En entrevista con Balletin Dance, la bailarina argentina de la Tanztheater Wuppertal Silvia Farias Heredia, que pronto cumplirá 40 años, habla sobre su carrera, sus vivencias con Pina Bausch (emblemática coreógrafa y creadora de la danza-teatro en Alemania), su gusto por el tango y sus ganas de volver a trabajar en Latinoamérica

 

Silvia Farias Heredia es oriunda de Córdoba pero su acento no la delata. Empezó a bailar a los 5 años en la Academia de Silvia Soria Arch y a los 13 años se mudó con su familia a Quito, Ecuador. Allí continuó su formación en el Instituto Nacional de Danza, del que se graduó con 16 años. Su primer contrato lo obtuvo en la Compañía Nacional de Danza del Ecuador bajo la dirección de Arturo Garrido, donde trabajó un año mientras terminaba sus estudios secundarios en un colegio nocturno. Fue allí donde conoció a la coreógrafa venezolana Claudia Capriles y comenzó a gestarse un nuevo rumbo para la bailarina: “Ella se movía distinto y quise saber de dónde venía esa técnica. Ella había estudiado en la Folkwang Hochschule en Essen, Alemania. Ocho meses después estaba viajando hacia allá con una valija, el apoyo de mi familia y la invitación para participar de la audición de la escuela. Me aceptaron y durante los siguientes cuatro años tuve la oportunidad de aprender la técnica de Joos-Ledeer y Limón, además del clásico, por supuesto.”

 

Una vez instalada en Alemania, ¿qué la llevó a audicionar para formar parte de la Tanztheater dirigida por Pina Bausch?

Durante mis años de estudiante pude asistir a los espectáculos de la compañía en Wuppertal. Palermo Palermo fue la primera obra que vi y me pareció impactante. Al inicio de la obra hay un muro que cae, y luego todo sucede sobre esos escombros. Salí distinta del teatro, nunca antes había visto un espectáculo de danza que mostrara de esa manera la vida. Más tarde, cuando me recibí en la escuela, obtuve una beca para participar del Impulstanz en Viena y luego me presenté a un par de audiciones que no dieron frutos. Yo estaba cada vez más preocupada porque no quería irme de Alemania y mi visa de estudiante estaba llegando a su término. Fue entonces que me enteré de la audición para Pina.

 

¿Cómo fue esa audición?

La audición fue en la cúpula del Thêatre de la Ville, en París. La primera parte consistía en una clase de clásico y como había mucha gente era muy difícil hacer los ejercicios en la barra. En frente estaban Pina, Dominique Mercy y otros bailarines mirándonos. Al terminar la clase hubo una primera selección y el grupo se redujo considerablemente. Luego aprendimos algunos fragmentos de obras de su repertorio y divididos en grupos pequeños le mostrábamos a Pina, quién a su vez nos corregía. Fue una audición distinta a las otras en las que yo había participado. Había un poco más de tiempo para aprender y también repetíamos varias veces. Después entendí que ella no se interesaba mucho por bailarines que podían hacer las cosas fácilmente o aquellos que querían mostrarse ante ella, sino que tenía que sentirse curiosa por alguien.

 

Hace ya dieciséis años que integra la compañía ¿Qué es lo más valioso que aprendió al trabajar con Pina Bausch?

Es tanto lo que aprendí que es difícil quedarme con una sola cosa. Todo ese tiempo compartido con ella y los bailarines de la compañía fue muy valioso y me hizo crecer a nivel artístico y humano, por lo que estoy muy agradecida. Con Pina aprendí a ver y a sentir la danza de otra manera, ser menos bailarina y más una persona que se expresa a través del cuerpo. No se trata solo de movimiento, sino de la expresión de aquello que nos pasa. El motivo de nuestra danza nace en nuestro interior, viene de nuestra historia, nuestros deseos, recuerdos, anhelos… También aprendí que todo puede ser danza y que, a veces, los movimientos no alcanzan para poder expresar lo que sentimos. Yo admiraba que cuando Pina creaba no se limitaba y traía al escenario lo que precisara para poder expresar eso que tenía que ser expresado. También que siempre estaba renovándose.

 

¿Qué recuerdo tiene de Pina Bausch que la haya marcado particularmente?

Pina era apasionada por el tango y fue a través de ella que aprendí a bailarlo. Al enterarse que yo no lo bailaba, me dijo que tenía que aprender así que empecé a tomar clases en el Café Ada dos veces por semana. Yo también me apasioné por el tango y después de vivir tantos años fuera de Argentina sentí que estaba recuperando un poco las raíces.

 

El 30 de junio de 2009, fue un día muy gris para el mundo del arte ¿Cómo repercutió la partida de Pina en usted?

La noticia de su muerte fue devastadora. Ese mismo día teníamos función y decidimos bailar pero estábamos en shock. Fue muy duro para mí aprender a trabajar sin su mirada, sentí que me había quedado huérfana. Ya pasaron siete años desde que murió y han sido años difíciles pero el amor y compromiso que sentimos con las obras han hecho posible que continuemos con los espectáculos y las giras. Ahora una nueva generación de bailarines llega a la compañía y aprende el legado de Pina. Ojalá esas obras puedan seguir vivas por mucho tiempo más.

 

La actividad de la compañía es intensa, con giras al extranjero. Sin ir más lejos ahora está interpretando Viktor en el Teatro de Châtelet de París ¿Cuál es su relación con esta obra?

Aprendí Viktor en mi primer año de trabajo y la primera vez que hice ese rol fue en este mismo teatro, hace quince años. Varias sensaciones de aquella vez volvieron en estos días, como la emoción que sentí cuando Pina me dijo que formaría parte de la obra. En ese momento yo tenía 24 años y era de las más jóvenes de la compañía. Me sentía muy inexperta y que Pina me confiara ese rol fue muy importante para desarrollar mi espacio dentro de la compañía. Hoy me siento distinta haciendo Viktor, voy a cumplir 40 años y siento la obra de otra manera, puedo aportar más experiencia y más peso a lo que hago.

 

En cuanto al futuro ¿qué proyectos le deparan luego de esta etapa como intérprete en la compañía?

Me siento afortunada por haber trabajado junto a Pina, siento que pude vivir y sentir muy de cerca algo muy valioso y me gustaría compartir eso con más personas, y no sólo en el escenario. Me gustaría dar workshops, trabajar en un proyecto propio, y me encantaría hacerlo en Argentina, Brasil y otros países de Sudamérica.