Por Sonia Cabral
“…desde los paisajes a nuestro arte, historias y leyendas, el compartir nuestras historias fue un punto fundamental para amalgamar al grupo y creo que ahí estuvo la clave para tener un exitoso enero entre todos”. Catriel Guajardo
La temporada de Festivales en el país ya transita su fin, sobre todo aquellos que están relacionados con el folklore. Los encuentros reúnen más de diez mil personas en promedio por noche. Una buena parte de las presentaciones tienen una duración de hasta 10 noches de emisión y, a nivel musical, para los artistas representan el mayor despliegue laboral de cada año.
Hay una expectativa creada durante muchos meses. El foco está puesto en el trabajo del verano, que a su vez asegura la difusión para el resto del año. Los bailarines de folklore no escapan a esta modalidad, pero tienen menos posibilidades. No todos los festivales incluyen ballets dentro de sus programaciones, por lo tanto la presencia de la danza como expresión cultural e identidad regional, es escasa.
Entre estos espacios, el Festival Nacional de Folklore de Cosquín, en la provincia de Córdoba, es un punto de referencia ineludible para esta disciplina. A finales de cada año se realiza una convocatoria para incorporar nuevos valores al ballet oficial del festival. Este 2024 se celebró la 64ª edición y el Ballet Oficial, que abre el escenario cada noche para iniciar el festejo, no solo deslumbró con su magia de vestuario, energía y destreza coreográfica, sino que tuvo hasta un pedido de matrimonio.
Lucía Bracco y Ricardo Lorenzatti, no sólo ganaron tras 10 años de presentarse en el Pre Cosquín, sino que, además, emocionaron al público con una propuesta de matrimonio. Los rosarinos fueron protagonistas de ese sagrado plano, donde el bailarín arrodillado puso las alianzas frente a su compañera y alzó a la platea en ovación. Esta complicidad de público y artistas hacen comprensible el valor del vínculo establecido y en la apropiación que la gente en general realiza sobre sus fiestas populares.
Nos encontramos ante la evolución y el crecimiento de un fuerte protagonismo del ballet en los escenarios populares y dentro de la esencia misma de un festival. Y junto a esa condición protagónica se gesta el federalismo. El folklore, que tuvo mayor difusión, siempre está relacionado con ritmos del noroeste y el nordeste del país. Los participantes que pueden ingresar al ballet se acercan desde las provincias limítrofes principalmente. Las provincias más australes o lejanas, con sus particularidades, muchas veces no se ven reflejadas.
Tres bailarines patagónicos integran el ballet este año: Marcelo Vidal (28) participa por sexta vez y Giuliana Mangione (25) son oriundos de Río Gallegos, mientras que Catriel Guajardo (27) es de Río Turbio. Seleccionados entre 270 aspirantes. En diálogo con Balletin Dance, quienes ingresaron por primera vez, dejaron su visión al respecto.
Catriel Guajardo, es artista de la provincia de Santa Cruz, nieto de un trabajador de las minas de carbón, rioturbiense, hijo de madre bailarina y padre cantautor, compositor referente de la canción patagónica y estudia en la UNA en Buenos Aires. Dicha consanguinidad lo convierte en exponente fiel de su carga cultural sin lugar a dudas.
La danza, como disciplina, brinda nuevos espacios para el desarrollo de los bailarines, antes quizá considerados como un contenido agregado visual en los escenarios grandes.
Vos que ya tenés un recorrido en ella ¿Percibís este cambio o este avance? ¿Cómo lo vivís?
Año a año se logran nuevos pasos en el camino de esta profesión ancestral. Es muy importante tener en claro que hace tiempo dejamos de ser ese relleno para otros artistas, cuando artistas en el escenario somos todos los que lo compartimos. En la profesión, se avanza de la mejor manera posible y comprendo que el granito de arena que aportamos cada uno es importante para sostener lo que nos dejaron como legado y lo que dejaremos también para quienes vienen. Vivo el hoy, de este hermoso mundo de la danza y a flor de piel. Me dió muchísimo y cada día trato de devolver un poco más, aunque sé que no me alcanza la vida para tanta gratitud hacia este oficio.
¿Por dónde debería seguir este proceso?
Creo firmemente que el camino es generar visibilidad, sentarse a charlar y debatir, mostrarles a nuestros amigos que no son del palo de qué se trata esto y por sobre todo defenderlo, más ahora que nos toca resistir y lograr espacios donde la contención sea fundamental para afrontar lo que está sucediendo en el contexto nacional. Resistir desde el arte, para aliviar los dolores y fortalecer el amor.
Antes de audicionar para el ballet oficial de Cosquín o para otros Festivales, donde además se compite por premios ¿Cómo es la preparación profesional de un bailarín de folklore?
Suele ser distinto para cada artista de la danza, a veces te preparas durante meses y otras veces uno puede “tirarse a la pileta y probar”. Para mí prepararse es la mejor opción. Depende del grado de importancia que uno le dé al objetivo. Se pone en juego lo emocional y mental, hay que tener cuidado para afrontar las malas noticias si no se logra el objetivo real. Todo es aprendizaje y debemos tomarlo de buena manera para sumar a nuestra carrera. Pocas veces me tocó estar del lado de “no llegar” y por suerte aprendí a transformar la tristeza en fuerza para el motor y seguir adelante. Nunca olvidemos que sin derrota no hay aprendizaje para lograr la victoria.
Si tenemos en cuenta tu ascendencia artística y tu consanguinidad ¿Cómo crees que aportas culturalmente al grupo?
Desde que tengo noción de todo lo que compone mi existencia, siempre llevo la bandera de mi región y busco demostrar, a toda persona ajena a ella, que existe muchísimo por conocer. Desde los paisajes hasta nuestro arte, historias y leyendas. Compartimos nuestras historias, fue un punto fundamental para amalgamar al grupo y creo que ahí estuvo la clave para tener un exitoso enero entre todos.
Toda persona con la que hablé de mi región se ha llevado un poco de información para indagar aún más y eso me pone muy contento. Depende de nosotros continuar el legado y tener cada vez más información de lo que tiene que ver con la Patagonia: estudiar, reproducir, investigar y crear para que se siga enriqueciendo nuestra cultura y nuestra tierra, que tanto tiene para dar.
El grupo es muy numeroso, 24 parejas ¿Cómo fue la relación y el vínculo entre ustedes?
Si bien, el total real de bailarines fue de 50, casi la mitad, convivíamos en La Colonia. A quienes entramos por audición y no tenemos domicilio en Cosquín se nos brindó alojamiento. La convivencia fue exquisita. Durante los primeros días nos conocimos y entendimos nuestros tiempos para compartir las áreas comunes y las horas de descanso, no hubo incomodidad ni inconvenientes graves, esto habla muy bien del grupo y la energía que logramos cultivar.
Actualmente, compartimos nuestras vidas a través de whatsapp, en el grupo que tenemos armado desde la primera semana de Cosquín. Formamos lazos muy fuertes y no está en nuestros planes soltarlos. Creo que las experiencias bien logradas como ésta dejan personas cerca para toda la vida, y eso es lo lindo del folklore.
¿Cuáles son tus expectativas para este año y los siguientes?
Quisiera poder ir a mi provincia y entregar a mi gente toda esta información que cosecho y comparto hace unos años para que puedan avanzar aún más. La información tarda mucho en llegar hasta allí, pero por una cuestión de la falta de gestión y compromiso por parte de los entes gubernamentales, es clave continuar la educación y formación de toda persona que quiera transitar el oficio.
Hay una mala enseñanza que hace creer que con lo que saben ya está. No es así, hay que aprender a relacionarse y prepararse arduamente desde lo físico, hasta las diferentes disciplinas que ofrece la danza para tener mayor ductilidad a la hora de enfrentarse a las audiciones y distintos objetivos. Fomentar la unión entre los que estamos para dar mejores posibilidades a los que vienen, abrir el abanico. Sembrar el futuro.
Giuliana Mangione es bailarina, nació en Río Gallegos, Santa Cruz y estudia en la UNA, en Buenos Aires. La artista también hizo foco en la gestión regional y en la formación profesional propia más allá de las fronteras.
“Percibo este avance de la danza sobre nuevos espacios, claramente. Siempre puede ser en mejores condiciones, o incluir más posibilidades para que los artistas se sientan realmente valorados y cuidados. Nosotros mismos brindamos espacios de clases y de aprendizaje, a veces compartidos con colegas de otras provincias. Considero aún mejor, que los municipios y gobiernos de las provincias patagónicas sean los que generen estos espacios de encuentro y desarrollo para los artistas”, explicó Mangione.
“Gracias a mi recorrido, apoyado al 100% por mi familia y cercanos, tengo la posibilidad de vivir escenarios y espacios de crecimiento maravillosos. Las oportunidades no se generan de la misma manera para todas las personas, o bien, no se pueden aprovechar por circunstancias económicas”, reflexionó la bailarina.
La artista patagónica hizo alusión a sus raíces: “siento que tengo mucho por aportar, más que nada a mi provincia, Santa Cruz. Más allá de la danza como disciplina, considero de suma importancia lograr abrir mentes. Hay mucho más de lo que se nos ofrece en el sur, tanto en clases, estilos, espacios y maestros. Trabajamos en un proyecto con el fin de presentarlo ante los Municipios de la Patagonia para que contribuyan económicamente al desarrollo de los bailarines regionales. De esta manera, podremos volver a nuestras provincias y continuar una formación con nuevas capacitaciones profesionales. Buscamos aportar este conocimiento a nuestra cultura.
Juan Martín Goris dirige el Ballet Oficial 2024 junto a Valeria Gómez. El artista manifestó satisfacción por los resultados logrados.
¿Cuál crees que fue la diferencia en esta nueva selección de bailarines?
Las y los integrantes del cuerpo estable que funciona todo el año en Cosquín dejan algunas vacantes. La dinámica de la convocatoria para cubrirlas desde hace 10 años es la misma, pero cada año se presentan bailarines más preparados en cuanto al lenguaje de la danza y encontramos formaciones sólidas profesionalmente. Nos exige a nosotros, como directores, estar preparados para sus consultas y contención durante un mes a cada una y cada uno de ellos desde todo punto de vista. Se producen “preguntas” literal y conceptualmente hablando, que esperan una “respuesta satisfactoria”.
Hubo tres bailarines patagónicos este año, ¿Estás de acuerdo en que ese detalle confiere al Ballet y a la Organización del Festival una necesaria federalización?
La federalización de este espacio siempre fue una premisa para nosotros. Antes el Ballet Camin con sus directores a cargo, que fueron nuestros formadores, al hoy Ballet Oficial, con nosotros dos al frente queremos que cada bailarina y cada bailarín de nuestro país tenga la posibilidad de vivir la experiencia de pisar el Atahualpa Yupanqui, para los bailarines folklóricos: la meca de los escenarios. Tratamos de mantener este principio. A veces las vacantes son más, a veces son menos, pero invitamos a todo el país danzante a que forme parte de esta audición. Luego por cuestiones de logística el número que forma la compañía generalmente es de 50 personas más el equipo de trabajo.
La federalización nos enriquece desde todo punto de vista. El paisaje que trae consigo cada persona embellece el trabajo y el producto final, que por momentos pasa a ser de creación colectiva.
¿Qué balance arrojó la presencia del ballet en el escenario y la coordinación cotidiana por fuera de él?
El balance que hacemos con Valeria Gómez es altamente positivo, tanto en lo artístico como en la convivencia diaria. Estamos muy contentos con el equipo de trabajo que formamos. Invitamos a dos integrantes del Ballet Folklórico Nacional para cumplir con la tarea de maestros coreógrafos: Gabriela Ponce de León y Juan Manuel Visetti, como también con la maestra en técnica contemporánea Mariel Della Vella.
El desafío de llevar al escenario dos propuestas para la apertura era muy grande. Trabajamos con versiones musicales nuevas, cada una de ellas, con diferentes vestuarios, distintas corporalidades, y hasta un diseño coreográfico que se diferencia entre sí.
Pese a todo esto pudimos llegar a buen puerto, gracias a la calidad humana del cuerpo de bailarinas y bailarines que se formó este año. Un grupo maravilloso, no solamente en lo virtuoso de su danza si no en la riqueza y calidez individual. Cincuenta personas, más el equipo de trabajo, bregamos para que todo saliera tal cual lo soñamos con mi compañera de trabajo.