Los tres primeros miércoles del mes pasado, en el Teatro 25 de Mayo, se presentaron, sucesivamente, las tres partes de Distancias, trilogía de Guilherme Botelho, coreógrafo brasileño residente en Suiza

 

Botelho y su compañía, Alias, estuvieron por primera vez en Argentina realizando una gira por las ciudades de Buenos Aires, Mar del Plata y Santa Fe. Invitados por el Grupo de Danza de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), dirigido por Oscar Araiz, y la fundación suiza para la cultura Prohelvetia.

El coreógrafo, quien fuera bailarín del Ballet du Grand Théâtre de Genève (Suiza), creó su compañía Alias en 1987, con la que realizó 20 montajes y recibió algunos premios internacionales.

En esta primera ocasión en nuestro medio, la trilogía Distancias estuvo a cargo de Alias conjuntamente con la compañía de la UNSAM.

 

Antes, primera parte de la trilogía, recorre un entramado que va desde la quietud y, por sumatorias, agregados y cambios, llega a dinámicas cada vez más potentes. Doce intérpretes desnudos en el piso, organizados espacialmente, comienzan con variaciones de la respiración llegando a erguirse y recorrer el escenario vacío, siempre sobre patrones similares. De micro movimientos a expresiones de notable esfuerzo, simples: desplazamientos sentados, rodadas, caminatas, corridas o caídas. Se pueden asociar estas acciones a aspectos evolutivos y biológicos. Lo destacable resulta en la presentación de individuos en conjunto, no personalidades. Lo vincular queda sujeto a la replicación general de movimientos y el eventual anonimato que deja la desnudez. Para el final, en el fondo se construye una especie de maquinaria de movimiento: unos pasan sobre los cuerpos de otros en un sinfín.

 

La segunda parte, Jetuilnousvousils (Yotúélnosotrosvosostrosellos). Diez bailarines inician con vestuarios de calle, descalzos. Las evoluciones, como en la parte anterior, proponen un grupo muy unido y manteniendo la tónica de una vincularidad sólo espacial y sujeta a la organización de los recorridos que se ofrecen en circularidad salvo en dos momentos. En uno, al desplazarse el grupo en dirección paralela al fondo, sin desaparecer por un lateral se detienen, amontonan y, rodando en sentido contrario sobre los cuerpos, reinicia el continuo. El otro momento, sobre el final, desnudos y con una línea negra horizontal pintada en sus cuerpos, el grupo reproduce, invertida, la maquinaria de movimiento de la primera parte. Sugerencia de regreso a lo anterior, a lo de Antes, pero marcados por esa línea, la marca de la social quizá.

 

La tercera parte, Sideways Rain (Lluvia Lateral), que inicia nuevamente en ropas de calle y descalzos, consiste en modos de desplazarse por la escena, de izquierda a derecha paralelos a la cuarta pared. Desplazamientos en maneras de andar de manos y pies, a cuatro patas, cambiando a arrastres, rodadas, sentarse y caer sin detener el avance, caminar, correr. Desaparecen por derecha, reaparecen por izquierda. Imagen de peregrinación sin final, manteniendo un mismo rumbo. Ya no ciclos circulares (segunda parte), o movimientos de lo mínimo a lo máximo (primera parte), y ya no todos a la vista de todos. Aparecer por izquierda, desaparecer por derecha, lo asociable es un fluir de cuerpos en un ir hacia. Dos sucesos puntuales quiebran este transcurrir. En uno, dos intérpretes se detienen y se miran (primer contacto vincular), el resto continúa el fluir, hasta que vuelven a sumarse al flujo. Variante de esto: un intérprete se detiene y toma del brazo a algún otro (primer contacto táctil), pero tomador y tomado se desprenden y siguen el flujo. El otro suceso: hacia el cierre del trabajo, van dejando hilos a distintas alturas, paralelos al frente, construyendo una zona por donde siguen transitando, despojándose de sus ropas hasta la desnudez. Un solo intérprete, mientras va oscureciendo la escena, a diferencia del resto que corre, avanza lento a cuatro patas (remisión a las otras partes de la trilogía).

 

Los soportes sonoros (Murcof -Fernando Corona-, primera y tercera partes, Anthony Rouchier aka A.P.P.A.R.T, segunda), fundamentalmente colchones de sonidos de raíz electrónica y minimalistas de base, duplican la formalidad minimalista, ingrediente central de toda la obra.

En Antes se muestra la escena vacía y desnudez, indeterminación de las individualidades, quizá orden previo a lo social.

En Jetuilnousvousils, aparece el vestuario más una inmensa luminaria esférica que avanza de izquierda a derecha, semejando una luna alta que ya indica un sentido de trayecto (el de la tercera parte). También la circularidad, que ofrece una organización más previsible y la línea negra que marca los cuerpos desnudos y que propone una huella, quizá algo del orden social.

En Sideways Rain, cambia la repetición cíclica por un ir hacia, imagen posible de destino sin precisar porvenir o exposición metafórica del conjunto como grupo humano, social, que traza su recorrido (los hilos del final), sin dejar de mostrar aún lo anterior y la resolución inconclusa de identidades.

En funciones, las dos compañías mostraron excelentes performances transitando detalles y fuertes exigencias físicas de la trilogía.

 

Distancias se apoya en poner los cuerpos en eje de protagonismo, identidades que no acaban de manifestarse diversas entre sí, con efectos de masa, de imitación, de indiferenciación. Como si se ubicara antes del concepto de biopolítica de Rudolf Kjellén, politólogo sueco que entendía al término como reunión de lo corporal y espiritual para la génesis del estado. Y, también, como si recordara reflexiones de Michel Foucault y su concepto de biopolítica, colocándose también en un punto previo a la injerencia de control del estado sobre los cuerpos. Y esto separándose de un simple biologicismo evolucionista. La trilogía no intenta mostrar una condición meramente natural ni una circunstancia completamente cultural. Su acento se planta en la superposición e indefinición de ambas categorías para los seres humanos y la identidad.