El teatro que lo vio crecer como director artístico se convirtió en escenario de una jornada emotiva que celebró la vida y obra del maestro coreógrafo.
El hall central del Teatro General San Martín se transformó el martes 24 de junio en un santuario de la memoria dancística argentina. La presentación del documental “Wainrot entre Bambalinas” – filmado por Teresa Constantini – no fue solo un estreno: fue un abrazo colectivo a uno de los creadores más trascendentes de nuestra danza contemporánea.

La jornada comenzó con las palabras del Ministro de Desarrollo Económico Hernán Lombardi, quien entregó el diploma que declara al documental de interés cultural por la Cámara de Diputados de la Nación. Pero el verdadero reconocimiento llegó cuando las luces se atenuaron y el Ballet Contemporáneo – dirigido por Andrea Chinetti y Diego Poblete – tomó el escenario para interpretar un fragmento de “Estaciones Porteñas”.
El tango eterno de Wainrot y Piazzolla
Ver “Estaciones Porteñas” en vivo es asistir a un diálogo entre dos grandes artístas. La coreografía de Wainrot sobre la música de Astor Piazzolla se desplegó con la precisión de un mecanismo de relojería y la pasión de un corazón que late al compás del bandoneón. El vestuario de Carlos Gallardo y la iluminación de Alberto Lemme crearon la atmósfera perfecta para que los 24 intérpretes del Ballet Contemporáneo se convirtieran en pura expresión.
Ellos son: Constanza Agüero, Brenda Arana, Lucía Bragados, Fiorella Federico, Daniela López, Silvina Pérez, Eliana Picallo, Andrea Pollini, Eva Prediguer, Ivana Santaella, Manuela Suarez Poch, Antonella Zanutto, Adriel Ballatore, Juan Camargo, Matías Coria, Francisco Asís, Rodrigo Etelechea, Jonás grassi, Alejo Herrera, Benjamín Lameiro, Vicente Manzoni, Boris Pereyra, Rubén Rodríguez, y Damián Sabán
La reposición coreográfica de Elizabeth Rodríguez y Melisa Buchelli demostró que este tipo de obras no mueren: se transforman, se renuevan, encuentran nuevos cuerpos que las habiten. Cada movimiento parecía susurrar la historia de un creador que supo capturar el alma porteña y proyectarla al mundo.

Memorias que construyen presente
La charla posterior, moderada por la periodista Constanza Bertollini, se convirtió en una clase magistral de historia viva. Teresa Constantini y Mauricio Wainrot compartieron no solo el proceso creativo del documental, sino las intimidades de una carrera que atravesó continentes: desde el Teatro San Martín hasta el English National Ballet, del Juilliard Dance Ensemble a la Compañía Nacional de México entre tantas otras.
Wainrot recordó sus inicios, su relación con Carlos Gallardo – esa dupla creativa que marcó una época – y su paso como Director del Ballet Contemporáneo del San Martín. Cada anécdota revelaba a un artista que nunca dejó de ser curioso, que encontró en cada nueva compañía un desafío creativo, que llevó la sensibilidad argentina a los escenarios más exigentes del mundo.
Un legado en imágenes
El broche de oro llegó en la Sala Leopoldo Lugones con la proyección de “Wainrot entre Bambalinas”. El documental – con música de Fabián Picciano y Pol Medina, sonido de Luciano Zerbatini y cámara de Hugo Colace – es mucho más que un registro biográfico: es un testimonio de cómo se construye una obra artística que trasciende su tiempo.
A través de fragmentos de “La Tempestad”, “El Mesías”, “El Diario de Ana Frank” y “Carmina Burana”, el film revela los secretos creativos de Wainrot. Los testimonios de Andrea Chinetti, Paloma Herrera, Julio Bocca y Teresa Constantini no solo contextualizan su trayectoria: la humanizan, la vuelven cercana, demuestran que detrás del coreógrafo de proyección internacional siempre latió el corazón de alguien que ama profundamente su arte.

Un patrimonio que debe perdurar
La reflexión final es inevitable: este documental debería proyectarse en cada escuela de danza del país. No como una obligación curricular, sino como un regalo a las nuevas generaciones. Porque conocer a Mauricio Wainrot es entender que la danza argentina tiene nombre propio, que nuestros creadores pueden dialogar de igual a igual con cualquier tradición del mundo sin perder su identidad.
La jornada del 24 de junio en el San Martín no fue solo un homenaje: fue una lección de amor por el arte, un recordatorio de que los grandes maestros nunca se van del todo. Siguen vivos en cada movimiento que inspiran, en cada joven bailarín que descubre su vocación, en cada espectador que se emociona hasta las lágrimas.
Mauricio Wainrot entre bambalinas y a plena luz: así lo celebramos, así lo recordamos, así lo perpetuamos.