Core meu es una obra que involucra al público desde el principio, buscando una reacción rápida desde los primeros cuadros. Y allí estaban los espectadores cubanos contestando con sus aplausos o sus silencios, para estallar al final de la pieza y recibir en la platea de la sala Avellaneda a los bailarines vibrantes de Les Ballets de Monte-Carlo
Finalmente sucedió el encuentro entre Les Ballets de Monte-Carlo y el público cubano. Un encuentro que tuvo que esperar meses, luego de que la compañía del Principado de Mónaco no pudiera llegar hasta la capital en noviembre pasado al Festival de Ballet de La Habana, a donde había sido invitada.

Este viernes, 16 de mayo, la sala Avellaneda con la prensa nacional y extranjera agolpada en el lobby, recibió a la princesa de Hannover, una mujer que llegó con toda la sencillez del mundo para escoltar a la compañía que preside y patrocina durante años, con la fe de mantenerla fuerte y diversa.
Justo la diversidad es el primer elemento que resalta en el escenario cuando aparecen unos 50 bailarines. Colores y edades disímiles conforman el elenco que, es preciso resaltar, contiene intérpretes de muchas nacionalidades, pero que da importancia a los bailarines más longevos, quienes se muestran enérgicos al lado de otros sumamente jóvenes. Les Ballets de Monte-Carlo muestra como prioridad que todos son significativos para hacer grande a una compañía.

Core meu / Mi Corazón
Con la sala Avellaneda repleta de espectadores comenzó la función de Core meu, que significa Mi corazón y da título no solo a la pieza musical, eje principal de la puesta en escena que envuelve una atmósfera de melancolía, pero de mucho ímpetu y júbilo.
La propuesta de Jean-Christophe Maillot, con vestuarios vistosos y funcionales de Salvador Mateu Andujar, se concentra en la técnica clásica para intervenir el folclor del sur de Italia, de la región de Apulia, zona amplia bañada por el mar, de naturaleza exuberante, con altas temperaturas en el verano seco y una de las regiones italianas más hermosas.
La coreografía de Jean-Christophe Maillot abraza al elenco, donde primeras figuras y cuerpo de baile cobran similar importancia. Con algunos cuadros más moderados en cuanto a movimiento y despliegue espacial, la obra del creador francés se desborda con energía en escenas vibrantes de gran formato donde la mezcla de figuras masculinas y femeninas no siguen las pautas convencionales del género y se involucran en la mirada híbrida de que todo amor es posible.

Antonio Castrignanò y los músicos Taranta Sounds
Un punto y aparte merece el músico italiano Antonio Castrignanò, un hombre que trae la tarantela salentina al siglo XXI y, con sus músicos del grupo Taranta Sounds, encuentra un término medio entre tradición y modernidad, mezclando instrumentos acústicos y electrónicos, pero, sobre todo, dándole vida con su potente voz con la que asume todas las canciones de la puesta en escena.
La música en vivo de Taranta Sounds no es valor agregado, forma parte del rotundo éxito de Core meu, coreografía que no imagino puedan hacerla con la banda sonora grabada. Antonio Castrignanò se desenvuelve tranquilo en el escenario, imprimiéndole a la obra de Jean-Christophe Maillot, el sabor caliente y amoroso del Mediterráneo.

El público, la danza y sus sortilegios
Core meu es una obra que involucra al público desde el principio, buscando una reacción rápida desde los primeros cuadros. Y allí estaban los espectadores cubanos contestando con sus aplausos o sus silencios, para estallar al final de la pieza y recibir a los bailarines de Les Ballets de Monte-Carlo, quienes rompieron el protocolo de quedarse en el escenario y bajaron bailando a la platea donde se mezclaron con la gente que también se movió al ritmo de la tarantela.

Jean-Christophe Maillot y Les Ballets de Monte-Carlo, literalmente, se han echado al público cubano en el bolsillo, han roto corazones de personas que llegaron hasta el teatro empujados por la promoción que se le hizo a la visita de la compañía del Principado de Mónaco. La energía que quedó en la sala Avellaneda del Teatro Nacional de Cuba después de la función, demostró que el ballet hace mucho tiempo dejó de ser arte elitista y que está ahí, en obras como Core meu, dispuesto a abrazar a nuevas audiencias que deseen involucrarse en la danza y sus sortilegios.