Daiana Ruiz de Mendoza a Stuttgart

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Daiana Ruiz. Ph: Axel Brand.

Por: Patricia Casañas

Había una vez una nena en Mendoza que tenía tres años y estaba siempre bailando. Es más: su familia fungía como improvisada platea de sus primeros escarceos coreográficos. Su mamá, profesora de danza, buscó y buscó una escuela donde la nena diera sus primeros pasos (nunca mejor aplicado este término), pero en ningún lado tomaban alumnas tan chiquitas. Fue entonces cuando decidió fundar ella misma su propia escuela, con un curso especial de iniciación a la danza para su hija y otras nenas de su edad. Pasaron unos años y Patricia Motos, la mamá de la nena, viajó a Buenos Aires para tomar un curso para maestros en el Teatro Colón. La nena la acompañó y supo que ése era el lugar donde quería estar y bailar.

La nena ya no lo es más, y previo paso por el Ballet Estable del Teatro Colón, ahora brilla como solista en el legendario Ballet de Stuttgart, el mismo que albergó a estrellas como Marcia Haydée, Richard Cragun, Birgit Keil, Egon Madsen y tantos otros. Se llama Daiana Ruiz, y dialogó con Balletin Dance desde la ciudad alemana.

– Andrea Bengochea le dijo a mi mamá que me presentara para ingresar en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón (ISATC). Entré, pero a mi papá no le dieron el traslado a Buenos Aires en su trabajo. Así que al año siguiente me fui sola, con doce años, y mi mamá viajaba cada quince días. Los primeros años trabajé con Paula Argüelles, y luego con Martín Miranda y Tatiana Fesenko. ¡Es realmente increíble como ha pasado el tiempo desde mis comienzos en Mendoza, este año hicimos una gala por los treinta años de la escuela de mi mamá!

Daiana Ruiz. Ph: Stuttgarter Ballett.

– Hace seis años que estás en el Ballet de Stuttgart, desde abril de 2016. ¿Por qué elegiste esta compañía?

– Cuando vine a Europa mi idea no era quedarme sino tener una experiencia, y vine a Stuttgart porque siempre admiré mucho los ballets de John Cranko, quise venir a la cuna de estos ballets. Llegué para tomar clases nada más, porque no había audiciones, pero el director me vio y me contrató. Hay integrantes de muchas nacionalidades y se genera un interesante intercambio artístico, cada uno puede aportar sus distintas raíces y su forma diferente de interpretar roles, de trabajar. Argentinos somos Ciro Mansilla y yo, que somos solistas, y también Joaquín Gaubeca, que es aprendiz. Hay bastantes latinoamericanos, sobre todo brasileños.

– ¿Cómo es un día tuyo?

– Habitualmente trabajamos seis días a la semana (el cuerpo de baile trabaja cinco días), ocho horas entre clases y ensayos. Cuando hay funciones la rutina cambia: trabajamos hasta las 14 y luego hacemos la función. Tenemos ciento diez funciones por año, con producciones intercaladas, muchos ballets en simultáneo, alternando roles también. Es decir, hoy hacemos una obra y mañana otra. Ese fue para mí el mayor cambio a adaptarme, yo tenía otra forma de trabajo en la Argentina. Aquí estás descalza en una pieza y en la siguiente con puntas.

– ¿Sentiste que desde el punto de vista técnico estabas preparada para ese ritmo?

– Sí, y en este sentido estoy muy agradecida con la experiencia que adquirí en el ISATC, tuve una escuela fuerte, es como un legado que voy a llevar durante toda mi carrera. Y el Ballet del Colón me dio la exposición escénica. Muchas cosas las aprendí en Stuttgart, pero tengo una base muy grande.

Obra: Pure Bliss Bliss de Johan Inger. Bailarines: Daiana Ruiz y Adrian Oldenburger. Ph: Stuttgarter Ballett.

– ¿También en el ámbito de lo contemporáneo?

– Aquí trabajé con bailarines del Nederlands Dans Theater e hice workshops, lo que me dio una capacidad más amplia para abordar distintos lenguajes, porque no tenía tanta experiencia en contemporáneo. Nuestro director Tamas Detrich trata de traer coreógrafos y maestros invitados, pero siempre están nuestros Cranko y el repertorio es muy versátil. Me siento muy cómoda en contemporáneo porque uno tiene más libertad de expresarse como artista, pero interpretar roles más neoclásicos como “Mayerling” fue una de las experiencias más enriquecedoras. Sobre todo, cuando quien te prepara en el rol es un ex bailarín de la compañía o alguien que trabajó directamente con Cranko, o como en el caso de Marcia Haydée, que fue su inspiración. Eso es inigualable, es la parte que más me llena.

– ¿Qué papel te gustaría hacer?

– Tengo mis sueños, pero aprendí que a veces uno se pone expectativas y si no puede cumplirlas vienen las frustraciones. Me gusta estar abierta a lo que venga y abrazar la experiencia y crecer como artista con lo que me toca, que la carrera y la vida me sorprendan.

– ¿Y cómo fue la adaptación en lo personal?

– Cuando llegué no hablaba inglés, mucho menos alemán, fue difícil, la cultura es diferente. Me llevó sus años aprender a sentirme en casa. Como tenía mi contrato estable en el Colón, mi idea original era venir por dos años y luego volver a la Argentina, pero esto se transformó en algo permanente. Me promovieron a demi solista, tuve un montón de oportunidades acá y decidí quedarme, pero siempre me sentía como de paso. En la compañía, como hay tanta gente de afuera, todos estamos solos. Creo que la cuarentena me hizo asentar, decir “acá es donde vivo ahora”. Pasé horas en mi departamento, lo cual habitualmente no hacía: uno termina la función o la jornada de trabajo y a veces se va a cenar con los chicos del ballet. Igual, siempre me sentí muy contenida, tengo un grupo de amigas argentinas no bailarinas que llegamos al mismo tiempo a esta ciudad.

Daiana Ruiz en El Lago de los cisnes de John Cranko. Ph: Stuttgarter Ballett.

– ¿Por qué es diferente vivir allá?

– En la Argentina hay una estabilidad de trabajo, una seguridad. Acá se renuevan los contratos anualmente, pero además de eso es distinto el estilo de vida, la puntualidad, los servicios, hay que manejarse en inglés y es fácil comunicarse así. Aún hoy no tengo dominio del alemán, hice algunos pocos cursos, pero no es simple. Y ahora lo que me cuesta es encontrar palabras en español (risas).

– ¿Cómo pasaste la cuarentena?

– Estar encerrados entre cuatro paredes nos llevó a los artistas a redescubrir nuevas cosas. Fuimos encontrando formas de unirnos y hacer intercambios a nivel mundial a través de las plataformas. En mi caso, con Mendoza hicimos cursos, clases con artistas renombrados. No poder estar en el escenario fue lo que más extrañé. Pero en la compañía siempre estuvimos bien cuidados, con clases on line, nos ofrecieron un tapete, barra à terre, yoga. A nivel personal fue un período de mucha introspección; la parte más difícil fue no poder elegir ir a casa, no poder volver a Argentina, decir ‘ahora estoy en este departamento, no sé qué pasará mañana      y no sé cuándo voy a volver a ver a mi familia’. Siento que tengo una parte de mí en Mendoza, otra en Buenos Aires, otra en Stuttgart, y quien soy yo íntegramente se compone de todas esas partes. A veces se idealiza el irse fuera del país, y creo que las dos luchas son paralelas, las dos tienen sus dificultades y no sé cuál es más fácil o difícil. Me di cuenta de que estaba muy abocada al teatro, y tener que estar todo el tiempo en mi departamento me hizo sentir que era mi hogar y no me había dado cuenta. Creo que lo bueno es que todos nos vimos forzados a parar y ver la vida de otra manera.

Mayerling de Sir Kenneth MacMillan. Bailarines: Daiana Ruiz y David Moore. Ph: Stuttgarter Ballett.

– ¿Qué te gusta hacer además de bailar?

– Recibí un reconocimiento por mi carrera de parte del Consejo Empresarial de Mendoza, y la legislatura me dio una beca para poder estudiar un curso o carrera universitaria, con certificación de la Universidad de Washington. Es online, así que estoy haciendo coaching empresarial. A veces trabajo como modelo, también doy clases, también hago PBT (progressing ballet technique), yoga, meditación. Durante la pandemia restauré muebles, restauré mi casa, tuve tiempo para hacerlo. Me gusta la psicología, la espiritualidad. Stuttgart me dio la oportunidad de ir a lugares del mundo que nunca pensé que iba a llegar, y me gusta escribir sobre estas experiencias, conectarme con gente de esos lugares y escribir sobre ellos.

– ¿Está en tus planes volver a la Argentina?

– Me encantaría poder compartir nuevamente el escenario con mis amigos. El Teatro Colón tiene su magia, uno de los teatros más grandes del mundo, donde crecí, donde estuve diez años en la compañía.

Daiana Ruiz en BA Response I Everybody needs some/body de Roman Novitzky Tänzer. Ph: Stuttgarter Ballett

– ¿Qué otra compañía elegirías si no fuera el Ballet de Stuttgart?

– Honestamente soy muy feliz acá, no tengo otro lugar que ansíe, siento que tengo mi lugar y mi espacio, que puedo desempeñarme como artista y persona. Hoy colma mis expectativas.

– ¿Tu lugar en el mundo?

– Algún  lugar con mar, eso seguro, pero siempre voy encontrando ciudades que tienen otro encanto, es muy difícil elegir una. Praga me encantó; Viena, por la cantidad de cultura que tiene; o Ibiza, la parte menos conocida, con una naturaleza fantástica. Pero Alemania tiene su encanto para vivir, sus pueblecitos, el estilo de vida, la comodidad, la tranquilidad. Es verdad es difícil llegar a la gente, pero una vez que se logra es muy cálida. Uno con los años se ‘alemaniza’ también, y entonces entiende su cultura.

Daiana Ruiz. Ph: Robby Arts

-¿Tu filosofía de vida?

– En el arte, en la danza, en la vida, trato de vivir con el mayor positivismo e intensidad, entonces creo que las cosas correctas en algún momento van a llegar, según la capacidad de recibir que uno tenga. Aprendí a tener mi disciplina para estar preparada para lo que venga, y lo aplico a mi vida personal. Creo que siempre hay que dar el ciento por ciento de lo que uno tiene en su interior en lo que vaya a emprender en la vida.