Los reconocidos maestros asumirán como director y subdirectora del organismo dependiente de la Dirección Nacional de Elencos Estables, a partir del 1 de septiembre.
El frío en la Ciudad de Buenos Aires es el que se podría esperar durante los primeros días de agosto, aunque dure poco. En el edificio donde funciona la Dirección Nacional de Elencos Estables se dejan ver algunos rayos de sol que templan el ambiente. Sin embargo, Marina Giancaspro y Gustavo Lesgart, llegan con una buena cantidad de abrigos.
A los nuevos directores de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea los une la cercanía del compartir. Se encuentran y ponen énfasis en mil anécdotas en común. “No nos fusionamos”, aseguran entre risas, ¡pero sí coexisten! ¡Y muy bien!
Se consideran amigos-familia. Él es el coreógrafo del espacio”-como lo definieron con anterioridad-, ella se destaca como maestra de técnica Alexander, aunque sólo sea una parte de su amplia formación. El conocimiento de ambos es realmente extenso y sigue en crecimiento. En diálogo con Balletin Dance, el conjunto explicó cómo se encaminaron hacia la dirección de la CNDC.
“Marina me llamó para hablar del concurso y acepté encantadísimo. Porque la quiero mucho, es alguien en quien confío plenamente y puedo apoyarme en ella en este tipo de situaciones. Hice colaboraciones como maestro y coreógrafo, por lo tanto estuve en contacto con la estructura y el elenco. Así, surgió la búsqueda por descubrir cuál es el interés que podíamos generar mutuamente y empezamos a encontrarnos a tomar el té los domingos”, rememoró Lesgart.
Por su parte, la artista es cercana a los bailarines a través de clases o asesorías. Aunque no tuvo la posibilidad de trabajar en el ámbito en que se encuentra actualmente, no le resulta desconocido, por lo que afirmó que “es una agrupación con identidad, los apoya el Estado nacional, promueven lo que saben hacer y para lo que se prepararon a lo largo de toda su vida. La contemporaneidad se ve reflejada en los estilos de quienes colaboran, ya sean maestros o directores”.
Según el coreógrafo estadounidense Merce Cunningham, “cada bailarín, en la compañía, debe ser el solista” y este concepto fue un pilar para elaborar el proyecto que presentaron.
Ambos concuerdan en que cada integrante aporta de manera particular a la grupalidad, y Giancaspro sostuvo que “nos interesa que la identidad singular no se pierda en la totalidad.
Las particularidades se expresan entre quienes están en escena y las áreas que acompañan. Cuando vemos un accionar, es porque lo hace de manera mancomunada y a la mano”.
El mensaje de Cunningham ahora resulta adaptado. En esta versión, el artista es un solista de sí en acción. El nuevo director entiende que el cuerpo de baile se articula con otros grupos que lo conforman, desde la parte artística, técnica, management, hasta la producción. “Todos los sectores trabajan con el fin de crear los espectáculos que se exponen”, explicó.
Solo con unos minutos de diálogo, parece lógico comprender que los objetivos del equipo directivo buscan ampliar horizontes. Ambos están de acuerdo en acercar nuevas materias, expresiones o formas estéticas, un ejemplo es el kinomichi (arte de origen japonés en la tradición del Budō creado en París en 1979).
Giancaspro se formó en el Professional Training Program del Merce Cunningham Studio y otros espacios de investigación y experimentación de la ciudad de New York en los años ‘80. Su trayectoria no es un dato menor si se tiene en cuenta el entusiasmo por trabajar esquemas de estilos y conceptos que no influenciaron demasiado a la danza argentina aún, lo considera “un proceso en desarrollo y al mismo tiempo una impregnación”.
– Según comentás, hay un peso fuerte en la enseñanza del exterior ¿Cómo se inserta el ámbito local?
Pensamos en algunos coreógrafos argentinos que emigraron e hicieron sus desarrollos afuera, pero siempre con una presencia en sus propias búsquedas. Son profesionales que entraron en contacto con rituales y lo antropológico de otros lugares.
Por su parte, Lesgart, que cuenta con reconocidas producciones a nivel internacional y en el interior del país, adelantó la intención de armar un circuito de red. “Hasta el momento, entendemos que cuando algo sale de Buenos Aires a las demás provincias, es para dar y
ofrecer lo que falta en esos lugares. No obstante, son espacios que en realidad sí cuentan con un desarrollo de la misma manera que en la capital”, enfatizó.
-¿Cómo ves esa labor hasta el momento?
En oportunidades, se maneja de forma efímera. Tenemos ideas para que la gente pueda presentarse a convocatorias para proyectos coreográficos. Queremos generar una pregnancia en nosotros, estar más tiempo y conocer la escena local. Vamos a hacer el esfuerzo de acercarnos, pero a veces es muy acotado y por poco tiempo, por cuestiones de producción y económicas, entre otros factores.
Asimismo, una logística constituida es un factor indispensable. Tanto Lesgart, como Giancaspro coincidieron en la dificultad que implica viajar, trasladar obras y escenografías.
Sin embargo, no descartan la idea de conocer personas en otras provincias, que puedan unirse al equipo. Otro punto fundamental son las condiciones laborales. La nueva vicedirectora del elenco comenzó la transición antes de asumir el cargo. “Cuando nos confirmaron en la gestión, nos acercamos a las tareas de dirección. La compañía ingresó a un convenio colectivo de trabajo en 2022. Actualmente están en planta transitoria, con permanencia el año que viene.
Nuestra tarea es conocer ese acuerdo, apoyarlo y llevarlo adelante”, planteó y agregó que “la cotidianeidad no está tan claramente ejemplificada en los papeles. Apuntamos a sintetizar la formalidad, con el accionar concreto”.
El futuro director hizo hincapié en las modificaciones:“Se generó un cambio en conjunto y fue muy emotivo porque – por suerte, o voluntad de ser- Marina y yo somos bastante queridos en la escena de la danza y nos recibieron con mucho cariño. Una gran parte de los bailarines fueron estudiantes nuestros y acompañamos su aprendizaje. Si bien estamos de paso -porque somos una dirección que va a durar cuatro años-, tenemos la pertenencia afectiva”.
– Marina, estudiás Letras ¿Cómo es la conexión con el ámbito de la danza?
Empecé a cursar lo clásico sin saber que me iba a enamorar del latín. Algo que me lleva a querer formarme es la conexión de Matthias Alexander con el filósofo John Dewey, un psicólogo pragmatista que se interesó por la filosofía con el organismo. Hay un vínculo muy estrecho entre la biología y el patrón de la investigación.
El enlace entre Alexander y Dewey me abrió el camino hacia un conocimiento más académico frente a lo que tenía como incorporaciones de un interés personal. Además, ingresé en un grupo de estudios sobre pragmatismo en la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico. Participé durante siete años y descubrí que había algo más que moverme y observar el movimiento, hablamos de sus pautas, la metodología para esa observación y las teorías para explicarlo.
– Te fuiste del país muy joven ¿Qué buscabas descubrir de la danza en ese momento?
Lo hice a los 19 años y regresé a los 24. Cuando volví era contemporánea a la generación de artistas emergentes que buscaban algo nuevo que yo había traído también. Pensábamos en un lenguaje que nos permitiera ver la danza de una manera que no existía todavía aquí. Los site specific eran una idea que partía de las experiencias multidisciplinares de Estados Unidos.
Traía conmigo ese concepto: “…la técnica Cunningham tiene una multidireccionalidad en el espacio, vos sos el centro de la acción y va en múltiples direcciones, no existe el límite hacia arriba o abajo, cada uno es el solista, todos te miran desde un lugar diferente, no hay un frente, es lo que ves delante tuyo y tenés conciencia de lo que está atrás”. Las premisas se impregnaron en la verbalización de la danza de ese momento y en la acción de quienes las tomaban en su propia investigación.
– Gustavo, estudiaste arquitectura porque de chiquito comentaban que dibujabas muy bien y ese estilo es el que te caracteriza actualmente.
La posibilidad de pensar algunas cuestiones que surgen hoy, es por haber releído a ciertos arquitectos. Empecé a pensar en asuntos como el tacto o el trabajo desde otras modalidades de movimiento, gracias a los constructores que toman su profesión más allá de lo formal. No es el objeto, sino la acción, dejé de practicar algunas formas para ir hacia las acciones que la habilitaban.
– Entonces ¿Considerás que la formación y el estilo se verán reflejados en las obras de la CNDC?
No podemos dejar de compartir la experiencia que tenemos porque nos construye. Es un modo de estar en el mundo. No sé si se verá directamente porque vamos a elegir cosas que nos interesan, pero lo que sucede va más allá. Si invitamos a un coreógrafo, las circunstancias arman los procedimientos. Probablemente logremos que algo de lo que somos, se vuelva permeable. Buscaremos impregnar, contaminar y contagiar. Que se hagan presentes todas esas palabras que estuvieron tan prohibidas en los últimos años. Ojalá, es una expresión de deseo.
– ¿Y cómo es ese proceso de creación?
Nunca es igual porque la curiosidad es diferente y las preguntas son otras. A través del tiempo, modifiqué el interés en relación a lo coreográfico: En principio priorizaba el movimiento, su forma, temporalidad y velocidad. Ahora me enfoco en algo más amplio: poder mirar lo pequeño y todo lo grande al mismo tiempo. En lugar de empezar desde el gesto en detalle, comprender qué es lo que contiene el cuerpo. Me fijo en el diseño del espacio siempre, es algo que me pasa, incluso a pesar mío. Busco ofrecer un contexto que se relacione con las consignas.
El diálogo comienza a llegar a su fin, y antes de dejar a esta histriónica pareja, resta conocer una cuestión no menor – ¿Cómo se conocieron?
Recuerdo a Marina en la puerta del Teatro Cervantes -evoca Lesgart-. Ella acababa de llegar de Nueva York y yo de Rosario, en 1988 aproximadamente. Un año más tarde, empecé a trabajar en Nucleodanza, Marín (referencia con afecto de Lesgart a su colega) era maestra y yo, su alumno, al igual que cuando ingresé a El Descueve. Años después, comencé a entregar un material propio en las clases y los roles se invirtieron. A partir de ese momento, fuimos más amigos-familia, pero en constante interacción. No estaría hoy acá, si no fuera porque me llamó por teléfono un domingo a la mañana.
Tengo la primera imagen de Gucci (como se refiere a su compañero, la nueva vicedirectora) en un seminario que dicté en Rosario. Era muy llamativo, miraba la acción, aunque no parecía estar en contacto con cierto modo técnico.
“Atravesamos una forma de movernos que, si bien es muy distinta, puede coexistir en algo que generamos juntos”, comentó Giancaspro, mientras Lesgart completó la frase “hay un espacio entre ella y yo que habitamos los dos al mismo tiempo, es un lugar de encuentro”.