La 25º edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana reunió en diez días, un amplio abanico de estéticas coreográficas.  La danza contemporánea se cuela poco a poco en su programación, respondiendo a las tendencias mundiales. En esta entrega algunos invitados

 

Nuestro país, la República Argentina, estuvo magistralmente representado en este último Festival, por artistas radicados fuera y dentro de nuestro territorio. Desde Buenos Aires, el Buenos Aires Ballet, agrupación liderada por Federico Fernández, llevó un programa de noche completa integrado por diversos tangos y Bastones Dorados de Leonardo Reale, que causó sensación, en sus funciones de la Sala Covarrubias del Teatro Nacional. El grupo integrado por bailarines del Teatro Colón y del Argentino de La Plata (además de Fernández, Julieta Paul, Marianela Bidondo, Devid Gómez, Aldana Percivati, Melisa Heredia, Miguel Angel Klug, Bautista Parada y Nina Zaera del Ballet Metropolitano) fue convincente en su entrega.

Julio Bocca, es uno de los invitados especiales del encuentro, desde que inició su carrera profesional. Adorado por el público y la crítica cubana, más allá de sus compromisos internacionales siempre encuentra la manera de acercarse personalmente a La Habana en esta fecha, donde es agasajado desde que aterriza en la Isla. En su rol de director del Ballet Nacional de Uruguay, Sodre, llevó este año a María Noel Ricetto y a Gustavo Carvalho.

Daniel Proietto desde Noruega se presentó como bailarín y coreógrafo, con una de las piezas mejor juzgadas de esta edición (ver Balletin Dance Nº 260, diciembre de 2016). El cubano Javier Torres -que no falta a ningún Festival- con la uruguaya Lucía Solari (ambos del Northern Ballet), mostró interesantes coreografías del argentino Demis Volpi, entre otras propuestas (no argentinas). Y Julio López, estuvo presente con Piazzola en Concierto, dúo que bailaron Laura Valentín (Balleteatro Nacional de Puerto Rico) con Patricio Revé (Cuba).

Gracias a la Embajada de Francia, nuestra compatriota Cecilia Bengolea mostró Dub Love junto a Ana Pi y Françoise Chagnaud en la sala El Ciervo Encantado (poco antes había pasado por el Teatro de la Ribera de Buenos Aires). Una obra agotadora, con música electrónica (DJ en vivo) y el uso de zapatillas de puntas para burlarse de la gravedad, en una estética ajena por completo al mundo del Festival de Ballet que dejó a todos boquiabiertos.

 

Destacados

De las 21 compañías de ballet de todo el mundo que estuvieron presentes en el último Festival Internacional de Ballet de La Habana (con 61 coreografías), se destacó la actuación de Les Grands Ballets Canadiens, con Black Milk, el final de Project 5 del israelí Ohad Naharim, interpretado fantásticamente por cinco varones del elenco.

Además de la Martha Graham Dance Company (ver Balletin Dance Nº  261, enero de 2017) llegaron a Cuba desde Estados Unidos, representantes del New York City Ballet para ofrecer el más puro Balanchine: Joaquín de Luz -uno de los bailarines que nunca falta al Festival- junto a Ashley Bouder; Justin Peck (coreógrafo residente del NYCB) llevó sus obras con un grupo formado ad hoc (Dance Americana). También estuvo el Ballet West con un neoclásico de virtuosismo autómata, y nuevamente Brooklyn Mack -de un negro profundo[1]– (Washington Ballet), que enloqueció a la audiencia con su vigor, junto a Viengsay Valdés (BNC) en El Corsario.

El cubano Osiel Gouneo (Munich Ballet) se lució con Viengsay Valdés en un Don Quijote plagado de juegos virtuosos, al igual que la impactante rusa María Kochetkova (American Ballet Theatre-San Francisco Ballet) con Joel Carreño (Ballet Nacional de Noruega). Ambas parejas imperdibles. Por su parte, la sierraleonesa Michaela Deprince (también de profunda negrura, Ballet Nacional de Holanda) descolló en Las Llamas de París, junto al joven François Llorente (BNC).

El Universal Ballet de Corea del Sur llevó a La Habana Claro de Luna, un precioso duo de Shim Chung, basado en un cuento popular coreano, que interpretaron armónicamente Hyemin Hwang y Dongtak Lee. Mientras que el Ballet Nacional de Mongolia, ofreció Migración un convincente duo a cargo de Dugaraa Altankhuyag y la cubana Ginete Moncho (que viene destacándose en el BNC).

 

Personalidades

Entre los invitados especiales, estuvieron Aurélie Dupond (directora del Ballet de la Opera de Paris) que a pesar de la insistencia cubana no bailó, y  Azari Plisestki que realizó una inolvidable charla en rueda de prensa con Aurora Bosch, relatando las historias que juntos vivieron en los inicios del BNC, además de ensayar a las primeras figuras de este Festival.

[1] En el ballet clásico, los bailarines de piel negra todavía siguen siendo una excepción a nivel mundial. No es así el caso de Cuba, que ha tenido grandes estrellas, desde los orígenes mismos del BNC