Soledad Bustamante y Erica Gigena han constituido una suerte de marca en la escena del flamenco porteño. Ambas son bailaoras y maestras, comparten una escuela de baile a la que nombraron Aula flamenca, que funciona en una curiosa galería subterránea en el barrio de Almagro. Allí organizan distintos eventos, desde conciertos acústicos hasta proyecciones de documentales. Además, han producido a través de la firma Karavan un abanico de objetos que van desde el tradicional tablao hasta un video danza estrenado en 2022 que se inspira en la figura de la mítica Eva Peón y al que bautizaron De pie (este trabajo formó parte de la programación de Tecnópolis y obtuvo el 2ndo puesto en la Competencia oficial del Festival Cámara Corporizada).
En una coyuntura social y económica en la que la cultura se ve claramente amenazada resulta indispensable que los artistas encuentren nuevas formas de ofrecer resistencia, cuidando no sólo la calidad de su trabajo sino la posibilidad de visibilizarlo de forma inteligente para garantizar su supervivencia. Este tipo de sociedades sostenidas en el tiempo por una identificación estética y política, pero también, en defensa del bien común, parecen señalarnos un camino posible.
Es en este contexto que la dupla artística reforzó su apuesta y estrenó Aquellas mujeres, una obra en clave flamenca inspirada en la participación de las mujeres en la Guerra Civil Española.
Con un equipo conformado por cuatro músicos y ocho bailaoras –incluidas las propias directoras-, Bustamante y Gigena se meten no sólo con uno de los períodos más sombríos de la historia de España sino con la vigente problemática de género, poniendo en jaque todo aquello que se instituyó como esperable en cuanto al rol de las mujeres en cada capa de nuestra sociedad, incluida la guerra.
Posiblemente, lo más interesante de la puesta sea el modo que encuentra para tematizar sin anclarse en un argumento explicativo; hay tal vez un intento de ello a través de las letras que vehiculiza el cante en la voz de la siempre conmovedora Claudia Montoya y de un correctísimo Carlos Soto López, que, vale la pena decirlo, al no ser de las voces más frecuentes de la escena flamenca cotidiana de la ciudad transfiere a la pieza cierto aire novedoso. El caso es que hay una potencia sobrecogedora en este cónclave de mujeres, que se presenta con una logradísima caracterización en el primer momento de la obra, y cuya presencia expresa en un solo movimiento el rasgo de época y el empoderamiento femenino, sin necesidad de dar mayores explicaciones.
Si bien no todas las bailaoras se encuentran en el mismo momento de madurez artística – nobleza obliga, destaca una Silvina Cerri cautivante, graciosa y técnicamente impecable-, la fuerza de la pieza pasa por la puesta grupal con un trabajo coreográfico que nos permite transitar distintas emociones, evocando todo tipo de imágenes entre las que puede inferirse una emotiva referencia a las fosas comunes que la sociedad española conserva como una herida abierta.
El elenco se completa con Esteban Gonda a la guitarra, Jordan Migues en la percusión y un cuerpo de baile conformado por Guillermina Menón, Daniela Ojeda, Floriana Berardi, Daniela Alifano y Patricia Jones.
Seguramente, cuando este equipo comenzó su proceso creativo no imaginaba que su última función tendría lugar tras la elección de un gobierno que pone en jaque muchas de las cuestiones que la obra tematiza. Ese enlace directo e inesperado con nuestra realidad resignifica la propuesta y el lugar del arte volviéndolo, más que nunca, un bien indispensable. Con funciones aisladas entre septiembre y noviembre del 2023, en el Galpón Artístico Caballito y el Teatro La Máscara, Aquellas mujeres da cuenta de un nuevo formato de circulación que atiende también a nuevas formas de consumo. Habrá que estar atento a sus redes sociales para poder encontrarse con la pieza en un 2024 que, aún, nos es un misterio.