Los nuevos directores del Ballet Folklórico Nacional, además son coreógrafos y bailarines, y allí surgen sus raíces. Es que verlos juntos hace que sea fácil imaginar a jovencitos que compitieron en festivales. Se sonríen y cruzan miradas como si los años no hubieran pasado. Están de acuerdo en que son escasas las posibilidades de compartir un escenario por cuestiones de tiempos. Sin embargo, está presente el brillo en sus ojos cuando hablan del fuego de la danza folklórica y la comunión que genera en escena.
Una pareja con todas las letras, dentro y fuera de lo profesional. Tienen dos hijos y la creación de la Compañía Federal de Danzas en su haber. Por separado, trabajan en la docencia y dirección de destacadas instituciones. Glenda Casaretto y Fernando Muñoz cuentan con una amplia trayectoria. La visión del conjunto es abarcativa y denotan el conocimiento desde todos los ámbitos artísticos.
Aunque llegan con unos minutos de demora, se acercan alegres al punto de encuentro para conversar con Balletin Dance, entre el ajetreo de estos últimos días. “Nos estamos acostumbrando”, reiteran casi a dúo en varias oportunidades. Con una postura dispuesta y una sonrisa digna de quien está en su mejor momento artístico, Fernando Muñoz comentó “¿Sabés qué? Nuestra foto más famosa se la debemos a Balletin, salió de una sesión allá por los años ‘90 y hoy en día, somos desde dijes hasta tatuajes”.
¿Cuáles son sus principales objetivos con el Ballet Folklórico Nacional?
Fernando: Uno de nuestros objetivos es colaborar con el enorme potencial que tiene el Ballet Folklórico a nivel nacional e internacional. Grandes artistas nos llamaron desde el interior del país y es emocionante escuchar el interés de tener el Ballet en diversas provincias. A su vez, nos encantaría que los artistas puedan venir a Buenos Aires.
Apuntamos a que el Ballet tenga un empuje completamente federal. Buscamos un dispositivo de proyección artística para llegar a cada rincón del país. Entendemos que es difícil, complejo y que hay muchas cosas que coordinar. El BFN tiene un equipo de trabajo maravilloso y la idea es apoyarnos en ese sistema.
Sus creaciones buscan incluir la historia social dentro del folklore. ¿En qué se inspiran a la hora de generar una obra?
Glenda: Nos importa contar historias que reflejen algo cíclico. Los hechos sociales, culturales y políticos ocurren en un determinado momento de la historia, son cuestiones temporales que se repiten. Nuestra idea es mostrar un suceso folklórico y dejar un mensaje que invite a reflexionar sobre la actualidad, entre otros abordajes.
Fernando: La construcción se relaciona con el deber del artista de transmitir un mensaje. El arte siempre deja algo: alegría, tristeza, una esperanza o bien la posibilidad de reinventarse.
La danza, la pintura, la literatura y el teatro son sensaciones y nos anclamos en eso. Cada vez que tocamos un tema lo estudiamos en profundidad para abordarlo con respeto, más allá de nuestra visión estética. El mensaje parte de una cuestión histórica, de un hecho que genere un impacto. El folklore tiene una riqueza espiritual maravillosa, el ámbito artístico es la herramienta que tenemos para hacer reflexionar y hasta modificar el pensamiento de las personas. El arte nos determina, es importante llevar las problemáticas a escena y plasmarlas.
Anteriormente, Fernando, hablabas del cuidado del bailarín ¿Cómo fue esa transformación de escucha en el folklore?
Fue un cambio positivo en las compañías. Cuando trabajamos con el otro, con sus necesidades y espiritualidad, es necesario enfocarse en ese otro.En nuestro proyecto hicimos hincapié en estar atentos a las necesidades del intérprete que se recodificó en la cultura y en la sociedad. El folklore siempre evolucionó, se modificó, potenció y pasó por modas. Como todo ciclo cultural, desdibuja sus formas hasta que vuelve a caer a tierra, necesita regresar al polvo y retomar la escena con un arte dinámico.
Pero, hay quiebres que se mantienen en el tiempo…
F: Sí, se relacionan con modas que se instalan, tienen una vida determinada en años o décadas y decaen. Además, nos encontramos con cuestiones que perduran en el inconsciente colectivo de lo popular y cultural.
G: Perdura la escucha al intérprete y se torna de vital importancia el análisis crítico y la escucha permanente entre los intérpretes. Dentro del ballet, los integrantes no son solo bailarines, sino que también hay coreógrafos excelentes y hoy en día trabajan a través de la danza independiente con criterio artístico propio.
¿Y cómo ven ustedes la situación de la danza independiente?
G: El trabajo de la danza independiente lleva mucha dedicación y autogestión permanente.
Esa labor genera un gran compromiso. Es muy rico lo que ocurre con los coreógrafos e intérpretes que se mueven en ese entorno, porque entienden todo el trabajo de dedicación y autogestión que conlleva realizar una puesta. Quienes venimos de abajo, sabemos que dedicarse al arte requiere de una gran labor.
F: Es una gestión que otorga otras herramientas y otro tipo de maduración aunque sea complejo. Yo estoy agradecido de cada docente que pasó por mi carrera. Mi profesor me dio todo, él me transmitió la pasión por la danza.
¿Tienen alguna obra en mente para el BFN?
F: Cuando pensamos en propuestas surgen cuestiones como una obra cuyana, o estructuralmente santiagueña, entre otras aristas y potenciar desde ese lugar. Podemos jugar con diversos elementos artísticos, incluso con íconos de la música folklórica nacional.
Hay que anclarse en los hitos a través de movimientos, patrones coreográficos, música, o vestuarios de fiestas tradicionales.
G: Queremos encontrar la forma de colaborar, sumar, ampliar el repertorio y no hacer una reversión de otra cosa.
¿Consideran que se modificó el rango de edad del bailarín en el folklore?
F: Es una cuestión que está relacionada con el ámbito en el que vas a mostrar esa danza folklórica. Para los principales festivales se necesita una preparación física muy importante.
Los postulantes en las categorías mayores llevan, en ocasiones, una propuesta artística con dos o tres años de maduración. Son obras muy breves, pero creo que hay ámbitos de la danza folklórica que te permiten ir hasta los 70 u 80 años.
G: Es como en todas las danzas. Un claro ejemplo es el tango de piso que permite mayor edad para bailar, al igual que las danzas tradicionales. En la composición artística propia, el bailarín crea movimientos acordes a sus posibilidades. La danza en el ser humano es hasta que te morís.
¿Es complejo romper con estructuras de género en el folklore?
G: Es complejo, pero no es imposible. F: Es complejo, pero es necesario.
G: Hay danzas que tampoco tenían roles marcados, bailaban todos: desde los más ancianos hasta los niños, varones y mujeres. La danza es popular, de la gente, de las personas.
F: Cualquier danza antigua es de la gente, es música bailando alrededor de una imagen o del fuego sin género ni edades. En lo personal considero que el folklore histórico, está pautado a través de determinadas investigaciones, -como dicen los libros- en una pareja formada por un varón y una mujer. Conocí varios docentes que me dijeron “sí, esto es lo que se documenta, quizás pasaron otras cosas”. Se deja un registro académico para encontrar una metodología de enseñanza. Cuando estructuramos una danza dejamos afuera muchas cuestiones.
En Santiago del Estero, por ejemplo, en lugares históricos nos encontramos con gente bailando, no parejas. La sociedad se reestructura y el folklore debe saber leerse. Hay gente que quizás no le guste y está bien, es una forma de pensarlo. Creo que el problema no pasa por el entendimiento, sino por respetar nuestros conceptos.