance que es su segundo hogar.