Entrevista

La Limitación para Encontrar la Libertad

Por Agustina Llumá

El coreógrafo israelí, Sharon Fridman, estará este mes en Buenos Aires. A poco de saberlo, Balletin Dance organizó con él una entrevista vía skype, para anticipar su llegada

 

Desde su hogar de Madrid donde se radicó en 2006, y en un español casi perfecto, Sharon Fridman dialogó con esta revista como si estuviera físicamente presente. Inquieto y expresivo, con sus ojos azules clavados sobre la cámara, todo su cuerpo expresaba sus ideas, sus cuestionamientos y su filosofía de vida. Encontrar un momento de tranquilidad en su cotidianeidad, no fue fácil. Además de que la compañía que dirige, y que lleva su nombre, se presenta en giras constantemente, él está montando versiones de sus obras para diferentes elencos. Solo en 2016 actuarán en diferentes ciudades de España, además de Francia, Bélgica, Austria, Alemania, Suiza, Países Bajos, Luxembrugo, Italia y Argentina.

Sharon Fridman bailó en todas las compañías de danza de su país antes de coreografiar y ser coordinador artístico de Mayumaná, elenco con el que estuvo en Buenos Aires hace doce años a donde regresa, luego de montar una versión de Caída Libre (Free Fall) en el Ballet Nacional de Paraguay. “Vuelvo principalmente para dar un taller, para compartir mi búsqueda o más bien mi punto de interés y de pasión. Una línea de investigación que estoy desarrollando dentro del Contact Improvisation. Finalmente presentaremos el duo Hasta Dónde en versión femenina”, explicó el director.

Para el coreógrafo, su trabajo parte del cuestionamiento de nosotros como sociedad: “nos vemos como bichos que están andando, en dos piernas, llevando su centro hacia adelante y parece que el cuerpo va cada vez más hacia adentro, y los mundos realmente interesantes se desarrollan dentro de cada uno. Desde este pensamiento, me pregunto cómo sería si empezamos a investigar más maneras de trabajar con nuestro cuerpo a través de compartir el peso, la gravedad, intentando construir un bicho que de alguna forma está limitado pero de otra forma es también más amplio, porque lo deja llegar a unos puntos en los cuales el cuerpo de uno solo, no puede”. Esta nueva alimaña, no está conformada solamente por dos personas: “dos, tres, cuatro o cien” aseguró Fridman, que ya ha realizado experiencias con esa cantidad. “Ahora no hay límites, aquí está mi locura también. Qué pasa con este bicho cuando trabajo con seis, qué posibilidades tiene, a qué velocidad y altura puede llegar y -además- cuánta libertad puede tener uno dentro de esta limitación. La libertad es un reflejo del nudo social donde vivimos, porque al fin de todo, tenemos nuestros códigos, nuestros acuerdos no hablados, nuestras máscaras”. ¿Cuán libre puedo ser dentro de una limitación que permite un avance diferente? “Estamos queriendo buscar la libertad de cada uno de nosotros y ser aprovechados y encontrados al máximo”, explicó.

Dentro de su trabajo personal, el israelí asegura tener una pasión más: la velocidad. “Hasta dónde se puede llegar con complicaciones, qué pasa después de sacar afuera todo lo que puedes, qué le pasa a tu presencia y cómo lo transmites. Para mí, cada obra comienza con ‘vamos a agotarnos’. Ahora vamos a empezar a comunicar. La pregunta hasta dónde [título de la obra que se mostrará el 24 de junio en Buenos Aires] es en todos los sentidos: hasta dónde luchar, hasta dónde recibir, hasta dónde ir rápido, y cómo quedamos después de esta carrera. En otras de mis obras también se puede ver este elemento siempre volviendo, como en Caída Libre que creé en 2014 (ganadora al premio Max al mejor espectáculo de danza), empieza con una carrera de un individuo en la oscuridad, que trae a veintiséis individuos en una carrera en oscuro durante un tiempo, para agotarse, para poder empezar a comunicar -sin máscaras- la necesidad de compartir el peso. Lo que me lleva a la siguiente pregunta: ¿por qué? Por qué contactarnos, qué pasa en mí que tengo esa necesidad de un apoyo, de un apoyo al otro y al mismo tiempo a mí mismo, buscando paredes vivas, estructuras vivas”.

 

¿Qué características debe tener un bailarín para poder hacer sus obras?

“Los bailarines dicen que soy una explosión de fuerza, que tengo una cantidad de fuerza muy condensada, que emerjo, consigo romper paredes, empujar, crecer desde el empujar. Pero es verdad que también tengo en mi compañía bailarines muy frágiles, muy finos, porque cualquiera puede entrar a este lenguaje y encontrar su libertad dentro de este nudo que propongo. Hoy después de años de trabajo entiendo que tienen que ser personas con necesidad, que necesiten justo lo que estoy proponiendo. No es un trabajo para bailarines, sino para personas con habilidades físicas, con mucha pasión y una necesidad de enfrentar esta fuerza. Por un lado tiene que ser gente responsable con cierta experiencia y por otro lado tener una fuerza de emerger, juvenil”.

 

¿Por qué se radicó en España?

“Por dos razones principales. Una, el amor, y en paralelo, tenía la necesidad de investigar, de encontrar mi lenguaje. Salí de Israel en un viaje largo que terminó en Madrid, estaba planeando volver, me enamoré, decidí quedarme un poquito más, creé mi primer trabajo que se llamó Carlos en Mi, lo presenté en un certamen coreográfico como coreógrafo joven en Madrid y recibió cinco premios, que abrieron muchas pistas, de laboratorios de investigación y residencias en diferentes lugares, presentar mi trabajo en muchos festivales. Así empezó mi camino, una cosa trajo la otra y aquí estoy”.

 

¿Cómo es vivir en un Estado que está en guerra constante?

“Cuando vives ahí, naces ahí, comes, sueñas, haces el ejército, te conviertes en un bicho de ahí, con filosofías que están coherentes ahí. Pero cuando sales, abres tus ojos, entiendes otras culturas, y el mundo. De repente tienes transferencias, entiendes dónde estuviste y cuál es la distancia entre ese sitio y lo que eres tú de verdad. La salida de Israel me dejó ver, conocerme mejor. Vamos a decir que si estuviera en Israel daría mi vida, sería muy activista y tendría otra realidad totalmente distinta. No podría darle la oportunidad a la coreografía como se lo he dado en España. Es muy importante para mí lo que pasa allí, toda mi vida formé parte de él, pero me siento mas útil estando aquí, trabajándolo. La realidad es tan distinta, la gente alrededor de ti, los más cercanos, no pueden entender cosas que aquí no cuesta mucho decir. Ahí no ven la locura de su situación, están viviendo en una burbuja, no saben lo que ocurre. Prefieren no saberlo de hecho, porque si supieran deberían hacer algo. Hay un tipo de ignorancia brutal y violenta. Estoy seguro que mirando atrás dentro de 50 años, diremos ¡qué locura!. Siento que de alguna forma no me puedo permitir rendirme ahí, tengo que trabajarlo donde haya un lugar que me permita hacerlo”.

 

En Madrid

Si bien en los últimos años Fridman ha estado muy poco tiempo en su casa, arriesgó  a decir que en Madrid “todavía hay que trabajar muchísimo para crear las vías para desarrollar la danza contemporánea, estamos creándolo de la nada. En España y en Madrid en concreto, el flamenco y el ballet español es la piedra principal, la que toma la mayoría de las fuentes económicas de la cultura. De la danza contemporánea todavía se preguntan qué es, para qué, no lo entiendo. Estamos todavía en ese nivel”.

 

El tango

Me encanta Argentina, estoy encantado de ir. El tango está tan conectado a lo que estoy haciendo… todavía estoy esperando el momento de crear mi primer tango: ojalá sea con una artista argentina. Últimamente, no sé exactamente por qué razón, me contactan muchísimos bailarines argentinos, que vienen a Europa en verano. Pero de verdad muchísimos. Y yo voy allá”.

 

Realidad

“Mis obras están relacionadas directamente conmigo, con nuestra vida y con lo que estamos viviendo”, con la sociedad. “Es de lo que se trata crear, ¿no? Lo que estamos haciendo todos los artistas ¿de qué están hablando?: las cosas que nos preocupan, las cosas con las que estamos a favor y en contra, las cosas que pensamos que hay que seguir, analizar. Esas son nuestras fuentes de inspiración”