El domingo 7 de diciembre se realizó por primera vez la entrega de los Martín Fierro de la Danza, en el Golden Center de Parque Norte, con transmisión a través de Canal A y diversas plataformas digitales. El acontecimiento marcó un hito largamente esperado: la incorporación formal de la danza al universo de los premios más emblemáticos del espectáculo argentino.
La iniciativa fue impulsada en 2024 por la doctora Mahyra Saad y la coreógrafa Karina Armendáriz, quienes llevaron el proyecto a la órbita de APTRA con el objetivo de otorgarle a la danza un espacio de reconocimiento hasta ahora impensado dentro de este ámbito. Bajo la presidencia de Luis Ventura, la asociación concretó una ceremonia que convocó a un público numeroso y entusiasta, evidenciando el interés y la expectativa que generó esta primera edición.

El jurado, integrado por Laura Roatta, Javier Sánchez, Silvana Cascardo, Amir Thaleb, Soledad Bayona, Andrea Martín (presidenta de la CID UNESCO) y Mario Juangorena, tuvo a su cargo la evaluación de las distintas categorías y estilos, con la intención declarada de recorrer expresiones de la danza en todo el país.
El momento central de la noche llegó con la entrega del Martín Fierro de Oro, que distinguió a dos figuras fundamentales de la escena nacional: Julio Bocca —ausente en la ceremonia— y Eleonora Cassano, quien agradeció a APTRA y al jurado por la distinción, y dedicó el premio a su familia, sostén indispensable de su extensa trayectoria artística.


Los reconocimientos a la trayectoria destacaron a Hernán Piquín; al Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, bajo la dirección de Andrea Chinetti, junto a Diego Poblete, Cecilia Figaredo y al maestro José Zartmann; y a Aníbal Pachano, premiado por su recorrido en la creación y la dirección artística. La conducción del evento estuvo a cargo de Virginia Gallardo, mientras que Noelia Marzol, Silvina Escudero y Julieta Poggio participaron como anunciantes de los galardones.

Más allá del valor simbólico de esta primera entrega, surgieron interrogantes que merecen ser señalados. Si bien el Martín Fierro de la Danza se plantea como un premio de alcance federal, resultó llamativo que el jurado no haya podido observar el desempeño de bailarines pertenecientes a compañías oficiales o al circuito independiente, y que varias distinciones recayeran en estudiantes de academias privadas. Tal reconocimiento podría entenderse como un estímulo al talento y la dedicación, pero abre un debate cuando se otorga un Martín Fierro —premio históricamente asociado a trayectorias profesionales— a niños en etapa de formación. A ello se sumó la sorpresa de ver, en más de una ocasión, a miembros del jurado subir al escenario para recibir premios en representación de institutos de su propiedad.

Desde Balletin Dance valoramos especialmente el esfuerzo y la convicción de Mahyra Saad y Karina Armendáriz para que la danza accediera, por fin, a este espacio de visibilidad. Al mismo tiempo, esperamos que en las próximas ediciones el foco se amplíe hacia los artistas que desarrollan su labor profesional en los distintos ámbitos de la danza argentina, para que este premio, nacido con una intención celebratoria y reparadora, consolide el prestigio que su nombre conlleva.






