Una noche que hizo historia: El Ballet del Teatro Colón celebró un siglo de magia en movimiento

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Gala 100 años del Ballet. Ph: Carlos Villamayor.

El Teatro Colón demostró que un centenario no se mide en años, sino en la profundidad de cada movimiento que abraza el pasado y proyecta el futuro

Hay momentos en la danza que trascienden el espectáculo para convertirse en ritual. La magia había comenzado mucho antes de que se alzara el telón. El jueves 7 de agosto, a las 20 hs, el Teatro Colón se transformó en un templo de la danza donde cada movimiento contó una historia de 100 años de excelencia artística. El Ballet Estable, bajo la dirección de Julio Bocca, ofreció una gala que no solo celebró su centenario, sino que redefinió lo que significa el legado en la danza contemporánea: una ceremonia donde cada fragmento danzado funcionó como un verso de una épica que lleva construyéndose cien años.

Estudiantes de la Carrera de Danza del Instituto Superior de Arte, bajo la dirección de Sabrina Streiff. Ph: Carlos Villamayor.

El futuro abriendo paso al pasado

La velada comenzó con una declaración de intenciones: los estudiantes de la Carrera de Danza del Instituto Superior de Arte, bajo la dirección de Sabrina Streiff, desfilaron sobre la Polonesa de Una vida por el zar de Glinka. Más que una apertura, fue una promesa. Ver a estos jóvenes artistas, desde los más pequeños hasta los adolescentes que ya intuyen su destino profesional, fue contemplar cómo la tradición se renueva generación tras generación, visible ya en los alumnos más pequeñitos y claramente expuesta en quienes se perfilan como futuros artistas.

Bailarín: Ciro Tamayo. Ph: Carlos Villamayor.

La masculinidad danzante en su esplendor

Las primeras piezas rindieron homenaje a la danza masculina con una contundencia que hizo vibrar la platea. El cuerpo masculino del Ballet Estable interpretó la escena de Paquita en la puesta de Luis Ortigoza, desplegando esa virilidad elegante que caracteriza al ballet académico. Pero fue Ciro Tamayo, bailarín español, quien incendió el escenario con su Gopak, una recreación vigorosa de la danza popular ucraniana que demostró cómo la técnica española puede abrasar cuando encuentra su cauce perfecto.

Un encuentro de generaciones sobre las tablas

La velada reunió a un elenco de ensueño que hizo historia, donde cada aparición funcionó como un capítulo diferente de una misma épica danzante.

Bailarines: Wilma Giglio y Facundo Luqui. Ph: Carlos Villamayor.

Wilma Giglio: La sylphide que tocó el cielo

El segundo acto de La Sylphide marcó uno de los momentos más íntimos de la noche. Wilma Giglio, bailarina argentina del Ballet Real de Dinamarca, no solo interpretó a la sílfide: la encarnó. Su comprensión del estilo Bournonville fue absoluta, cada port de bras una caricia al aire, cada saut de chat una conversación con lo etéreo. Esta artista no solo demostró una comprensión perfecta del personaje, sino también las herramientas técnicas y expresivas para llevarlo adelante con sutileza preciosa y finísima. Acompañada por Facundo Luqui del Ballet Estable, la pareja creó esa atmósfera romántica donde lo humano y lo sobrenatural dialogan en el idioma universal del movimiento.

Bailarinea: Luana Brunetti Mattion y Federico Fernández. Ph: Carlos Villamayor.

El cisne que voló diferente

El lago de los cisnes en la versión de Mario Galizzi trajo al escenario a Luana Brunetti Mattion, la marplatense hoy solista del Ballet Nacional de Eslovaquia, quien ofreció una Odette de perfil particular. Su interpretación, quizás menos emotiva de lo esperado, mantuvo cierta distancia poética que algunos lectores del personaje pueden encontrar fascinante. Federico Fernández, primer bailarín del Colón, como Príncipe Sigfrido, sostuvo con solvencia la complejidad dramática de este Adagio eterno que contó con el cuerpo de baile del Colón.

Bailarines: Tiler Peck y Herman Cornejo. Ph: Carlos Villamayor.

Cuando Nueva York abraza Buenos Aires

El Chaikovski Pas de Deux de Balanchine fue pura celebración y regocijo. Herman Cornejo, nuestro embajador en el American Ballet Theatre, y Tiler Peck, del New York City Ballet, crearon una química escénica que hizo honor a la tradición neoclásica. Peck, en particular, se reveló como una sorpresa absoluta e increíble: técnica depurada, musicalidad exquisita y una presencia escénica que conquistó desde el primer developpé, convirtiéndose en un deleite para contemplar.

Bailarines: María Celeste Losa y Nicolas Del Freo. Ph: Carlos Villamayor.

Balanchine y Alonso: Gigantes en diálogo

Jewels: Diamonds encontró en María Celeste Losa, solista argentina de La Scala de Milán, y Nicolas Del Freo, de esa misma compañía, intérpretes de calibre internacional para el refinamiento neoclásico de Balanchine. La precisión técnica y la elegancia estilística fueron impecables en un lenguaje decididamente académico.

Bailarines: Viengsay Valdés y Emanuel Vázquez. Ph: Carlos Villamayor.

Carmen de Alberto Alonso, creada originalmente para Maya Plisetskaya sobre música de Rodion Shchedrin, cobró nueva vida en la interpretación de la cubana Viengsay Valdés (actual directora del Ballet Nacional de Cuba) y el argentino Emanuel Vázquez.

Bailarines: Marianela Núñez, Vagram Ambartsoumian, Edgardo Trabalón, Julián Galván y Jorge Amarante. Ph: Carlos Villamayor.

Marianela: La reina que despierta ovaciones

Si hubo un momento que condensó la magia de la velada, fue la aparición de Marianela Núñez en el Adagio de la Rosa de La Bella Durmiente. La reina indiscutible de estos días eligió este insoslayable fragmento de Marius Petipa en la versión de Mario Galizzi. La elección de estar acompañada por cuatro príncipes con historia en el Colón –Vagram Ambartsoumian, Edgardo Trabalón, Julián Galván y Jorge Amarante– fue un gesto que habló de respeto y continuidad, estupendos los cuatro, ya retirados del Colón o con una extensa trayectoria en la compañía.

Los ex primeros bailarines de la casa, Silvia Bazilis y Raúl Candal aparecieron como la Reina y el Rey. Ph: Carlos Villamayor.

Pero la emoción alcanzó su cenit cuando Silvia Bazilis y Raúl Candal aparecieron como la Reina y el Rey. Ver a esta pareja legendaria del ballet argentino compartir escena fue presenciar décadas de amor por la danza cristalizadas en un instante de pura magia teatral, un emocionante homenaje que pareció sintetizar de un modo singular ese tejido invisible pero firme, esa tradición que sigue sosteniendo al Ballet del Colón, aun con todos los avatares que atravesó a lo largo de las décadas.

Carmina Burana de Mauricio Wainrot. Ph: Carlos Villamayor.

Carmina Burana: La fuerza de lo colectivo

Fortuna Imperatrix Mundi de la Carmina Burana de Mauricio Wainrot cerró la primera parte con la potencia épica que caracteriza esta creación de 1998. El cuerpo de baile y el Coro Estable, dirigido por Miguel Martínez y colocado en un segundo plano, crearon una sinfonía visual y sonora que demostró cómo el Teatro Colón entiende el arte total. La escena fue apoteósica en el mejor sentido de la palabra, imponente con la participación coral que estremeció la sala.

El territorio de lo contemporáneo

La segunda parte exploró otros lenguajes con igual convicción, desplegando un mapa emocional que atravesó la pasión latina para llegar al presente más innovador.

Bailarines: María Eva Prediger y Rodrigo Jesús Colomba. Ph: Carlos Villamayor.

Romance del diablo de Ana María Stekelman encontró en María Eva Prediger, del Ballet Contemporáneo del San Martín, y Rodrigo Jesús Colomba, del Ballet Folklórico Nacional, intérpretes ideales para el dramatismo tanguero de Piazzolla, con el bandoneón de Pablo Mainetti como invitado musical. La pieza funcionó como un puente perfecto entre tradición argentina y contemporaneidad.

Chacona de Goyo Montero, vista en esta temporada como parte del Programa mixto, fue interpretada por el elenco del Colón en un fragmento que habló de la versatilidad del cuerpo estable.

Chacona del coreografo español Goyo Montero. Ph: Carlos Villamayor.

…and Carolyn de Alan Lucien Øyen reveló la sensibilidad de Ludmila Pagliero, hasta hace poco estrella de la Ópera de París, en un dueto frágil y profundamente humano junto al increíble Daniel Proietto. La coreografía noruega encontró en estos intérpretes la delicadeza necesaria para conmover sin efectismos, creando un encuentro frágil y delicado entre personajes.

Bailarines: Ludmila Pagliero y Daniel Proietto. Ph: Carlos Villamayor.

Viktor Plotnikov y el humor que danza

From Earth sobre Mozart desplegó un lenguaje entre lo lírico y lo cómico que Sergio Neglia, hijo del recordado José Neglia –fallecido en la tragedia aérea de 1971 junto con ocho compañeros del Ballet–, y Emily Bromberg supieron navegar con inteligencia escénica. Neglia cargó su interpretación de una emotividad particular que no pasó desapercibida.

After the Rain de Christopher Wheeldon cerró este segmento contemporáneo con Natalia Pelayo y Matías Santos en un dueto misterioso que habló de la madurez artística de estos dos hermosos bailarines del Ballet Estable.

Bailarines: Emily Bromberg y Sergio Neglia. Ph: Carlos Villamayor.
Bailarines: Natalia Pelayo y Matías Santos. Ph: Carlos Villamayor.

Oscar Araiz: El maestro que sigue creando

El estreno mundial de Partita fue un regalo para los amantes de la danza contemporánea argentina y marcó un hito: el Teatro Colón no solo preserva su patrimonio, sino que continúa escribiendo historia. Araiz, con música de Lukas Foss en la que resuena extrañamente el Preludio de la Partita en Mi mayor para violín solo de J.S. Bach, creó una pieza encantadora, llena de humor y frescura, plagada de guiños a su propio universo coreográfico. Seis bailarines dieron vida a esta creación que invita a ser vista una y otra vez, descubriendo nuevos matices en cada visionado, un delicioso “ejercicio”, como diría el propio Araiz.

Partita, estreno mundial con coreografía de Oscar Araiz. Ph: Carlos Villamayor.

Don Quijote: La fiesta final

Los fragmentos de Don Quijote cerraron la velada con la energía festiva que caracteriza a esta obra. Una buena idea fue alternar en la misma variación a Juan Pablo Ledo y Jiva Velázquez como Basilio, y a Camila Bocca, Ayelén Sánchez y Rocío Agüero como Kitri, permitiendo ver diferentes aproximaciones al mismo material y enriqueciendo la experiencia escénica con las diversas personalidades artísticas de estos intérpretes del Ballet Estable.

El poder de la música en vivo

Beatrice Venezi y Manuel Coves condujeron musicalmente esta travesía centenaria con sensibilidad y precisión. La Orquesta Estable, también centenaria, se alzó como protagonista silenciosa respondiendo con el nivel que merece una institución de este calibre. Cada nota de Chaikovski, Bach y Piazzolla resonó con la precisión de una institución que entiende que la música y la danza son una sola expresión artística, creando el paisaje sonoro perfecto para cada momento de la velada.

Aplausos que no querían terminar

Cuando cayó el telón final, el Teatro Colón estalló en una ovación que se prolongó varios minutos. Los aplausos fueron interminables. No era solo aplausos, no era solo reconocimiento: era gratitud. El público de pie, muchos con lágrimas en los ojos, celebraba no solo una noche extraordinaria, sino cien años de danza que han definido la identidad cultural argentina.

Bailarines: Ayelén Sánchez, Juan Pablo Ledo, Rocío Agüero, Jiva Velázquez y Camila Bocca. Ph: Carlos Villamayor.

El legado que se construye cada día

Más allá de la celebración, la gala reveló una verdad profunda: tener un cuerpo de baile estable durante un siglo no es casualidad, es decisión cultural. Es la apuesta constante por formar, crear y transmitir. Es entender que cada función, cada ensayo, cada generación de bailarines contribuye a un relato mayor.

Esta Gala no fue un museo de glorias pasadas, sino una declaración de vigencia artística. Cada fragmento danzado funcionó como un capítulo de una historia que continúa escribiéndose, donde la tradición no es peso sino alas, donde el pasado no es nostalgia sino inspiración.

El video conmemorativo proyectado durante la velada recorrió estos 100 años de historia, mostrando rostros, momentos y emociones que han construido esta institución única en Latinoamérica.

Saludos final, la danza argentina tiene casa, tiene historia, y sobre todo, tiene futuro. Ph: Carlos Villamayor.

Una noche que proyecta el futuro

Al finalizar la velada, quedó claro que esta gala no fue un punto de llegada, sino un nuevo punto de partida. Con figuras consagradas compartiendo escena con nuevas generaciones, con estrenos mundiales junto a clásicos inmortales, el Ballet del Teatro Colón demostró que su centenario no es nostalgia: es promesa.

El Teatro Colón había demostrado que un centenario puede ser, simultáneamente, celebración del pasado y promesa de futuro. La danza argentina tiene casa, tiene historia, y sobre todo, tiene futuro. En cada movimiento de esa noche mágica del 7 de agosto, el Teatro Colón reafirmó su lugar como uno de los templos de la danza más importantes del mundo.