De Ayer y de Hoy

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El Lago de los Cisnes de Alexei Ratmansky. Foto: Brescia e Amisano Teatro alla Scala

A fines de julio, el Ballet del Teatro alla Scala de Milano, presentó El Lago de los Cisnes de Alexei Ratmansky y Sueño de una Noche de Verano de George Balanchine. Su combinación resultó particularmente intrigante a la hora de buscar un hilo conductor

 

A la luz de este retorno a los orígenes que propone Alexei Ratmansky -el ruso ubicado en primera línea del escenario coreográfico mundial-, se reconoce aún más, cuan empapado de tradición estaba George Balanchine. Ratmansky propuso reconstruir La Bella Durmiente del Bosque de Marius Petipa (coproducción del ABT con la Scala en 2015), sumergiéndose en el estudio de las notaciones de Vladmir Stepanov (1866-1896). Luego llegó el turno de desempolvar El Lago de los Cisnes. El análisis de cuantiosa documentación, le ofreció una visión mucho más cercana a la composición original Petipa/Ivanov.

Lo más encantador de esta puesta, es la línea directa, incluso más nítida, que reconecta la tradición zarista rusa, el retorno a los sabores europeos cuya mezcla permitió el nacimiento de la estética imperial. Desaparecen totalmente escenas sumadas durante los años soviéticos que caracterizan a la mayoría de las versiones recientes (a excepción de la inglesa que pudo aprovechar la mirada cómplice de Nikolai Sergeev, refugiado en Londres con las notaciones Stepanov al estallar la revolución rusa). Recupera la pantomima y muchos elementos coreográficos perdidos que aportan mayor peso narrativo a la obra. Ejemplo clave es el pas de dux del tercer acto, que honestamente junto a von Rothbart es un pas de trois, durante el cual se consuma la intriga; hasta los famosos 32 fouettés, prodigio técnico de la italiana Pierina Legnani, que representan el éxtasis del enamoramiento que costará la vida de los protagonistas.

Cómo olvidar la poesía de los cisnes de los actos segundo y cuarto: que se representan menos como aves que como mujeres, con una trenza que se desliza sobre la espalda, y una suavidad de torso que presagia la dirección de los coreógrafos de inicio del novecientos.

Mr. B, uno de ellos, que lleva al nuevo siglo y al nuevo continente, la enseñanza de la escuela imperial. Su Sueño de una Noche de Verano, estrenado en 1967, llegó a La Scala de Milan por primera vez en 2003, con maravillosa puesta en escena y vestuario de Luisa Spinatelli. Ya afirmado como coreógrafo de la modernidad, Balanchine sorprendió en su tiempo al crear esta nostálgica obra. Con epaulements, líneas clásicas y tiempos musicales sostenidos, el toque del maestro marca la diferencia: se amplía la forma a través de una práctica actualización de la técnica que mira a la sociedad contemporánea.

La historia se resuelve toda en el primer acto, que posee una estética cinematográfica: clara, concisa e irónica. Mientras que en el segundo fragmento se muestran sentimientos rarefactos y una fatigada simplicidad -a la que estamos acostumbrados- muy cercana a los divertissements de Petipa; para recoger sobre el cierre, los hilos de la comedia.

 

En ambos programas, el cuerpo de baile de La Scala de Milán mostró a sus jóvenes talentos junto a los artistas más experimentados. Gracias a la “cura” rusa de Makhar Vaziev, el grupo ha reencontrado nueva disciplina y visión futura, que en diferente modalidad continuará bajo la dirección de Frédéric Olivieri. Anteriormente director del ballet y hasta el año pasado a cargo de la escuela, Olivieri cuenta con la ventaja de haber formado a muchos de los integrantes más nóveles de la compañía actual.

En la función de El Lago…, la pareja Vittoria Valerio- Claudio Coviello ofreció buena simbiosis: ella con puntas fuertes, brazos bien trabajados y un lado dramático muy eficaz; él, lindo danseur noble, que tal vez sufrió del redimensionamiento del rol masculino típico de esta versión. La reina de Daniela Siegriest fue una muestra de claridad y comprensión del rol.

Por su parte, en Sueño…, muchos y diferentes fueron los caracteres que contribuyeron al éxito de la función. Los cuatro amantes Mariafrancesca Garritano, Maurizio Licitra, Emanuela Montanari y Alessandro Grillo contaron muy bien la trama no obstante su rápido desarrollo. Federico Fresi, en el rol de Puck fue simpático y vivaz; Nicola Del Freo y Virna Toppi dominaron el escenario como Oberón y Titania, cómodos en el estilo Balanchine llenos de precisión y amplitud. “Last but not least” Gabriele Corrado, como el caballero de Titania resultó imponente en el escenario, hábil partenaire y dueño de una actitud fundamental para el rol.

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Nació en Taranto, Italia. Allí se formó como bailarín y en Florencia en la escuela del “Balletto di Toscana”, donde también estudió historia de la danza con Silvia Poletti, célebre profesora, periodista y crítica de danza. Empezó su carrera profesional como integrante del ballet de la Ópera de Leipzig (Alemania) bajo la dirección de Paul Chalmer, y siguió trabajando con Robert North en la compañía de los Teatros de Krefeld y Mönchengladbach. Bailó en la compañía de Ballet de la Ópera de Graz (Austria) bajo la dirección de Jörg Weinöhl (2015-2018) y de Beate Vollack (2019-2020). Desde 2020 se desempeñó en el rol de Souffleur para la ópera y ocasionalmente en calidad de Regieassistent. A partir del verano 2022 continuó evolucionando su visión artística en el Teatro de Regensburg en Alemania como Regieassistent y coreógrafo. En el verano de 2023 comenzará su labor con ese mismo rol, en el Teatro de la ciudad de Bremen.