Los estudiantes de segundo y tercer año presentaron “Cuerpos Cautivos” y “Hasta siempre” con un nivel interpretativo que plantea la pregunta sobre la continuidad profesional de egresados formados en solo tres años
El sábado 18 de octubre, el Hall Alfredo Alcón del Teatro San Martín confirmó lo que la comunidad dancística viene observando: el Taller de Danza Contemporánea dirigido por Norma Binaghi y Damián Malvacio ha alcanzado estándares formativos que demandan respuestas institucionales urgentes. La presentación de “Cuerpos Cautivos” (fragmento) y “Hasta siempre” por estudiantes de segundo y tercer año evidenció niveles técnicos e interpretativos que trascienden lo esperable para una formación de tres años.

“Cuerpos Cautivos”, creada por Alejandro Cervera para el Ballet de Julio Bocca en 1998 y montada para el Ballet del San Martín en 2003, plantea desafíos considerables: dinámicas veloces, coordinación precisa y una musicalidad que debe sostener “la atracción, el deseo, y de cómo alguien se atreve a algo para generar un vínculo”, según palabras del propio coreógrafo. La obra, con música de Leonard Eto, fue repuesta por Sol Rourich con asistencia de Lucía Giuponni.
Los diecisiete estudiantes de segundo año —Morena Arce, José Ignacio Bárcena, Eugenia Brizzi, Zoe Martina Centeno, Agustín Crincoli, Constanza De Angeli Bordin, Gerónimo Delocca, Fiamma Ferrari, Bernarda Feuillade, Victoria Belén González, Ignacio David Herrera Chaves, Valentín Leuze, Facundo Valentino Lucero Vera, Pahola Rivas, Ulises Ismael Romano, Lucía Rolón Anselmo y Pablo Sandoval— resolvieron con excelencia técnica una coreografía creada originalmente para bailarines profesionales, transmitiendo la carga emocional de esos encuentros y desencuentros que estructuran la dramaturgia.

“Hasta siempre”, la coreografía de Analía González con música de Julia Kent, L’Orchestre de Contrebasses, Ludovico Einaudi, Yann Tiersen, Los Núñez y Ruiz Guiñazú, Abel Korzeniowski y Zbigniew Preisner, explora los vínculos humanos desde “esa fuerza que nos mueve a producir encuentros, aceptar la pérdida, la soledad, a generar espacios para encontrarse con uno mismo y con los otros”. La pieza, repuesta por el Ballet Contemporáneo en 2018 en el mismo Hall Alfredo Alcón, demanda levantadas rápidas y complejas, dinámicas contrastantes y una madurez interpretativa excepcional.
Los veinte estudiantes de tercer año —Tomás Isaías Aimaretti, Alejo Burgos Palacios, Mailén Covelo Durán, Victoria Manuela De La Barra, Gonzalo Galarza, Luciano Valentín Garro Leyes, Victoria Gavilán, Camila Rosario Hernández, Abril Istilart, Juan Manuel Jauregui, Luciano Leiter Marangoni, Franco Daniel María, Valeria Mindiola Pedraza, Lucas Olmedo Sanabria, María de los Ángeles Padilla Pasieczny, Sol Magalí Paulli, Luciana Camila Pérez, Isaías Ezequiel Sajama, Miel Solá e Isabella Stagnani— superaron ampliamente las exigencias técnicas e interpretativas de la obra.

La calidad demostrada plantea una pregunta urgente: ¿qué destino aguarda a bailarines formados en solo tres años con estándares que les permitirían integrarse a compañías profesionales? La ausencia de un Ballet Juvenil que funcione como puente entre la formación del Taller y las compañías estables genera una discontinuidad que amenaza con la emigración de talentos hacia circuitos extranjeros o su dispersión en condiciones laborales precarias.
La excelencia de los docentes y la capacidad de gestión de Binaghi y Malvacio quedan demostradas en estos resultados. Sin embargo, esta eficiencia formativa demanda respuestas institucionales a la altura: la creación de un Ballet Juvenil que permita continuar el desarrollo artístico de egresados mientras se construye repertorio específico para esa etapa formativa resulta impostergable. El crecimiento cultural de un país se mide también en su capacidad para sostener las trayectorias de quienes forma.