La obra de Ulrico Eguizábal genera misterio. Con una estética tan impecable como intrigante y un nombre que invita a imaginar: Les Monstres Danseurs se ha hecho notar en las redes sociales casi sin esfuerzo y sobretodo, sin contar demasiado. Se presenta por tres únicas funciones en un horario tan poco convencional como su director

 

Los monstruos son Teli Ortíz, Jimena Pérez Salerno, Ulrico Eguizábal y Caterina Mora, a quienes se podrá ver únicamente los viernes 18 y 25 de noviembre a las 13 hs y el lunes 21 a las 14 hs, en la sala Presidente del Centro Cultural San Martín, con entrada gratuita. En diálogo con Balletin Dance, Eguizábal anticipa algo de su puesta.

 

¿A qué se debe el misterio?

Básicamente para reforzar la ficción: no mostrar ni hablar demasiado del making off. La escena tiene que ser una realidad distinta de la que vivimos todos los días y eso lo logramos, entre otras cosas, cuidando la difusión. Hay algo que no quiero revelar para crear un imaginario en relación a la obra.

 

¿Qué son Les Monstres Danseurs?

No es que yo hable francés perfecto, pero el nombre se me apareció así y me gustó respetar el modo en que surgió espontáneamente. No tiene una traducción exacta, pero de algún modo tiene que ver con la sonoridad del mundo que presentamos; para mí es un escalón más en busca de esa ficción irreal.

 

 ¿Y acerca de lo monstruoso?

Con las intérpretes ya habíamos trabajado sobre el cine de terror, lo monstruoso y las relaciones vinculares dentro de una familia no convencional, aunque los personajes no están referenciados a la realidad. Más bien hay algo corrido en ellos; su movilidad, la forma en que ocupan el espacio, y a su vez en cada uno hay una particularidad. Yo de por sí tengo un físico y un look singulares, pero con las chicas hubo que dar una vuelta de tuerca desde lo estético para que el espectador llegue a ver esa extrañeza, ese corrimiento.

 

¿Hay un argumento?

Mucho de la línea argumental del trabajo pasa por la relación con el espacio, qué se puede usar y qué no, ciertos obstáculos y zonas de riesgo. Después no hay una historia, pero si una referencia fuerte de la película Paris is Burning (1990) que retrata unos bailes o competencias que se hacían en los ´80 en Estados Unidos, en determinados sectores de la comunidad gay, negra y latina. Personajes muy marginados. Una de sus características principales era el Voguin que tiene que ver con la revista Vogue, y una danza creada a partir de poses de las modelos puestas in motion. Por eso tiene algo de angular, bidimensional y pantomima.

 

¿Qué lugar ocupa la estética?

Para la gráfica de la obra se usó un concepto de editorial de moda. Yo de vez en cuando trabajo como modelo, conozco mucha gente del medio y algo de ese mundo me interesó siempre. Este trabajo me permitió reunir todos estos universos. En escena hay alguna cuestión que remite a caminata de pasarela pero todo está velado por otras cosas.

 

Descubrir la obra

La pieza, que es ópera prima del creador cordobés, nació en el Laboratorio del Instituto para el Fomento de la Actividad de la Danza no Oficial de la Ciudad de Buenos Aires (Prodanza), que a través de una convocatoria pone a disposición de las propuestas electas un espacio de trabajo y un tutor artístico, que en este caso fue Silvina Duna. “Yo había presentado un proyecto en el cual trabajaba como temática el terror y lo nocturno -comenta Eguizábal- pero cuando llegamos a la sala nos dimos cuenta de que era imposible tener oscuridad total. Finalmente nos encantó trabajar en esa sala llena de luz, un espacio normalmente utilizado para cursos y talleres, que funcionaba muy bien para la obra. De alguna manera le dio un nuevo sentido: el terror desde una imagen diurna.”

 

¿Hay algo auto-referencial en la obra?

Hay una idea de cuerpo raro y en ese sentido toca lo autobiográfico. A nivel espacial trabajamos la incomodidad, tener que hacer algo que no entra donde lo querés hacer: con 1,95 metros de altura eso es algo que a mí me pasó toda la vida, especialmente en las clases de danza. En cuanto a los personajes, celosamente detentan un espacio que consideran propio y que es inhóspito, pero se van adaptando. Siempre me interesó la situación límite, incómoda; ir en un sentido diferente de lo orgánico o natural, que son términos de los que desconfío porque no entiendo cómo pueden aplicar a la realidad de todos los cuerpos. Pero para mí, la obra es un espectáculo. Entiendo que hay gente que le puede resultar extraño que el resultado esté por encima del proceso, que se reflote la idea de drama o artificio. De todas formas lo que a mí me interesa es la ficción.

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Gustavo Friedenberg es técnico en Medios de comunicación, Licenciado en Composición Coreográfica y Magister en Crítica y difusión de las artes, además de actor bailarín y director. Formado en Argentina y el extranjero, ha recorrido varios países trabajando para diferentes compañías y brindando asesorías, a la par que desarrollando sus propios proyectos (Japón, EEUU, Europa, Sudamérica y el Caribe). Como bailarín se ha dedicado profesionalmente al flamenco, desempeñándose también como docente de técnica y composición.