La Compañía Federal de Danzas Argentina, bajo la dirección de Juan Pablo Ledo y con la participación de diversos grupos artísticos, se presentó el viernes 1 de diciembre en una única función.
La suite del segundo acto de Giselle abrió el telón, una pieza emotiva y bien contada. En ocasiones la capacidad actoral estuvo por encima de la danza. Sin embargo, y a pesar de algunos inconvenientes técnicos, el cuerpo de baile resolvió adecuadamente la presentación.
Cabe destacar el trabajo de Caterina Stutz en el rol protagónico y la coordinación de las bailarinas que representaron a las Willis en los cuadros grupales. Para la segunda mitad del acto, la pareja principal Stutz – Prozzi demostró todo su virtuosismo y en el amanecer, donde culmina la historia, pudieron transmitir emocionalidad al público.
La siguiente pieza estuvo a cargo de La revuelta. La presentación folklórica desbordó de actitud, técnica y energía. La estética estuvo centrada en lo terrenal de la danza. La química, la proyección y el dramatismo hicieron a la manera de contar la historia que se reflejóen la respuesta de todo el público presente.
Los bailarines Maia Roldán y Rodrigo Colomba demostraron romanticismo, sinergia, y alegría. En una pieza de zamba y chacarera, “dejaron el cuerpo bailando”, cómo se dice popularmente. La emotividad de la danza es un lugar de encuentro: en ocasiones la conexión con los intérpretes es inmediata y en otras, no tanto. Pero en esta oportunidad, la pareja de bailarines, con un fondo de atardecer, emocionó sin duda alguna.
Entre otras obras, se esperaba con ansias el estreno de Almas en pena, la creación de Juan Pablo Ledo que superó las expectativas. Cada pieza del conjunto de la noche, estuvo en sincronía. Sin embargo, la composición del director fue diferente: según quien lo interprete, puede parecer hasta un paseo por sus pensamientos, invita al público a ser parte de su emocionalidad y lo traslada desde su rol y en el conjunto.
Se pueden ver guiños neoclásicos y a la vez, destellos de nostalgia constante, como una película antigua donde el invierno hace al drama y el claroscuro toma protagonismo. Los colores del vestuario y la escenografía, se mantienen dentro de una gama que se acopla con la atmósfera. Podría decirse que bajo algunas miradas es no argumental, no obstante el juego con las sombras y las luces, cuenta una historia que mantuvo expectante a los presentes.
En su 40° aniversario, el ballet Hispania estrenó En-Verea Coetus, que aportó dinamismo y sorpresa a la velada. Con coreografía de Natalia Bonansea y Juan Pedro Delgado Romero, las bailaoras junto al ex bailarín del Teatro Colón, Omar Urraspuro, realizaron un trabajo que mantuvo al espectador al borde del asiento. Entre arengas y sonidos que no permitían sacar la atención de encima, el grupo deslumbró durante la gala.
Por su parte, la compañía Taco, punta y traspié comenzó con un clásico arrabalero: Cité Tango de Astor Piazzolla. La presentación se destacó por los principales ejes del ritmo con el que se identifica una cultura. Los artistas interpretaron con gracia y sensualidad hasta los trucos más complejos.
Cabe destacar el trabajo de los bailarines, Daniela Pachamé y Juan Braida que cautivaron con velocidad y estilo. A su vez, el solo del mismo Juan Pablo Ledo, con Invierno Porteño, también con música de Piazzolla, sorprendió con un ritmo totalmente distinto, modificó el clima de la sala y la sensación fue de intimidad entre sus emociones y las del espectador. Generó un espaciode atención constante, la imagen del bailarín acompañado por un banquito rojo que hacía de partenaire fue emotiva y muy bien lograda.
Parte de esta cercanía,invitó a la introspección. La idea principal pasó por distintas etapas: amor, desamor, ira, angustia, desesperación y la melancolía del tango. Esta fusión de tangoy ballet, no es necesariamente argumental, sin embargo comparte una historia que cada espectadorpuede interpretar de manera subjetiva.