
Una experiencia singular, íntima y vibrante tiene lugar cada jueves en el señorial Hotel Milión. Cuatro coreógrafos, diez intérpretes, múltiples universos y una casa con historia son el punto de partida de este recorrido escénico que invita a repensar el tango desde sus márgenes, llevándolo a rincones inesperados sin perder su intensidad emocional ni su sensualidad característica.
El espectáculo se despliega en tres horarios —20, 20:45 y 21:30 hs— y propone al espectador adentrarse en un recorrido por distintas habitaciones del hotel ubicado en Paraná 1041, donde las obras aparecen como secretos bien guardados detrás de cada puerta. Lo que comienza como un paseo se transforma pronto en una travesía sensorial, una invitación a espiar, a dejarse tocar por lo que sucede a pocos centímetros.

Leonardo Cuello, nombre clave en la escena coreográfica del tango contemporáneo, propone una pieza de alto voltaje físico y dramático. En una habitación íntima, Nuria Lazo y Federico Ibáñez despliegan una danza tan precisa como expresiva, que conmueve por la tensión corporal y la proximidad del público. La escena, cargada de erotismo y humor, sorprende con un final que provoca una sonrisa cómplice y un aplauso espontáneo. La cercanía obliga a una técnica depurada: cada desplazamiento, cada levada, cada mirada, están calibrados con exactitud. El diseño lumínico de Magalí Perel, el vestuario de Nora Churquina y la ambientación sonora de Martín Jurado potencian la escena con gran acierto.
Desde otro enfoque, Andrea Castelli lleva al tango por senderos más contemporáneos sin renunciar a su esencia. Puertas que se abren y cierran, presencias que entran y se van, una coreografía de vínculos que se tensan y disuelven. El trío compuesto por Mariela Ayelén Gómez, Magalí Brey y Nicolás Baroni da vida a una pieza ágil y teatral, sostenida por una gran expresividad y una fuerte entrega física. La iluminación, también a cargo de Perel, encuentra en esta obra un lenguaje propio, acompañado por la música de Ana Escalada y Mariano Meneghini, con el valioso aporte coreográfico de Mario Morales y Gastón Gatti.

En otro cuarto, el tango se torna espectral. Cecilia Troncoso imagina una historia de fantasmas, donde el pasado y el presente se rozan sin tocarse del todo. Federico Luna se encuentra con una figura misteriosa —una presencia que seduce y se desvanece— interpretada por Aldana Jiménez con sutileza y magnetismo. La delicadeza de los bailarines, tanto técnica como interpretativa, le otorga espesor poético a una propuesta que bordea el realismo mágico. Nuevamente, el vestuario de Churquina y la colaboración artística de Carla Marano contribuyen a la atmósfera onírica del cuadro.
El cierre llega de la mano del grupo Noestango, que con agudeza y humor plantea un escenario distópico: el tango como campo de batalla entre la humanidad y la inteligencia artificial. La pareja compuesta por Milagros Rolandelli y Ollantay Rojas se ve interpelada —y finalmente desbordada— por la aparición de un “robot”, interpretado con precisión milimétrica por Micaela Spina. La propuesta, fresca y filosa, combina ironía, técnica y teatralidad, con un tratamiento visual que refuerza el carácter performático de la escena: luces de Agnese Lozupone y vestuario de la propia Spina coronan esta metáfora sobre la tecnología y el deseo.

Con entradas agotadas en cada función, este espectáculo de tango itinerante en Milión se consolida como una de las experiencias escénicas más singulares del circuito porteño. Un recorrido por los pliegues del tango y sus múltiples formas de vibrar en el presente.