La icónica obra de John Cranko, basada en la novela de Pushkin, deslumbró en el Teatro Colón a lo largo de diez funciones que reunieron a figuras de talla internacional y a los elencos estables en una puesta magistral.
El Teatro Colón fue el escenario elegido para la celebración coreográfica de “Onegin”, la obra maestra de John Cranko que, con su genialidad para transformar novelas en movimiento, llevó a escena la profunda tragedia de Pushkin. La producción reunió a tres figuras internacionales de lujo: la emblemática Marianela Nuñez (Primera Bailarina del Royal Ballet de Londres), Jakob Feyferlik (Bailarín Principal del Ballet Estatal de Baviera) y el argentino Ciro Mansilla (Solista del Ballet de Stuttgart).

Con la música de Piotr Tchaikovsky, orquestada por Kurt-Heinz Stolze, la obra sumergió al público en el drama del desencuentro amoroso entre la soñadora Tatiana y el cínico Onegin, un conflicto que desata un duelo mortal y un final cargado de amargo desengaño.
Una reposición de lujo y un cuerpo de baile en estado de gracia
La reposición a cargo de Agneta y Victor Valcu, bajo la supervisión de Reid-Anderson-Gräfe, demostró una vez más que, al igual que una orquesta depende de su director, un cuerpo de baile brilla bajo una guía experta. El Ballet Estable del Teatro Colón merece una felicitación unánime: hacía tiempo que no se veía una entrega tan sincronizada, potente y expresiva en conjunto.

El deslumbramiento de una artista única
Si Cranko transforma relatos en coreografías, Marianela Nuñez convierte el movimiento en pura emoción. En la función del 12 de octubre, el teatro se iluminó con su presencia. Su Tatiana fue un viaje magistral: del enamoramiento ingenuo a la desilusión, la pasión y la desesperación final. Cada paso, cada gesto, estuvo justificado por una intensidad interior que culminó en un silencioso y desgarrador grito. El público estalló en una ovación cerrada que obligó a infinitas salidas a escena. Una interpretación que, como las de Plisetskaya o Ferri, trasciende la danza para consagrarse como arte puro.
A su lado, Jakob Feyferlik fue un Onegin técnicamente impecable, pedante y seductor, actuando como un partenaire a la altura de la magnitud de Nuñez. El elenco estable que los acompañó —Milagros Niveyro (Olga), Lucas Matzquin (Lenski), David Juárez Vizgarra (Germin), Natacha Bernabei (Larina) y Constanza Colombo (Nodriza)— compuso con gran pericia el entramado expresivo de la obra.
Otros elencos, otras luces
En funciones anteriores, también hubo destellos de alto nivel. El 5 de octubre, Ayelén Sánchez construyó una Tatiana de técnica sólida y crecimiento dramático conmovedor, secundada por un Ciro Mansilla dueño de un Onegin con solvencia técnica y compenetración actoral. La pareja de Stephanie Kessel (Olga) y Facundo Luqui (Lenski) completó un cuadro de lujo.

Broche de oro con Natalia Pelayo
Por: Martín Goyburu
El ciclo concluyó el martes 14 de octubre con un elenco que selló está producción a pura emoción. Natalia Pelayo, en el rol de Tatiana, ofreció un desempeño notable, transitando los diferentes pasajes emocionales de su personaje con una madurez artística que logró conmover a la platea. Federico Fernández supo acompañarla con solvencia, llevando a su Onegin a un muy buen nivel actoral. Rocío Agüero dotó de una expresividad notable a la jovial Olga, mientras que Matías Santos imprimió al Príncipe Gremin la presencia y la madurez que el personaje exige, cerrando con Valentín Batista (Lenski) un quinteto trágico de gran cohesión.
El público, fervoroso en todas las funciones, despidió así una producción de “Onegin” que quedará grabada en la memoria por su calidad integral, confirmando que el arte de Cranko sigue más vivo que nunca.