Por: Beba González Toledo
Hay obras que no se limitan a revisitar un mito: lo atraviesan, lo abren, lo exponen en su respiración más íntima. EVA: Cuando el cuerpo se vuelve santuario se inscribe en esa línea. No busca reconstruir a Eva Perón desde la cronología ni desde el bronce, sino desde la fisura donde conviven la mujer y la figura consagrada por el pueblo. En La Catedral Club, un espacio ya habituado a las búsquedas que desbordan la escena, la pieza convoca a un espectador dispuesto a atravesar un rito: el de mirar cómo un cuerpo se vuelve memoria encarnada, súplica, resistencia y pregunta.

Moar, nos presenta a cuatro jóvenes mujeres que abordan —con una explicitud pocas veces vista— la interioridad de los distintos rostros de Eva en sus últimos días y de la Evita eterna. Son presencias que contienen un dolor apenas sostenido, un grito silenciado por la voluntad política y amorosa que la sostuvo en vida. Su interioridad se revela en la fuerza de su palabra:
“…he de trabajar noche y día por hacer felices a los descamisados, porque sé que cumplo así con la Patria y con Perón…”
“Estén alertas. El enemigo acecha… Pero nosotros somos el pueblo y yo sé que estando el pueblo alerta somos invencibles…”

Es el dolor de irse antes de tiempo, de no poder seguir luchando junto a su pueblo. Y también la última paz: ese derrame de pétalos de rosas sobre su figura —como el que recayó simbólicamente tantas veces sobre “Santa Evita”—, aquí reconstruido en escena como gesto poético y político.
Todo esto se despliega en una sucesión de acciones performáticas interpretadas con intensidad por Bárbara Contreras, Juana Gaitán Acosta, Lara Bogado, Mara Doval y Mariángeles Regiardo, acompañadas por la música en vivo de Regina Manfredi, cuyo trabajo sostiene y amplifica el clima emocional de la propuesta.
Este primer recorrido se entrelaza con la concepción global de la obra presentada oficialmente como EVA: Cuando el Cuerpo se Vuelve Santuario, creación de Ángeles Moar, que llegó a La Catedral Club para solo dos funciones. Lejos de la biografía ilustrada, Moar elige instalar el cuerpo de Eva en un dispositivo escénico inspirado en la “vitrina de museo moderno”: un espacio ambiguo donde conviven devoción y análisis, distancia y cercanía. Eva aparece como tensión viva entre lo humano y lo sagrado, entre la carne frágil y la imagen inmortalizada por millones.
La dramaturgia física de la obra transita —con precisión coreográfica y vibración simbólica— ese territorio en que la religiosidad popular se mezcla con el mito político. Cada gesto, cada oración, cada caída parece preguntar: ¿qué queda de Eva cuando la historia se vuelve cuerpo? Las intérpretes sostienen esa pregunta como si cargaran, a la vez, un duelo, una promesa y un país entero.

El universo visual se completa con el vestuario diseñado por Florencia Valentini y con la escultura creada por Etelvina Verdún, piezas que refuerzan la tensión entre objeto sagrado y cuerpo profano. La producción artística es de Celeste Gramajo, la producción general de Maia Armando y la dirección general de Martin Izcua, bajo el sello de la productora Ideas Descabelladas, que viene impulsando obras donde arte, memoria y contexto dialogan con lucidez.







