La Compañía de Jorge Amarante presentó el tradicional cuento de Charles Perrault en el teatro El Nacional, en tres funciones, durante el mes en curso. El espectáculo cuenta con la calidad del coreógrafo y la capacidad de retomar un relato teatral a través de la danza.
Este ballet en dos actos sorprende e interpela como un viaje en el tiempo, para un público sin edades determinadas. No se desprende de la historia tradicional francesa que trasciende generaciones y, a su vez, está totalmente atravesada por el lenguaje contemporáneo del estilo de Amarante.
Incluso, la pantomima de los diálogos permite la comprensión de la parte exacta del guion y lo que se busca expresar, sin palabra alguna. El artista, ex primer bailarín del Teatro Colón, llevó a escena una historia minimalista que mantuvo expectante al público, con giros propios de matices emotivos.
En una versión totalmente original, concebida desde los detalles, la obra inicia con el hada Carabosse (Benjamín Parada), que viste un corset con cadenas y detalles encuerados. En esta ocasión tiene un aspecto más andrógino que transexual, como se puede ver en reposiciones de Marius Petipa (1890). El hada de la oscuridad, o “la bruja del cuento”, transforma elementos de la escenografía en parte de su vestuario y a su vez, lo utiliza para demostrar, más adelante, sus intenciones malignas.
El argumento respeta la trama original, aunque sin una ubicación del todo definida y una época que se puede llegar a comprender por los mandatos sociales. El crecimiento de Aurora (Sofía Carmona) estuvo muy bien representado y hasta tuvo su pincelada de comicidad. Ya en la madurez, la protagonista comparte algunos momentos con su padre donde se destaca el trabajo de Lisandro Casco en el rol. Los pas de deux con este intérprete son delicados y protectores con una mirada tierna, que permitió al espectador adentrarse aún más en la obra.
Por su parte, el hado (Francisco Martínez) que compartió la primera etapa de la niña, representó la alegría, el juego y hasta lo burlón. Un acto de protección que se convertirá en quien corresponda a su verdadero amor, tras luchar por ella y rescatarla cuando se convirtiera en humano (Facundo Luqui), en lugar de un príncipe. Durante toda la trama se puede ver la disputa entre el bien y el mal a través de las hadas (Bernarda Feuillade, Lorena Sabena y Ludmila Insaurralde) y Carabosse respectivamente.
Por su parte, la música de Piotr Ilich Tchaikovsky fue un elemento fundamental para encuadrar la unión entre lo clásico y lo moderno. El marcado ritmo se hizo notar durante los momentos coreografiados que no se alejaron de la historia, sino que fluyeron de manera natural, con gran coordinación y disciplina sin perder el estilo contemporáneo. Un claro ejemplo fue durante el vals el grupal que transmitió emotividad.
Un espectáculo lleno de vida y color, con un estilo muy particular y donde participaron sobresalientes figuras de la danza. No sólo sorprende durante la trama para enlazar estos elementos, sino que brinda un giro inesperado hasta el final.
Coreografía, vestuario y guión: Jorge Amarante. Asistente coreográfico: Analía Sosa Guerrero. Música: Piotr Ilich Tchaikovsky. Vestuario: Stella MarIs Lopez. Iluminación: Christian Richart y Martín Rebello. Producción general: Karina Battilana. Intérpretes: Jonathan Anchoverri, Luisina Arito, Rodrigo Bonaventura, Gaston Bongiovanni, Paula Bruck, Sofía Carmona, Lisandro Casco, Daiana Chorni, Martín de Victoria, Josefina Erikson, Iara Fassi, Joel Fernandez, Bernarda Feuillade, Ludmila Insaurralde, Paz Lodolo, Virginia Losa, Facundo Luqui, Francisco Martinez, Benjamín Parada, Clara Quinteros, Luciana Reifenberg, Federico Roveta, Lorena Sabena, Analía Sosa Guerrero.