El nuevo Campeón Nacional de Malambo es el primer mendocino en lograr ese título en 56 años de historia de la competencia. Debió casarse para conseguir los días de licencia laboral que le permitieran viajar a Laborde y alcanzar la gloria.
“Todavía no caigo, estoy atravesando este proceso, no logro tranquilizarme. Enseguida que llegué a casa empecé a trabajar, y después comenzaron las entrevistas, las fotos. No he podido disfrutar del premio”. Detrás de su hablar pausado, casi moroso, Marcos Vázquez esconde un cansancio genuino y una timidez que contrasta con la exposición que le granjeó su logro más reciente: haberse consagrado el mejor malambista del país en el último Festival Nacional de la especialidad.
El sucesor de Miguel Angel Tapia, ‘el Pampa’ Pérez, los Sabalza, ‘el Polaco’ Vergués, ‘el Muñeco’ Aguilar y una pléyade de grandes zapateadores folklóricos de todo el país llegó en los albores de enero hasta las tranquilas calles de Laborde desde Guaymallén, Mendoza, con el título de Subcampeón Nacional bajo el brazo y unas ansias enormes de conseguir el primer título para su provincia.
¿A qué le atribuye el hecho de que en 56 años de Festival ningún mendocino había llegado a consagrarse?
No lo sé, resulta muy raro. Mi profesor Adrián Aciar fue el primer mendocino en entrar en una final de Laborde, en 2019, pero no llegó a ganar. Fui yo el primero en recibir un premio, Subcampeón, el año pasado, y ahora la consagración.
¿Por qué esta sequía? ¿Qué pasa con el malambo en Mendoza?
La cultura del malambo se vino a despertar hace muy poco acá. En los últimos cinco o diez años los chicos empezaron a trabajar mucho más, se fue armando un lindo semillero y hoy la provincia ya tiene bastantes buenos malambistas. Pero antes de eso no pasaba nada.
DESCUBRIMIENTO
Marcos Vázquez se asomó al mundo del folklore a través de un abuelo músico. Sin antecedentes familiares vinculados con la danza, admite que desde los once años, cuando tomó su primera clase de baile, resultó “habilidoso para aprender las coreos”. A los catorce empezó a recorrer competencias y fue ahí donde descubrió el malambo en todo su esplendor. A sus 28 años, pasó la mitad de la vida zapateando.
¿Cuál considera que es su mayor fortaleza como malambista?
La autocrítica. En cada ensayo me filmo y estudio cada detalle, lo que sale bien o lo malo también. Otro punto a favor es que me gusta verme estéticamente bien, una pinturita, y eso agrega un punto a favor. También la potencia física que uno tiene, y lo que uno transmite al zapatear.
La instancia final de Laborde 2024, en la que se midió con los mejores malambistas de Neuquén, Máximo Ramírez (consagrado subcampeón); de Salta, Emanuel Flores, y de Córdoba, Leonardo Blanes, lo encontró tranquilo “porque habíamos hecho un laburo bastante sacrificado durante todo el último año. Aunque las finales son las finales y ahí puede pasar cualquier cosa”, admite.
El recorrido desde la obtención del subcampeonato hasta la consagración de este enero fue, dice, de una altísima presión, acentuada por ser el primer mendocino en acariciar el sueño de muchos comprovincianos. No le resultó fácil: “Tengo horarios rotativos en mi trabajo (es auxiliar ferroviario en trenes de carga) y tuve que ser muy organizado para poder ensayar en los tiempos libres. Y para poder ser papá también”. Ambar, su hija y su mayor debilidad, tiene tres años “y no poder dedicarle el tiempo necesario a ella fue una carga emocional muy pesada”, se sincera.
EN EQUIPO
Marcos reconoce dos etapas en el camino hacia el título mayor: hasta la obtención del segundo puesto en 2023 hizo un trabajo “más bien artístico: logré el subcampeonato con mi talento, nada más”. Pero a partir de allí se enfocó en fortalecer su rendimiento físico: para eso armó un equipo compuesto por dos profesores de malambo (Juan Manuel Peletieri y Adrián Aciar), un preparador físico y una nutricionista, además de patrocinadores que lo ayudaron desde lo económico a enfocarse en alcanzar la cima. Los músicos acompañantes llegaron desde Buenos Aires y San Juan.
¿Y cómo ensayaron?
Al guitarrista de Buenos Aires lo vi una sola vez en el año, cuando vino al preselectivo en San Martín, Mendoza. Ensayamos en esa oportunidad y después le fuimos enviando videos para que vea el trabajo que íbamos haciendo acá con otros músicos. Ya después nos encontramos en Laborde. La primera noche, la de la clasificación, la cosa no salió como tenía que ser, hubo unos desajustes con las velocidades. Me fui medio bajoneado del escenario. Pero tuvimos unos días para seguir ensayando y lograr que en la final eso no volviera a pasar.
Es habitual escuchar sobre el esponsoreo a deportistas de alto rendimiento pero no es tan común que existan patrocinadores en una actividad artística como el malambo. Vázquez se siente un privilegiado en ese sentido. “Me apoya gente que es de este ambiente (la firma GOC), mendocinos que viven en los Estados Unidos y tienen allá su propia academia. Ellos solventan todos los gastos en profesores y preparador físico, y ya con eso yo me quedo tranquilo porque no tengo que sacar dinero de mi sueldo. A cambio, estoy siempre a disposición para lo que necesiten: para dictar un curso, para una actuación”, detalla.
¿Qué puntos de contacto encuentra entre su trabajo como ferroviario y el malambo?
Son cosas muy distintas, pero es lo que me toca hacer ahora y lo que mantiene a mi familia. De todos modos, un poco me viene de familia: mi suegro era ferroviario y, si bien yo no llegué a conocerlo, un amigo suyo me dio la oportunidad de tener este empleo.
En unos días va a ser una figura central en la apertura de la Fiesta Nacional de la Vendimia, y después le espera un año de muchos viajes y compromisos. ¿Cómo se prepara?
Muchos años participé de la Vendimia como bailarín pero esta vez no me anoté por mi trabajo. Al tener horarios rotativos es difícil conciliar ese compromiso con los ensayos. El resto del año también lo veo medio difícil, aunque todavía no he charlado nada. Ya tuve que cancelar algunos viajes para quedarme trabajando, pero espero poder hacer algo.
Como muchos otros artistas, Vázquez se enfrenta a una disyuntiva: mantener el empleo que le da seguridad económica a su familia o animarse a cumplir el sueño de viajar llevando el malambo por el país y por el mundo. “Además de zapatear, me gustaría seguir preparando gente para lograr que mi provincia no decaiga”, sentencia.
¿Es cierto que para poder viajar a Laborde y consagrarse tuvo que casarse?
Tal cual (risas). En mi trabajo no se puede elegir la fecha de las vacaciones. Y yo necesitaba viajar a Laborde por lo menos una semana antes del Festival. Hasta fin de año esperé para ver si me daban los días que necesitaba, y como no llegaron nos casamos con Antonella el 3 de enero. Con los trece días de licencia por matrimonio pudimos viajar tranquilos.