El viernes 17 de noviembre, en la Sala Astor Piazzolla del Centro Provincial de las Artes Teatro Argentino de la capital bonaerense, se estrenó Puro Juego, un exquisito recorrido por la vida artística de Oscar Araiz, a través del minucioso trabajo documental de Daniel Evans en codirección con el protagonista. Un filme que emociona, hace docencia y lleva al centro de la escena los disparadores que accionan en el universo creativo de la danza.
Pensar en una línea argumental, cronológica, sistemática y previsible, es una tarea imposible en el retrato o relato del perfil de un artista como Oscar Araiz. Y Daniel Evans y el propio protagonista lograron desentramar a los ojos de los espectadores el micro mundo de la inagotable inspiración del coreógrafo, bailarín, dibujante y creador infinito.
A lo largo de casi dos horas de desarrollo, Puro Juego cobra cuerpo desde el deseo, las pulsiones, la energía y ese arraigo indisoluble con las sensibilidades de la vida misma. Con un enfoque de extrema originalidad, cada cuadro se hace dueño de un puñado de disparadores inquietantes, movilizadores, sutiles, capaces de desnudar aquellos detalles que emergen posteriormente como el núcleo central de un trabajo coreográfico que quienes observan desde la platea no imaginan.
Un Araiz soñador, creador desde los trazos más increíbles en sus borradores de trabajo; un mayúsculo intérprete a través de sus coreografías de toda esa vertiente inoxidable y arrebatadora de un lenguaje que transcribe su inspiración en el arte de Dore Hoyer, Renate Schottelius, Ana Itelman y Élide Locardi, entre tantos otros maestros. Y un arquitecto de las sutilezas, que se entrega minuciosamente a la docencia en cada una de sus reflexiones acerca de la creatividad, la sensibilidad, la frecuencia energética, el poder de la música y la poesía de la danza.
Escenas de ensayos que van y vienen, imágenes de los espectáculos, backstage, Araiz en la tranquilidad de su hogar, sus libros, bocetos y los discos. No existe un guion cronológico, todo es una caricia visual a su propio ritmo, el de voz pausada, íntima y profunda. En cada relato la cámara actúa como los propios ojos del protagonista, quizás en ese propósito de ser parte cercana a un mundo tan suyo, tan único y de sello inconfundible que marcó definitivamente la historia de la danza contemporánea.
Sus años en el Ballet del Grand Théâtre de Ginebra, en la compañía del Teatro San Martín, con su “familia” de UNSAM Danza y el Ballet Contemporáneo, por citar sólo algunos, dan lugar a una mixtura con imágenes de un valor documental fabuloso, que remiten a sus primeros años en La Plata y de sus destinos europeos.
Puro juego no es un abordaje fílmico que retrata a un artista. Es una retrospectiva de una forma de vida, en la que se asocia el arte en su conjunto, la danza y un perfil humano que vuelca sobre ella, y de manera cabal, ese cosmos lúdico, desestructurado, libre y de una belleza irrefutable. Y que también tiene la sabiduría de signar un camino conductor hacia el presente y lo que vendrá: la danza, su pulsión, el permanente deseo, la energía vital y el campo soñado del juego, el gran juego de la vida.