Ricardo Ale presenta “Verde Memoria”, un unipersonal basado en dos cuentos de Haroldo Conti, con dirección de Ernesto Michel, en el Teatro Fray Mocho, los domingos a las 19 hs. En una larga entrevista hablamos del espectáculo, los textos, el teatro, la danza y de la vida en general.
Ricardo Ale ha sido bailarín del Teatro Colón de Buenos Aires toda su carrera. Por muchas décadas ha estado presente en las funciones, de un lado u otro del escenario, porque es público habitual. Se lo podía ver encarnar a los personajes de carácter de las grandes producciones de nuestro primer coliseo a una edad en la que muchos de sus compañeros ya se habían retirado del escenario.
De alguna manera, nunca fue el prototipo de bailarín clásico, en aquel sentido del establishment del ballet. Su cabeza, como él mismo señala, iba por otro lado, muy diferente al de ese medio. Quienes lo conocieron en su juventud, recuerdan su espíritu rebelde y su compromiso con los derechos sociales que lo llevó a integrar el gremio de los bailarines, ganándose más de un enemigo y peleando con algunos directores.
Simultáneamente, de manera casi anónima, ha trabajado para mantener viva la memoria de destacados artistas de la danza argentina, como para la creación del Día del Bailarín en la ciudad de Buenos Aires en homenaje al nacimiento de Jorge Donn. También pudo canalizar otros intereses artísticos, fuera del Teatro Colón, con su grupo Los Ranz, y en colaboraciones con figuras como Iris Scaccheri y María Fux.
Harlodo Conti
¿Quién fue Haroldo Conti? “Haroldo es como un escritor del realismo mágico. Tiene unas imágenes muy surrealistas” explica Ale al inicio de esta charla. “Nació en Chacabuco, un pueblo de la provincia de Buenos Aires, donde cuenta la mayor parte de sus cuentos.
Empecé a estudiar a Haroldo cuando me lo pasó Angel Capano, el marido de Clotilde Casareto, que también trabajaba en el Teatro Colón. Yo era amigo de los dos por separado, después se juntaron y tuvieron una hija. Cuando me pasó el cuento El último, yo me enamoré.
Había visto “Diatriba de amor para un hombre sentado” con Graciela Dufau en el Cervantes, que era un monólogo de Gabriel García Marquez, y dije ‘yo quiero hacer eso’. Pero no tenía el texto.
Haroldo Conti tiene una musicalidad que es como si lo cantaras, es como un mantra. Escribe genialmente sin escapar de su origen: dentro de lo que es el lenguaje de la gente naif de Chacabuco. Y en sus cuentos, mantiene conversaciones, en algún momento tienen preguntas, dudas, que permanecen hasta que se responden”.
Una frase de Conti es una música, es poesía, por ejemplo: Uno piensa que los días de un árbol son todos iguales, sobre todo si es un árbol viejo. No. Un día de un viejo árbol, es un día del mundo.
Es una frase perfecta, musical, completa, empieza y termina con musicalidad ¿entendés lo que digo? es poesía. Es muy hermoso, muy culto. Sabe. Es un escritor. No es poner palabras una detrás de la otra”.
Iris Scaccheri
Esta entrevista, va y viene por diferentes temáticas e inquietudes, una que lleva a la otra como si fuera un Design Thinking Game, y así nos trae a “Iris Scacheri (que cumplió años el 16) y acaban de homenajearla poniendo su nombre a una sala en el subsuelo del Teatro Argentino de La Plata, estoy contento por eso.
Ella decía que tenía una gran afinidad con Beethoven, que con Beethoven se encontraba y era como ella misma. A mi me pasa esto con Haroldo Conti, con que lo lea un par de veces ya lo recuerdo, porque es como si fueran mis propios pensamientos, no hay una diferencia entre lo que él dice y lo que yo siento. A parte lo escribe tan correctamente, muy simple, es una escritura muy fresca, muy accesible. Lo siento muy mío. No es como Borges por ejemplo, que es tan laberíntico e intrincado.
A Conti lo chupa la dictadura el 5 de mayo de 1976, lo hace desaparecer. Y todavía no apareció. Lo secuestran en Fitz Roy y Santa Fe que es donde él vivía, e iba a escribir al bar del Falucho que ahora no existe más, en frente de la placita de Falucho”.
Ernesto Michel
“Ernesto Michel es el director del espectáculo y del Teatro Fray Mocho, un teatro independiente. Lo conocí de manera muy extraña, porque mis conocimientos con la gente son muy extraños. En ese momento tenía el teatro en Perón a una cuadra de Plaza Almagro y después de ahí se fue a donde estamos ahora en Araoz 1047 (Araoz y Córdoba), con todas las vicisitudes de lo que sucede en la Argentina, que ahora es un desastre. Lo que estamos viviendo ahora no lo vivimos nunca. Creo que cada tanto la gente se olvida de la represión y necesita recordarla. Los pueblos necesitan recordar a sus verdugos. Qué se yo”.
Verde memoria
“Mi trabajo está dedicado a Clotilde Casareto, Angel Capano, Iris Schaccheri, Norma Estefani, Philip Beamish, mis maestros. La gente que llevo en mi corazón siempre. Porque mi trabajo es el resultado de lo que ellos hicieron conmigo. Soy el resultado de ellos, me moldearon.
Tomo el título del espectáculo Verde Memoria, de un fragmento del cuento La balada del álamo carolina -dice Ricardo Ale, en relación a este unipersonal que interpretará hasta fines de noviembre-. Habla de este álamo que tiene 12 años ya. Es un árbol viejo. El álamo carolina viene mediante estaca pero éste nace solo, está solo, crece solo en el medio del campo. Es como un juego entre el ser humano y el álamo que se cría solo, que soy yo. El álamo era un miserable pastito, igual a todos los pastos y un día se da cuenta que en realidad sobrepasa a todos los pastos y ve atrás de los pastos el alambrado, y atrás del alambrado ve el camino. Ahí empieza el camino, que es un ancho árbol florecido de sueños”.
La Causa, trata sobre un hombre que no tiene ninguna vocación, es solamente un hombre. Y va cumpliendo más o menos las etapas de la vida hasta que queda completamente solo, tirado en el camino y sigue a los camiones y los camiones lo llevan de acá para allá por la provincia de Buenos Aires. Porque no le interesa nada más. No es un hombre que tiene inquietudes, no tiene un propósito, simplemente está en el planeta tranquilo, quiere disfrutar de la vida, pero nada le resulta”.
En los afiches del espectáculo también se incluyen otras frases del autor, tomadas de distintos libros, que reflejan la esencia del unipersonal. Expresiones como “Mi obra es una obsesiva lucha contra el tiempo, contra el olvido de los seres y las cosas” o “La vida de un hombre es un pequeño soplo en la perfumada noche” revelan la escencia de esta propuesta.
Elementos
Trabajo con elementos: una silla, un banco, un pañuelo, un sombrero de paja y un sombrero de lana. Con eso se hace un camión, una bicicleta, una plantita, un pastito que nace. Juego con ellos como si fueran títeres.
Siempre trabajé con elementos, son muy divertidos y más cuando me quedé solo. Después de terminar mi grupo, cuando ya no tenía con quien bailar en el 2002 empecé a bailar solo, a bailar con un sillón. En ese momento hice en mi casa, El País del Dragón cuando estudiaba a Tennesse Williams”.
Centenario
Para el año próximo, al conmemorarse el centenario del nacimiento de Haroldo Conti (el 25 de mayo), Ale planea incorporar al espectáculo dos cuentos más. “Estoy preparando Las doce a Bragado, donde a su tío Agustin lo único que le interesa es correr, y solo corre por placer. Cuenta cómo corre entre los pastos y las liebres y los pájaros”.
Derechos sociales
“Vinimos al planeta con una misión. De mis compañeros bailarines de mi generación, creo que soy el único que tiene una misión clara de hacer teatro, danza, de pelear por los derechos humanos. Esa mezcla solo se encontraba en Clotilde y en mi.
Yo soy un luchador social, es lo que más me caracteriza, más que ser un bailarín o ser un actor, mi lucha es social. Es anterior a mi vocación. Mi vocación es ser bailarín, eso es seguro, y en eso no me equivoqué”.
La solidaridad
“Si no sos solidario, si no luchas por el otro, tampoco luchas por vos, porque el derecho del otro es mi derecho. Es un ida y vuelta, si lucho por el derecho de una persona, estoy luchando también para que yo no deje de comer. Si se pierden esos derechos yo voy a caer en la volteada, no hay mucho más para explicar. Si una persona no tiene derecho, ninguno lo tiene. Los derechos hay que conservarlos y mantenerlos permanentemente vivos, si queremos ser una sociedad civilizada tenemos que entender que todos tenemos que estar bien alimentados, bien vestidos, bien educados.
Por ejemplo, acá la recesión es insoportable. Tenemos cada vez más policía, más policía y creen que así va a ver más seguridad, pero la seguridad no es tener policía, es que la gente tenga las necesidades primarias cubiertas. Lo mínimo. Ahora están diciendo que donde hay una necesidad no hay un derecho. No es mucho lo que pide un ser humano para poder vivir en una sociedad civilizada, los derechos básicos: comer, bañarte, tener una cama, cultura. Pero ellos piensan en los derechos que tienen los ricos, comprarse cosas de lujo, Lago Escondido, cosas que a los pobres no nos interesan para nada, porque desconocemos todo eso.
Estamos en la época de la realidad virtual, lo que te dicen, te convencen. La posverdad, con la que no tenés ninguna posibilidad de crecimiento. Te están manejando en un lugar totalmente fangoso”.
Mi recorrido
“Empecé a bailar a los 13 años, en el año 1966. En esa época un chico de 13 años no era un adulto. No había posibilidades de que un niño se independizara y tomara una vida propia.
Hacerte bailarín en la década del ‘60, en la mitad del siglo pasado, era toda una aventura, tenías que pelearte con todo el mundo. No era una tarea fácil elegir bailar. Estaba al límite de la delincuencia, o de ser un enfermo, o de ser un chico que iba a terminar en cualquier parte menos en el Teatro Colón. No estaba bien visto para nada”.
En el Colón
“Había hecho 3 o 4 años en la Escuela Nacional de Danza, cuando me encontré con Norma Estefani, mi maestra (sigo teniendo relación con ella, nos hablamos), ella fue la que me dijo de ir al Colón. Además seguí 8 años en la escuela, yendo todos los días, solo.
El problema era que en la década del ‘70, había una revolución social. Entro en el Colon en el ‘72. Había dado el examen en octubre del ‘71, que fue justo el año de la tragedia de los chicos, cuando ellos se caen en el avión o sea que cuando entro al Teatro, el Ballet tenía una ausencia muy fuerte, que eran los 9 bailarines que yo no conocí personalmente.
Las cosas se fueron dando desde un lado muy borde, que es más o menos por donde me moví toda la vida, en los límites. No desde el centro del lugar o el primer espacio, sino más bien en cuerpo de baile y en el margen del cuerpo de baile, que hacía que tuviera muchos conflictos con los directores del ballet. La verdad es que no eran gente informada, ni formada, no tenían una formación intelectual y mucho menos una conciencia social o un pensamiento crítico. Con ellos no se podía entablar una conversación sobre una situación social, porque simplemente no les importaba para nada, tal vez ellos estaban más enfocados en ser estrellitas del subdesarrollo.
Y cuando quería hacer algo, si no me dejaban hacerlo en el Teatro, lo hacía en cualquier lado, me armé un grupo y bailaba en Plaza Francia, en un foyer, siempre encontraba algún lugar para bailar y si no me lo inventaba. Hacía las mil y una, en mi juventud. Me peleaba con todo el mundo, quería luchar porque se venía la noche, se venía una situación muy espantosa, que ni siquiera comprendíamos.
Si bien estoy seguro que no me había equivocado al elegir la danza (tengo que decir, no es modestia, pero de fotos de cuando era más joven, que era muy bello, muy estético). Estaba en lo correcto. Lo que pasa es que mi cabeza no coincidía con el medio del ballet en un teatro de estas características, no entré nunca en ese medio”.
Entrenamiento
“Hoy voy al gimnasio todos los días, trabajo media hora y si me quedo con ganas, a la tarde vuelvo y hago otra media hora. Después tengo el ensayo y cada tanto estoy tomando clases con Vivian Luz, porque yo sigo trabajando. Una genia la Vivian, muy generosa, muy cálida, hija de Gyula Kosice, de un artista, sabe de qué se trata la historia”.
Fecha de Vencimiento
“Soy de la época en que la danza no tenía fecha de vencimiento. No existía la 20/40 [NdR: la llamada ley 20/40 de jubilación de los bailarines en Argentina, se consigue al cumplir 20 años de aportes y 40 de edad. Existió en una época en el Teatro Colón, y actualmente sólo en algunas compañías de ballet].
Tampoco existía el vencimiento del dulce de leche, se azucaraba y uno se lo comía igual. Las cosas eran para toda la vida. Te comprabas una heladera, un auto, un traje y eran para toda la vida. No era para usar y tirar. Eso vino mucho después.
Tal vez por eso, yo no puedo entender que una persona a los 40 años deje de bailar. No lo puedo entender. Te lo digo ahora con 72 años. Porque yo sigo vigente. Por ahí a la gente no le importa o piensa cualquier historia, pero lo interesante es lo que yo hago conmigo, no lo que hace la gente conmigo, que es otra historia.
Habría que tener un ballet de personas adultas, a partir de los 40 años, porque está bien no hacer… de todas maneras las personas de 60 años pueden bailar perfectamente, las mazurcas o las yardas, de los ballets clásicos.
Y en realidad, esos bailarines, no dejan de bailar, porque después se hacen maestros y entonces bailan adelante de los alumnos, los alumnos los aplauden, ‘Ay qué hermoso el maestro’, ‘Ay que bien’, porque necesitan el reconocimiento. Lo que pasa es que no se bancan que en realidad solamente aprendieron a hacer acrobacias, no a bailar, y la acrobacia desaparece como un gas en una canasta”.
¿Qué es lo que queda?
“Lo que queda es la danza. La acrobacia sirve, pero no es danza, no te seduce. La danza tiene una seducción, que es cuando vos decís ¿cómo lo logra?, está parado y no hace nada y yo no puedo dejar de mirarlo ¿cómo puede ser?. La danza tiene ese encanto.
La gimnasia es un estado de competición con el otro, mientras que la danza es un estado de conocimiento con uno mismo.
Es como con la pintura ¿viste cuando dicen que la pintura está viva?, es porque la pintura está viva. A mi me pasó: vi vivas a Las Tres Gracias en el Museo del Prado (Rubens), bailaban. Después de eso hice una danza con Clotilde, Virginia Licitra y Marcela Chinetti que eran las tres gracias, que fue mi primer Taller Coreográfico en el ‘89. Yo las vi bailar. Les vi la carne, vi todo, las vi vivas. Fue el día en que entendí que la pintura estaba viva y que todo lo demás es ilustración. ¿Entendés cuál es la diferencia entre ilustración y la pintura? es la misma sensación entre la danza y la acrobacia, la gimnasia y el deporte. La danza está viva y todo lo demás es ilustración. Muy bien hecho, muy bien resuelto, pero no es danza, no es arte.
La danza, el arte, no es una tarea cotidiana, es algo mágico. Es otra cosa, como si se tratara de otra dimensión”.
La omnipresencia del baile
“La realidad es que nadie deja de bailar. Todos los bailarines que conozco, vas a una reunión y terminan hablando de cómo es un tendu, un battement y te explican cómo es, y cómo debe ser, y cómo debe estar parado el hombre y cómo debe tener puesta la cabeza y dónde tiene que tener el omóplato, y el pecho… y eso es todo mentira. Esas poses son un manierismo que nos han enseñado, pero en realidad la danza está despojada de todo. Pienso en las danzas primitivas, las danzas originarias. La danza sucede desde siempre, antes de cualquier arte lo primero que hizo el hombre fue bailar.
Y también hay personas que empiezan a bailar tango cuando casi no pueden caminar. Muchas veces la gente se encuentra con la danza cuando es adulto”.
Iris
Y en esta charla de idas y vueltas, Ricardo Ale regresa a Iris Scaccheri, al hablar de cómo la danza clásica es festiva mientras que la contemporánea es más dramática. Y de ahí, a cómo Martha Graham hizo escuela, donde también se aprecia la danza pura. “Iris, siendo una bailarina superior a Graham, hizo una escuela a partir de lo intelectual. Graham llega al pensamiento desde la forma, en cambio Iris llegaba a la forma desde el pensamiento, y no se equivocaba nunca, porque era un genio.
Encontrarme con Iris en el ‘87 fue un privilegio. Generamos un trabajo muy grande. Ella me educó también, es quien me dio la carnadura de lo que es la danza. Hasta ese momento yo sabía lo que eran los movimientos que me había enseñado Norma Estéfani, pero no entendía lo que era la carnadura del cuerpo en el espacio.
¿Viste cuando te dicen que algo es visceral? eso es la carnadura. Cuando vos lo sentís en todo el cuerpo y te sucede que entrás en otra dimensión, que entrás en estado de danza.
El estado de danza es muy particular, no es un estado cotidiano, como esta conversación que estamos teniendo ahora. Es más o menos como cuando la gente entra en trance, es un trance de danza. Si ves a los bailarines en la coulisse de un teatro, y cuando pasan al escenario, te das cuenta que es como si traspasaran a otra dimensión”.
Un oxímoron
Tal vez si yo no hubiera sido tan de pensar que el sufrimiento no hace a la felicidad, las cosas hubieran sido diferentes. Pero esto que dicen que el sufrimiento hace a la felicidad, es un oxímoron. El sufrimiento no hace a la felicidad. La felicidad es un camino y el sufrimiento es otro. Si vos elegís el camino del sufrimiento, si vas a sufrir, entonces no vas a ser nunca feliz.
La dicha
Tener la dicha de poder hacer un espectáculo, en un mundo donde la gente está sufriendo tanto, y padeciendo tanto, me parece que estoy más que satisfecho, es un regalo. He cumplido con mi tarea, no es necesario mucho más.
A continuación el link a un video de Verde Memoria, realizado por Héctor Vidaurre “un compañero con el que hice Esa Mujer hace 12 años, el cuento de Rodolfo Walsh”. https://www.facebook.com/share/p/Abb7Hxm4w3r9JM9S/
Las fotos de este artículo fueron tomadas de la página de Facebook de Ricardo Ale.