En Escena

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María Kochetkova y Joaquín de Luz en Giselle. Foto: Alicia Sanguinetti

La tercera entrega dedicada al Festival Internacional de Ballet de La Habana (28 de octubre al 6 de noviembre) destaca algunos de los mejores momentos de los tres o cuatro espectáculos diarios que se ofrecieron durante diez días en los diferentes teatros de la capital cubana

 

Esta edición del Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, celebraba el 70º aniversario del Ballet Nacional de Cuba, y albergó -como es habitual- propuestas tradicionales y actuales. De todas ellas, se mencionan en este artículo apenas algunas.

El Ballet Nacional de Praga, llevó a La Habana un programa extenso y de variados estilos. Con técnica dificilísima, destacándose Mabul de Ohad Naharin, Vértigo de Mauro Bigonzetti, Firebreather de Katarzyna Kozielska (interpretado por el impresionante Youn Sik Kim) y un Quijote magistral a cargo de Alina Nann y Ondøej Vinklát.

Bajo el nombre de Estrellas del American Ballet, un grupo de bailarines ofreció un programa inspirado en el estilo estadounidense de danza, al que no le faltó algo de Broadway. Allí Tres Hombres con coreografía e interpretación de Denys Drozdyuk, Joseph Gatti y Daniel Ulbritch (con música de Astor Piazzolla) destacó por la excelente combinación de ballet, jazz y hip hop magistralmente interpretado.

El Teatro de Danza danés dirigido por Pontus Lidberg llevó a Cuba Sirena un juego de roles de género para el Ulises de la mitología griega; el Ballet del Gran Teatro de Ginebra mostró Carmina Burana de Claude Brumachon, una entrega totalmente actual, que destacó las diferencias de cada bailarín, con espectaculares trajes, en un sinfín de situaciones.

Gretel Batista y Serguei Sydorsky (Dance Alive) impresionaron a la audiencia con La Bayadera; Yanela Piñera y Camilo Ramos (Queensland) emocionaron con Sueño de una Noche de Verano de Liam Scarlet; Adiarys Almeida y Taras Domitrio (¡qué príncipe!) hicieron caer abajo el teatro por los aplausos, al finalizar su pas de deux del Cisne Negro. Elizabeth Beyer (Ellison Ballet) y Daniel Sarabia ofrecieron un maravilloso Grand Pas Classique (ella es una bailarina preciosa); Lissi Báez y Jorge Baranic (Ballet de Monterey y Cincinatti Ballet) mostraron aquello que parece imposible de realizar en Llamas de París; Dayesi Torriente y Arian Molina (Pennsylvania Ballet) hicieron Volver de Telmo Moreira (Piazzolla) con cantidad de trucos de efectos que enloquecieron a la platea; Marizé Fumero y Arionel Vargas (Milwaukee Ballet) encantaron al público con El Corsario.

María Kochetkova y Joaquín de Luz deslumbraron en el pas de deux de Giselle (una de las mejores entregas de este festival), al punto de cortar la respiración del público; y ella junto al gigante Sebastian Kloborg hizo At the End of the Day de David Dawson un juego de tamaños, luces y sombras para el lucimiento de la pequeña Kochetkova. Rasta Thomas en Phrases de Roger C. Jeffrey desnudó el alma sobre el escenario; Petra Conti y Fernando Montaño (Ballet del Teatro alla Scala de Milán y Royal Ballet de Inglaterra) llamaron la atención por las complicaciones técnicas que ofrecieron en Paquita, él también mostró un solo de su autoría sobre partituras de Piazzolla; Anujin Otgontugs y Altan Duragaa (Ballet de Mongolia) mostraron Skillful Khan de Yury Yanowsky una fusión (música y coreográfica) de todos los clásicos; mientras que Isabella Boylston y Aram Bell (ABT) llevaron a Cuba el conmovedor pas de deux del balcón de Romeo y Julieta de Kenneth MacMillan y un Don Quixote para recordar (muy musicales, con riesgosos agregados virtuosos, que hicieron de manera impecable). Marian Walter (Ballet de Berlín) ofreció Lacrimosa de Guala Pandi, de exquisita factura contemporánea con momentos muy inspirados, y junto a Rainer Krenstetter (Miami City Ballet) mostraron un fragmento de Poust o Las Intermitencias del Corazón de Roland Petit, una escena amorosa con dos atléticas esculturas en escena.

Camila Bocca, Macarena Giménez, Juan Pablo Ledo y Maximiliano Iglesias (Ballet del Teatro Colón) llevaron dos pas de deux que alternaron en las dos diferentes funciones que hicieron: El Corsario y El Cascanueces de Rudolf Nureyev (demasiado complicado para este tipo de galas). Fueron elegantes y profesionales, dando lo mejor de sí. Ledo se destacó por su experiencia, bien plantado en escena, Bocca con su simpatía y claridad de movimientos, Giménez por la suavidad de sus brazos.

Leticia Calvete y Florient Cador (Europa Ballet) fue otra de las duplas arriesgadas del evento, en Is there Anybody in There? de Peter Breuer, con cierta violencia (pero no entre ellos), saltos a la distancia y caídas desenfrenadas; Julie Charlet (Ballet de Toulousse) y Javier Torres (Northern Ballet)  hicieron La Reina Muerta de Kader Belarbi de compleja profundidad y La Arlesiana de Roland Petit, con un in crescendo enloquecido que termina en suicidio, un gran trabajo actoral.

Chanell Cabrera y Yankiel Vázquez de los más jóvenes del elenco anfitrión, mostraron los avances de la técnica cubana de ballet y hasta dónde es posible llegar en Las Llamas de París, al igual que Claudia García y Raúl Abreu en El Corsario; Ginett Moncho y Adrián Sánchez muy elegantes en Aguas Primaverales.

Irene Rodríguez mostró El Mito con su compañía, con el telón apenas levantado para que el zapateo flamenco se adueñe de la imagen, un recurso utilizado pero que supo manejar impecablemente. Regresó Carmen de Alberto Alonso, en la versión creada para Alicia Alonso, que permitió el lucimiento de Grettel Morejón como protagonista (que se lesionó en escena al patinar, pero terminó toda la pieza como si nada hubiera pasado). Y no faltaron los clásicos: La Bella Durmiente, Don Quijote, El Lago de los Cisnes (una producción preciosa), La Flauta Mágica, tanto en versiones integrales como en suites compaginadas para un solo acto. Pedro Consuegra presentó un acto de La Cenicienta que además lo devolvió al escenario con una fantástica interpretación de la madrastra y el destaque de Bárbara Fabelo como Hada de la Justicia.

Por otra parte, hubo un lindísimo homenaje por el 75º aniversario del debut de Alicia Alonso en Giselle, que sumó proyecciones (videos y fotos) de la diva junto a cantidad de inolvidables partenaires y un reparto en escena que alternó los protagónicos entre Viengsay Valdés, Sadaise Arencibia y Grettel Morejón / Dani Hernández, Raúl Abreu y Rafael Quenedit. Por supuesto se presentó en versión completa con diferentes intérpretes durante todo el festival (se destacó Claudia García como Myrta, y Viengasy Valdés en su veta dramática), la versión de Alicia Alonso siempre resulta magnífica, con toda la simbología del romanticismo.