
La llegada de producciones con cuadros de zapateo con chapas disparó el interés de los artistas locales por reforzar sus conocimientos o iniciarse en este estilo de baile fascinante. Bebe Labougle, una de las grandes referentes de la disciplina, analiza el fenómeno.
‘Billy Elliot’, ‘Annie’, ‘Chicago’, ‘Charlie y la fábrica de chocolate’, ‘Shrek’ y sigue la lista. Varias de las producciones de teatro musical que se anuncian para la temporada 2026 en Buenos Aires tienen al tap como uno de sus grandes atractivos.
En el pasado reciente, el vibrante sonido del metal brotando de los pies estuvo presente también en ‘Pretty Woman’ y ‘La sirenita’, por mencionar sólo dos títulos de la actual temporada. Y hasta un artista como Fer Dente, con importantes proyectos teatrales entre manos (uno de ellos, ‘Company’, en el doble rol de actor y director), disfruta de compartir en redes sociales los logros en su formación en el arte del zapateo americano.

El tap vive un renacer en la Argentina. Maestros particulares e institutos de enseñanza han tenido que agregar gran cantidad de clases para dar respuesta a la demanda de artistas profesionales en busca de ensanchar sus conocimientos en esta disciplina, e incluso de bailarines amateurs contagiados por el entusiasmo de los más experimentados. ¿Este furor es sostenible en el tiempo? Esa es la gran pregunta.
SIMILITUD
“Es un proceso espectacular el que estamos viviendo, mucho más de lo que nos hubiésemos imaginado”, cuenta Bebé Labougle, docente y bailarina de gran trayectoria, quien actualmente está a cargo de la formación de los niños que aspiran a encarnar al tenaz Billy Elliot en la puesta que dirigirá Rubén Szuchmacher. “Esta es una de esas experiencias que seguramente no me voy a olvidar nunca -admite-. En parte, porque ‘Billy Elliot’ es un musical que a mí me atravesó cuando lo ví hace mucho tiempo en Londres. Yo ya era fan de la película pero no pensé que al verla en el teatro me iba a tocar de la manera en que lo hizo”.
-¿Cuál fue la razón de ese impacto?
-Es una historia muy parecida a la mía. Yo también perdí a mi madre siendo chica y bailaba a escondidas; no crecí en un lugar donde estuviera bien visto bailar. Esta profesión a mí me costó mucho. De hecho, soy maestra jardinera. Después de recibida recién me animé, con mucho miedo dejé todo y me la jugué.
-¿Y cómo fue empezar a bailar tap de grande?
-Difícil. En esa época una tenía que ser bailarina clásica primero. No es como ahora que alguna gente empieza a los veinte.

-Me contaba de su fanatismo por Billy Elliot.
-En mi casa, vos subís la escalera y te encontrás con el póster, hermoso. Y ahora, tener la oportunidad de entrenar a estos chicos es una maravilla. Gustavo Wons, el coreógrafo de ‘Billy Elliot’, me propuso como entrenadora de tap. Yo no sabía bien con qué me iba a encontrar. Inicialmente fueron dieciséis varones de entre nueve y catorce años a los que no conocía. Más de la mitad nunca había hecho tap. Comenzamos de cero, haciendo clase en la barra, y estamos terminando con unos pasos re difíciles. Pero lo más mágico es la onda que se generó en el grupo, y lo enfocados que están los chicos. Hoy que están tan lavadas la curiosidad y el desafío en un mundo donde todo es tan rápido, estos pibes siempre piden más: más pasos, más detalles, más, más.
Para alivianar el proceso de formación, Bebe echó mano a la pedagogía que aprendió de joven: organizó juegos, desplegó láminas, ensayó distintas dinámicas para que los aspirantes a Billy aprendieran a escuchar y a contar la música. Esto, sumado a clases de canto, teatro y danza clásica que los postulantes también reciben de forma gratuita. “Se irán de acá con un material increíble”, arriesga. El camino hacia el estreno comenzó en mayo con clases de tap dance tres veces por semana. En vacaciones de invierno reforzaron con encuentros diarios. El empuje de los chicos hizo el resto. “Hace cuarenta años que soy docente y sé que muchas veces el grupo no ayuda. Pero la energía que se generó acá es increíble, la manera en que se ayudan es digna de un estudio sociológico”.

-Sobre todo, porque los chicos saben que no todos van a llegar a actuar en el escenario del Opera.
-Exacto. Yo llegaba a casa muy entusiasmada y les contaba a mis hijas. Un día, una de ellas vino a acompañarme y al salir me dijo “recién ahora te entiendo, mamá. Nunca vi una cosa igual”. Es mágico lo que sucede. Tal vez a mí me ayudó el hecho de saber trabajar con chicos, y tener la cintura de jugar y divertirnos entre todos.
-¿En qué aspecto del tap puso el énfasis?
-Les entrené mucho el ojo. En tap es importante aprender no sólo el paso en sí sino el cómo: cómo frasear, cómo meterlo en la música. Eso fue lo que más les entrené, para que el día que Gustavo les marque una coreografía puedan tomarla con facilidad.
EL BOOM
En un plano más general, Labougle destaca el fenómeno que se ha generado en torno a los musicales en ciernes y su relación con el tap. “Muchos adultos que aspiran a tener un rol en las obras han empezado a perfeccionarse. Los ves en las clases de las mellizas (Ale y Ati Castro Videla), Leo Robaglio, Melisa Galarce, Agustín Almirón, Araceli González Fabiani. A la vez, hay gente que viendo este movimiento me escribe: ‘quiero volver a tomar clases’. ¡Es algo increíble! Las melli, en su estudio Twins Tap, no paran de abrir clases para preparar las audiciones. Yo misma tuve muchos alumnos particulares. Es muy loco lo que está ocurriendo”.

Ya a comienzos de este año, las niñas y niños que sueñan con formar parte del elenco de ‘Billy Elliot’ encendieron la mecha: para audicionar debían enviar un video zapateando, y los padres recurrieron a docentes profesionales para que los ayudaran a armar sus rutinas. “Se ha vuelto a hablar del tap, renació el interés por este baile que es tan hermoso, y eso nos pone a todos los que integramos esta comunidad muy contentos”.
“En los últimos quince años la danza se ha transformado mucho y los musicales han tomado otros caminos coreográficos que hicieron que el tap quedará relegado. Los musicales clásicos con cuadros de tap hoy no abundan, excepto algún revival. Si pensamos en la calle Corrientes, hace mucho tiempo que no hay grandes musicales al estilo de ‘Jazz, Swing, Tap’.”
-¿Cuál es el atractivo del tap que hace que se lo añore tanto?
-Lo visual, seguro, pero también la vibración que provoca la percusión, que alcanza al espectador desde otro lado. Hay estudios hechos sobre el ritmo interno de las personas, el latido del corazón, la cadencia al andar. Lo rítmico pulsa otras fibras del ser humano.
En ese sentido, Labougle (que es docente de las cátedras Tap I y II en la UNA) planta bandera al decir que “el tap es mucho más que una moda. Quizás lo que nos esté faltando sea integrarlo con los nuevos lenguajes: que haya números de urbano con tap, por ejemplo. Necesitamos reinventarlo”.
La historia del claqué, admite, ha tenido sus vaivenes. “Después de la época dorada de Hollywood se vino abajo. Recién en los años ’90 lo remontaron Brenda Bufalino, Gregory Hines, Savion Glover, con musicales como ‘Bring in ‘Da Noise, Bring in ‘Da Funk’. Pero después de eso volvió a caer. Hoy, la globalización e Internet hacen que todo se superponga, entonces la gente se enfrenta a mil opciones. Antes, si no bailabas clásico o contemporáneo, la única opción viable era el tap. No estaban la zumba, la salsa ni el hip hop”.

EL SIGUIENTE NIVEL
A favor de la danza que abraza con tanta pasión menciona Bebe que “la pueden bailar personas de cualquier edad, uno de setenta con uno de quince”. Otros estilos son menos abarcativos aunque poseen sus propios atractivos: “Hoy vas al gimnasio y te dan clase de zumba gratis, y está buenísimo, bienvenido sea. La zumba acercó la danza a la masa. En cambio, los de mi camada tuvimos que formarnos en jazz, en tap, en theatre dance. Pero yo que padecí ser marginada por no haber sido formada en el clásico le doy la bienvenida a estas nuevas posibilidades”.
-Las escuelas de teatro musical no incluyen al tap dance en sus programas. ¿Por qué cree?
-No lo sé. Pero los coreógrafos que tuvimos la suerte de que vinieran en los ’90 nos decían que el tap entrena al artista de una manera que no lo hace ninguna otra disciplina. Y eso se ve clarito. El tap te setea el cerebro y hace que puedas mirar algo y entender a la perfección cómo entra en la música. Sólo el tap te entrena en la disociación rítmica para poder cantar y bailar al mismo tiempo, aprendés a entonar la melodía mientras abajo seguís haciendo el ritmo. Siempre les digo a mis alumnos: el día que ustedes logren ejecutar una variación cantándola, van a estar en otro nivel.
-¿Este furor que vive la actividad será sostenible en el tiempo?
-Yo pienso que sí. Todas estas obras que se vienen reavivaron la llama y los maestros estamos contentos. A toda la comunidad del tap que la viene remando y buscando espacios, esto le vino muy bien. En todos los musicales se puede colar algo de tap: en un puente musical, en una transición. Ni hablar en los espectáculos infantiles. Yo creo que si no lo aprovechan, se lo pierden.






