Como cada diciembre, El Cascanueces regresa al escenario del Teatro Colón para renovar una tradición que enlaza música, danza e imaginación. En esta versión, el Ballet Estable ofrece una lectura fresca y sensible, pensada desde la mirada de la infancia.
Cada fin de año, El Cascanueces vuelve a desplegar su universo de fantasía en los escenarios más importantes del mundo. La reposición de este ballet para las fiestas navideñas se ha convertido en un rito compartido, y el Ballet Estable del Teatro Colón renueva ese gesto con una puesta que combina tradición y sensibilidad.

Compuesta por Piotr Ilich Tchaikovski a partir del cuento de E.T.A. Hoffmann, la obra narra la historia de la familia Stahlbaum y de Clara, quien recibe como regalo de Navidad un Cascanueces de manos de su padrino, el misterioso Drosselmeyer. Tras la partida de los invitados y ya sumida en el sueño, Clara emprende un viaje al Reino de las Golosinas junto a su juguete, atravesando danzas de distintas regiones del mundo, hasta despertar y comprender que todo ha sido parte de un sueño.
La coreografía de Silvia Bazilis propone una lectura lograda desde la perspectiva de un niño, aportando frescura y claridad narrativa, cualidades que permitieron captar especialmente la atención del público infantil, como se evidenció en la función del domingo 14 de diciembre.

Uno de los aciertos de la puesta se da desde el inicio: al abrirse el telón, el frente de la casa se presenta como una escena viva, permitiendo al espectador observar, a través de las ventanas, la llegada de los invitados, generando una sensación de cercanía e inmersión.
Los grandes títeres funcionan como signos escénicos que remiten al carácter de cada danza: el toro para la española, el dragón para la china, reforzando el clima mágico que atraviesa la obra.
En la función del domingo 14, Rocío Agüero se destacó en el rol de Clara, exhibiendo una técnica sólida y clara. Lucas Erni interpretó al Cascanueces con aplomo, bellos saltos y un efectivo trabajo como partenaire. Matías Santos aportó al personaje de Drosselmeyer el misterio necesario para sostener el relato.

Bazilis introduce además una cuota de humor que Luciano García logra transmitir con eficacia en su composición del Rey de los Ratones. Los roles familiares —Padre, Madre, Abuelo y Abuela— interpretados por Nahuel Prozzi, Natacha Bernabei, Julián Galván y Maricel De Mitri, alcanzaron la teatralidad requerida.
En las danzas de carácter sobresalieron Sofía Ramela y Jiva Velázquez en la Danza Española; Nicolás Scianca y Sebastián Bustos en la Danza Rusa; y Milagros Niveyro junto a Alan Pereyra en la Danza Árabe, por su nivel técnico e interpretativo.
El cuerpo de baile mostró una evolución visible en el Vals de las Flores y en los Copos de Nieve, aunque aún podría profundizar el plano expresivo por sobre el técnico. A lo largo de la obra, los dúos creados por Bazilis aportan momentos de lirismo y delicadeza.

En síntesis, se trata de un espectáculo que propone una mirada renovada sobre un clásico abordado por grandes artistas, del que Silvia Bazilis sale airosa. Por su calidad y sensibilidad, esta versión debería volver a presentarse el próximo año para alumnos de escuelas primarias municipales y escuelas de danza, en funciones gratuitas que permitan acercar esta joya del repertorio a nuevas generaciones.






