Nunca quise renunciar a mi carne

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Nunca quise renunciar a mi carne. Ph: Jesica Echarri.

Por Camila Hassan

La creación de Sofía Rypka y Ana Pellegrini se presentó en el Centro Cultural Borges, en el marco del programa Situar Danza. El origen de una excitación. Una tragedia. La deformación pictórica como cada detalle visceral del gesto. La preparación para la nada. Un robo. Un nudo de tiempo. La potencia y la destrucción. El despliegue de un baile. Un drama real o una epifanía.

En el exterior, el movimiento no cesa, las calles en su auge y la aceleración de una ciudad que no se detiene. En el interior, sobre el escenario, una representación estática de cinco artistas que aguardan el ingreso del público sorprendidos por la figura que los recibe. Una imagen que rememora a las estatuas realizadas a semejanza del ser humano para transmitir su esencia. Réplicas fieles del ser, éste es el eje de la historia.

De esta misma manera lo explica Sofía Rypka: “Generamos diversos dispositivos de copia, extrañamiento, contagio, robo de lo que entendimos como la carne. La posibilidad de encarnar mi danza y la de otrx. Mi archivo como disparador de tensión. El cuerpo como núcleo de acción, memoria e individualidad”.

El silencio inmutable es interrumpido por unos pocos golpes musicales que despiertan el movimiento. El cuadro es atravesado por un cartel que proclama el título de la obra. De pronto, las miradas concilian una órbita e inicia el espacio coreográfico de expresión corporal. Los sonidos del corpóreos toman protagonismo: exhalaciones, suspiros y los golpes de los pasos en el suelo generan la música.  

Desde el inicio se puede destacar la entrega personal de cada intérprete. Así lo afirma Ana Pellegrini: “El concepto surgió casi intuitivamente para nombrar aquello que nos diferenciaba como bailarines, algo más amplio que la danza: nuestra forma de habitar el movimiento, nosotrxs mismxs y todo lo que traemos; una expresión de identidad”.

Desde el inicio se puede destacar la entrega personal de cada intérprete. Ph: Jesica Echarri.

El acto El trágico robo de lo que era mío y de nadie da lugar a un eje transversal: “intento imposible de dejar de ser unx para querer ser otrx”. Los dúos que bailan se desafían a replicar sus movimientos hasta llegar a estar en sincronía, aunque sea con medio tiempo de diferencia.

Según Pellegrini, “la obra está estructurada a partir de intentos imposibles de renunciar a nuestro ser. Buscamos trabajar con aquello que permanece en nuestros cuerpos, rastreamos los restos de un pasado latente para pensarlo como un material potencial”.

Esta idea es una referencia constante, incluso en la composición musical de Juan Ignacio Varela y Franco Donadío. El audio varía desde percusión, algo de música electrónica,hasta  guiños arrabaleros. La estructura se sostiene, pero el paradigma pasa por distintas etapas, como la lujuria; los gritos en silencio acompañados por tambores de La preparación para la nada y la fuerza de El drama real que intentó ser un baile y no pudo.

El trabajo transita un abanico de emociones hasta el final: Mi carne es mi muerte. Los intérpretes se presentan en una línea recta, con zapatillas habitués de la diaria, rodilleras blancas, pantalones color ocre apagado, un torso que exhibe más de lo que la piel puede disimular y caras emotivas que transmiten todo sin gesto ni palabras.

Nunca quise renunciar a mi carne, es una creación de Sofía Rypka y Ana Pellegrini. Ph: Jesica Echarri.

En este contexto, Rypka hace su entrega al público: “Entendemos que la potencia y la destrucción física son casi un mismo gesto. A partir del acopio de tensión muscular, dejamos que acontezca un final. La pauta apunta a acumular tono, casi hasta el mareo. Personalmente, permito que el estado devenga a partir de la búsqueda física, dejar de producir”.

El cuadro es sencillo, podría hacer alusión a un breve monólogo con varias personas. La oscuridad del escenario es interrumpida por algunas luces blancas muy delicadas que permiten la expresión de cada personaje. Están inmutables, llenos de energía, como una descarga eléctrica que se desborda hasta la punta de los dedos y al explotar no queda más que suavidad. Un breve intercambio de miradas, sonrisas, las luces se encienden y la sala se llena de emoción.

Nunca quise renunciar a mi carne, es nuestra ópera prima y nos abrió la posibilidad de trabajar con compañeros a los que admiramos mucho y habitar nuevos roles”. Ana Pellegrini.

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Periodista recibida de TEA. Actualmente curso en UNDAV con el fin de ampliar mis conocimientos en periodismo. Con formación en danza jazz y clásica desde temprana edad, me considero una apasionada del género. Realicé notas en diversos medios digitales, como Bikini Burka (Madrid, España), plataformas con perspectivas medioambientales y colaboré en redacciones para temáticas de sociedad.