En los Albores de la Revolución Francesa

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Jesús Marrero Díaz, Anastasia Gavrilenkova y cuerpo de baile. Foto: Andreas Lander

Balletin Dance asistió a las funciones de La Fille Mal Gardée en versión de Gonzalo Galguera, a cargo del Ballet de Magdeburg, a 230 años de su estreno

 

El innovador coreógrafo Joan Dauberval fue el primero en llevar al escenario La Fille Mal Gardée, en Bordeaux (Francia) el 1º de Julio 1789, con el apoyo de un potpurri musical compuesto por Peter Ludwig Hertel y basado, como costumbre, en una orquestación de ritmos y melodías populares exitosas de la época tomadas de composiciones operísticas.

La campesina Lise ama y es amada por el sirviente Colas, pero, según la voluntad de su madre Simone, ella ha sido prometida al rico y torpe Alain. Pero después de varias vicisitudes cómicas e intrincadas Simone cede y concede el matrimonio de los dos enamorados. Tal argumento en los albores de la revolución francesa representó un cambio de rumbo en la escritura coreográfica de la época, acostumbrada a temáticas míticas destinadas al entretenimiento y a la celebración del rey de turno. A su manera La Fille Mal Gardée es un ballet revolucionario sin tratar el tema de la revolución. En Magdeburg (Alemania) Balletin Dance presenció la versión de su director, el cubano Gonzalo Galguera.

Después de Dauberval fue el turno de su estudiante Jean-Pierre Aumer (1809-1828, entre Viena y París) que marcó otro importante paso adelante, al coreografiar este ballet sobre un arreglo musical de Ferdinand Hérold, realzado años después por la fama de Fanny Essler, la célebre bailarina austríaca que hizo del rol de Lise uno de sus caballos de batalla. Con esa misma partitura musical, aunque readaptada, Frederick Ashton creó su famosa versión para el Royal Ballet de Londres en 1960, que representa la más célebre en Europa hoy en día.

Pero antes, la música de Hertel fue retomada por Filippo Taglioni en 1864 para su personal visión de La Fille Mal Gardée en Berlín, que constituirá la base para el desarrollo de la tradicional puesta rusa y consecuentemente cubana. Marius Petipa comienza con esta obra su colaboración con Lev Ivanov en 1885, seguidos por Gorski en 1905 y 1916, y la de Alicia Alonso en 1960.

Como sucesión de esta breve línea genealógica, se engarza la versión de Gonzalo Galguera, director cubano de la compañía del Ballet de Magdeburg desde hace 12 años, que se embarcó en la tarea de poner en escena esta coreografía, más allá de las limitaciones ofrecidas por la reducida planta orgánica de la compañía. Aunque no sea pequeña (22 bailarines), no es suficiente para completar una producción tan ligada a la tradición.

El mayor mérito de Galguera es, sin dudas, el deseo de innovación dentro del condicionamiento de la estructura típica del ballet. En la revuelta de los campesinos contra Simone por un pago en dinero, la detención de algunos de ellos, y, sobre el final, la carrera hacia la revolución enarbolando la bandera francesa, fueron intentos que hubieran necesitado un desarrollo dramatúrgico más amplio. Una desviación más marcada de la estructura original o la renuncia de algunos momentos de bravura, a menudo menos necesarios.

Es de suponer, que con mayor experiencia y rutina los bailarines lograrán adquirir la incisividad requerida de las pantomimas, determinantes por el desarrollo del argumento. Eficaces fueron los cuartetos en los que Alain (como un nerd) tiene el rol principal, que desataron hilaridad en el público, que respondió positivamente.

Para concluir, un aplauso para la dramaturga Ulrike Schröder por un discurso preliminar bien apasionado y puntual.

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Nació en Taranto, Italia. Allí se formó como bailarín y en Florencia en la escuela del “Balletto di Toscana”, donde también estudió historia de la danza con Silvia Poletti, célebre profesora, periodista y crítica de danza. Empezó su carrera profesional como integrante del ballet de la Ópera de Leipzig (Alemania) bajo la dirección de Paul Chalmer, y siguió trabajando con Robert North en la compañía de los Teatros de Krefeld y Mönchengladbach. Bailó en la compañía de Ballet de la Ópera de Graz (Austria) bajo la dirección de Jörg Weinöhl (2015-2018) y de Beate Vollack (2019-2020). Desde 2020 se desempeñó en el rol de Souffleur para la ópera y ocasionalmente en calidad de Regieassistent. A partir del verano 2022 continuó evolucionando su visión artística en el Teatro de Regensburg en Alemania como Regieassistent y coreógrafo. En el verano de 2023 comenzará su labor con ese mismo rol, en el Teatro de la ciudad de Bremen.