Existe un túnel del tiempo

0
600
Oscar Araiz, maestro, coreógrafo creador y gestionador de ballets. Ph: Alicia Sanguinetti

                                                      (es)

Todo tiempo presente (podría ser) un pasado mejor

                                                    (fue)

Existe un túnel del tiempo. El túnel existe. En el porteño Almagro. Conecta esferas distintas de tiempo y espacio. Pioneros de la danza contemporánea argentina lo usan para transmitir tesoros al presente. Ahí están los coreógrafos y bailarines de los años sesenta, los inventores de la cosa, que habían sido depositarios a su vez del fuego sagrado de las vanguardias de los veinte… y así.

Esta alquimia ocurre. Está ocurriendo. Lo increíble es que -seguramente por artes de magia, azar, o vaya uno a saber por qué- en esta era de descomposición digital de los cuerpos, aquellos jóvenes sabios de los 60s y 70s siguen siendo sabios y siguen transmitiendo habilidades.

Lo magia se produce en el taller “La danza como construcción poética – teatral”,  en la Asociación Arte XXI. Lo que allí pasa es mejor aún que viajar hacia el pasado (aunque ganas no faltan). Es recuperar el hilo que liga todos los tiempos de la excelencia de las mejores tradiciones argentinas.

Aunque resulta rústico, cabe ser explícito. Los protagonistas de aquella aventura moderna que aún viven. Se organizaron en la escuela que dirige el ex bailarín Guido de Benedetti y que coordina Alberto Arcajo.

Allí Andrea Chinetti y Oscar Araiz siguen experimentando, siguen jugando, siguen creando. Y para hacerlo completo subieron a esa nave de los locos a antiguos compañeros de ruta.

He aquí la crónica de lo que toda persona que apueste vincularse a la danza hoy, debería tratar de experimentar. Ya.

La palabra Danza

Por: Paula Lena

Estudiantes dialogan con mujeres de cabezas plateadas y otras de ropajes y cabellos coloridos. Rostros que dejan ver su experiencia, bocas que han contado cientos de miles de ochos, brazos que se han alzado incontables veces, rodillas que se han flexionado y estirado y seguirán haciéndolo. Porque así son estas damas de la danza contemporánea: incansables, despiertas, inquietas, sedientas. Algunas de ellas formadoras del actual Ballet Contemporáneo del Teatro San Martin en los idos 70s. Otras precursoras de los estilos más experimentales (*).

Suena la voz de María Casares jugando con los versos de Lope de Vega. Los viejos conocidos se mueven en esa cercanía de cuerpos  – conversas en danza. Sus preguntas encuentran en la voz del Maestro respuestas sobre la importancia de la autodisciplina.

Sofía Ballve en acción. Ph: Alicia Sanguinetti

Las reflexiones de aquellas creadoras e intérpretes con kilometraje propio hacen más contundente el trabajo de establecer los cimientos. “Lo más simple es lo más difícil” es fundacional para esta clase.

Doris Petroni trae material callejero para su ejercicio. Sofia Ballvé trabaja con gestos de una peli de terror. Mecha Fernández aporta un sombrero que podría ser su próximo compañero de baile. Ellas que son docentes, coreógrafas, tienen sus propios grupos y/o escuelas, dirigen compañías oficiales, son docentes en las universidades, acá son alumnas. Buenas alumnas, que hacen su tarea, que abren sus oídos, ponen a disposición sus cuerpos experimentados y sus mentes llenas de preguntas y certezas en manos del profesor.

Doris Petroni. Ph: Alicia Sanguinetti

La siguiente generación también se zambulle a este milhojas temporoespacial. Milena Plebs deconstruye su 2X4 recordando su tiempos del Taller de Danza del San Martin y Marcela Suez hace lo propio por bulerías o por tangos.

Los retoños entran en acción. La juventud de hoy aparece con todo por hacer, la energía rebotando y las caras de complicidad con sus profes, convertidos en colegas y los profes de sus profes también.

“No me gustaría hablar de jóvenes y adultos. Suponiendo que existieran dos categorías tan determinantes, en las dos hay de todo. Por supuesto que trabajar con esta gente mayor es un placer, son ratas de teatro, saben de todo, han pasado por todo, han tenido experiencia con gente maravillosa que ya no está. Entonces vienen cargadas de sabiduría. Pero ya no tienen la liviandad de otrora. Ahí nos tratamos de encontrar. Eso pido a los jóvenes. Con cada uno hay una manera de comunicarse. Me encantaría juntarlos a todos en una obra”, señala Oscar Araiz, maestro coreógrafos creador y gestionador de ballets, el hombre a cargo.

“No me gustaría hablar de jóvenes y adultos….”. Ph: Alicia Sanguinetti

Es que en este salón pareciera haberse dibujado la línea de tiempo (o el árbol genealógico) de la danza experimental y contemporánea de Buenos Aires. Bailarines de entre 18 y 80 años trabajando juntos, consultándose, poniéndose de acuerdo en los desplazamientos,  asintiendo a las indicaciones de  Yamil Ostrovsky que es oído y voz del guía.

Hay tanto talento lapidado, por lapidar, lapidándose en este salón, que se necesitan dos pares de oídos y dos voces para que nada se desperdicie. Y para que la construcción se lleve a cabo poética y humanamente. Es necesario que los ladrillos que ya hicieron parte de otras casas se renueven, se sacudan la arena y junto a los que salieron de fábrica ayer, se levante un nuevo edificio.

Oscar Araiz y Yamil Ostrovsky. Ph: Alicia Sanguinetti

El cemento que los une es la danza pensada y experimentada que propone el Maestro. Una danza inclusiva sin edadismo.

“Es una responsabilidad, no me considero un maestro. Soy una persona con experiencia que puede estimular, sugerir cosas a otro. Puedo contar mi experiencia, que es generalmente lo que hago. Esta es mi manera. Hay muchas otras. Vamos a ver cuáles son esas otras maneras. Estoy siempre abriendo a posibilidades. La diferencia entre enseñar y guiar es que enseñar seria decir: esto está bien, esto está mal. Guiar es darte opciones y que te hagas responsable de lo que elijas y, quizás, compartir esa responsabilidad.”

Aráiz mira a todas con detenimiento, sus ojos entrenadísimos pueden ver cada intento, cada pequeño gesto. No se los puede engañar; son ojos que desde hace décadas ven danza. La danza de bailarines, cantantes, actores, personas de todo tipo.

Usa su voz suave como una plomada. Propone un cambio de intensión, de intensidad, de atención. En sus palabras aparecen desde otros coreógrafos internacionales hasta el filósofo George Ivánovich Gurdjieff. Las palabras, dice, son necesarias para bailar. Decir la danza, ponerle sonido al gesto que se transformará en movimiento de danza y mensaje completado por la mirada del público. Usa herramientas bien conocidas y a estrenar (claro, él también sigue puliendo).

Aráiz mira a todas con detenimiento, sus ojos entrenadísimos pueden ver cada intento, cada pequeño gesto. Ph: Alicia Sanguinetti

Elena Kruk recuerda una de sus obras más famosas, una que algunas de ellas (ahora alumnas) bailaron en su momento. Las nuevas generaciones vieron hace poco una reposición de esta pieza. Araiz sabe bien que tiene un material humano muy diverso (y por eso mismo potencialmente complementario) con el cual trabajar. Entonces sus observaciones y guías son quirúrgicas. Pero el humor está presente y la delicadeza también.

Las fronteras generacionales se disuelven (casi) imperceptiblemente. ¡A no confundirse! Araiz es exigente, da tarea para el hogar, pone de relevancia el valor del proceso de creación, del saber mirar la danza y para eso brinda más herramientas. ¿Formar alumnas de 80 años? ¿Seguir formando bailarines, coreógrafos de 60, 40, 20? ¡Si! Con este alumnado de tanta y tan variopinta experiencia se multiplican los disparadores creativos. La vieja telenovela “Rolando Rivas taxista”, una nueva de Thalia, una mascota, la fila del colectivo y un libro, pueden ser el origen de un espectáculo muy interesante. O por lo menos de un aprendizaje artístico en comunión.

Araiz dice que no las quiere complicar con tantas palabras. “Podemos jugar. Todo el tiempo hay juego. Diferentes formas de decir lo mismo. Todo cambia tan rápido que ni siquiera las cosas que recordamos son como las recordamos. Y acá entramos en un terreno filosófico. La filosofía es bastante delicada para nuestra profesión, en general la danza es más orgánica, intuitiva, sugestiva, no tan de la palabra. Y por algo elegimos una expresión donde no se habla. Hay una racionalidad oculta.” Sin embargo todos se atreven a bailar las palabras y a filosofar con el cuerpo.

Hay gente anotando, probando, pensando, observando, recalculando. Oscar Araiz respeta los procesos personales y las cualidades y dificultades de cada una. Toma de ellas y les devuelve más tareas (para la construcción). Al final de la sesión hay abrazos, besos, hay “gracias Maestro”, un “hasta la semana próxima” donde la danza no será solo aprenderse movimientos.  Será pensada, sentida, edificada con palabras, gestos, objetos, ideas maravillosas y transgeneracionales. La palabra danza en plena refacción.

Hay gente anotando, probando, pensando, observando, recalculando. Ph: Alicia Sanguinetti

Araiz, que vuelve a no querer que lo llaman “maestro” está ensayando con Antonella Zanutto un solo llamado Tanagra para re estrenar el 2 de noviembre en evento de la Fundación Amigos del Teatro San Martin. 

Habrá también una sorpresa un documental sobre su vida y obra, resultado de 10 años de registro fílmico hecho por Daniel Evans. “Es un proyecto hermoso, que además cuenta la historia de una compañía que no existe más…” desliza.

(*) Participan Doris Petroni, Fabiana Candela Albarracín, Sofía Ballve, Lourdes Barilin, Camila Barraza, Andrea Bengochea, Valeria Bula, Marcela Chiummiento, Micaela del Torto, Mecha Fernández, Cecilia Gesualdo, Miriam Gurvanov, Elena Kruk, Milena Plebs, Gloria Ponssa, Marcela Suez, Beatriz Zuloaga, Fiamma Ferrari, Candela Frojan, Luca Gómez, Sofía Granel, Ana Paula Muñecas.

Artículo anteriorConvocatoria para Festivales Argentinos
Artículo siguienteMachinal con cinco funciones en El Cubo
Paula Lena
Licenciada y profesora de Historia – PUC Minas Gerais, Brasil. Estudió danza clásica, contemporánea, danza teatro, composición coreográfica, tango y actuación. Desde 1989 dedicada a la danza del vientre y danzas orientales folklóricas femeninas, formada por maestros nativos de Medio Oriente. Practica Giro Sufi desde 2006 y desde 2009 es discípula de la Orden Sufí Naqshabandiya. Dicta talleres en su propio estudio y en Brasil, Uruguay, Chile, Portugal y España. Ha publicado artículos en diferentes medios gráficos y digitales, sobre su investigación en historia y técnica de la danza árabe femenina.