Austria: Wiener Festwochen en escena

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Al inicio del año (antes de la llegada de la pandemia), el Wiener Festwochen anunció su programa 2020 bajo el lema ‘Last Time, This Time, Next Time’. En la primera página incluían una pregunta, una cita de Bertolt Brecht: “En los tiempos oscuros / ¿Habrá canto?” Era una campaña para visibilizar al festival, con una imagen de un cine abandonado en el desierto, con asientos vacíos, donde no se veía ni a una persona.

Como tantos mega encuentros culturales, el Wiener Festwochen tuvo que repensar la forma en que realizaría su edición 2020, “era imposible organizar un gran festival internacional dedicado principalmente a la creación de nuevas obras, así como era imposible ensayar y mostrar obras de teatro” dice Christophe Slagmuylder el director artístico del festival vienés de artes escénicas.

No se rindieron: entre mayo y junio, comenzaron a transmitir una serie de “gestos digitales”, en ese inesperado proceso que dio lugar a “interesantes formatos especialmente pensados ​​para las plataformas digitales, con los que las voces, intenciones e ideas de los artistas pudieron cambiarse, reubicarse y extenderse del escenario a la pantalla”. Esta serie de cinco semanas de duración les permitió crear una “comunidad” en torno a los proyectos y la misión del festival.

Finalmente lograron realizar a fines de agosto, “un pequeño pero potente programa de obras (en vivo) y así organizar un (re) encuentro entre artistas y espectadores en tiempo real y en espacios reales en Viena”. En el marco de un ambiente confiable y seguro para la salud de todos.

Luego de tantos meses sin contacto en vivo, estas actuaciones “aseguraron reacciones altamente emocionales, para el (re) avivamiento del compromiso y las convicciones y confirmaron (nuevamente) el valor de la experiencia única que puede brindarnos un escenario teatral. Actuaciones agotadas y aplausos largos y cálidos son una clara prueba de una organización claramente exitosa”. Con el Wiener Festwochen “se replanteó la importancia y la necesidad de las artes en vivo, y la experiencia colectiva que les debemos”.

Para terminar su balance, Slagmuylder asegura que “el contexto en el que vivimos actualmente es alarmante. ¿Cómo afrontará nuestra sociedad la creciente incertidumbre y el empeoramiento de las precarias condiciones de vida? ¿Cómo se adaptarán nuestras estructuras, nuestras herramientas y acciones a las necesidades actuales y se desarrollarán en consecuencia? Estas preguntas nos obligan cada vez más a iniciar una reflexión sobre los procesos de flexibilidad, transformación y reencuadre junto a los artistas y al público. Esta edición del festival en particular ha sido un paso alentador y exitoso en esa dirección”.

El Festival se desarrolló en el Museums Quartier de Viena, una entidad que funciona en lo que fueran las caballerizas del Palacio Imperial (una fachada barroca de cinco cuadras de largo) y que posteriormente se usó como sede de ferias, hasta convertirse en el conjunto cultural de hoy, con salas de espectáculos y el aditamento de dos grandes Museos en el patio.

Anne Teresa de Keersmaeker. Variaciones Goldberg

El estreno mundial de Variaciones Goldberg BWV 988 iba a realizarse en Austria dentro del Wiener Festwochen (31 de mayo al 3 de junio) y en Bélgica -donde la compañía Rosas tiene su sede-, en el Concertgebouw de Brujas (9 y 10 de junio).

El coronavirus obligó a postergar las fechas, y si bien hubo una avant-première bajo estrictas condiciones de seguridad en la sede de Rosas en Bruselas (1 al 4 de julio) el estreno fue realmente en la Halle E del Museums Quartier dentro del festival vienés (27-30 de agosto) y continuó luego de gira por Bélgica y Europa.

Varias de las funciones programadas en esta gira han tenido que cancelarse en los últimos días (Francia por ejemplo), por ahora estaría confirmada Sevilla (España) en noviembre y Bruselas (Bélgica) en diciembre.

Variaciones Goldberg BWV 988, en el Wiener Festwochen

Una bailarina, el pianista y su piano

Por Beatriz Cotello

El estreno mundial de Variaciones Goldberg tuvo lugar en la sala E del Museums Quartier de Viena, con un número limitado de butacas disponibles para la audiencia. En cuanto a las medidas de seguridad: el público debía ingresar a la sala de a dos personas con la máscara (barbijo). Si bien durante el espectáculo se la podía retirar, se recomendada dejarla puesta. Para evitar amontonamientos delante de la máquina de café, no se permitió salir en el intervalo, y al finalizar el espectáculo ordenadamente el público se fue retirando por filas, una a una para conservar la distancia de un metro entre personas.

El espectáculo comenzó en silencio, la bailarina (Anne Teresa de Keersmaeker) evolucionó sobre el escenario, mientras el pianista (Alain Franco) esperaba con paciencia, de pie y de perfil al público. En el momento indicado se sentó ante el piano, descalzo, e inició la exposición del tema.

Recordar que las variaciones Goldberg son en número de treinta y dos, para imaginarse la cantidad de matices que tiene que interpretar una bailarina que las acomete. Claro que no puede seguir cada una de las líneas de los cánones ideados por Johan Sebastian Bach, dado que, al contrario que la música, “un cuerpo puede ocupar un solo lugar en el espacio”.

Una vez le oí decir a John Neumeier que la música de Bach danza ella misma: Die Musik selbst tanzt ! Y en efecto, la introducción es una sarabande y en las variaciones se incluyen la siciliana y la giga, según el modelo de las suites bachianas.

El escenario estaba desnudo de toda decoración, salvo una cortina de reflejos plateados colgada en la pared derecha y un gran objeto a la izquierda del piano como si fuera un gran montón de piedras grandes cubierto con papel dorado. (En realidad es un cobertor de los que se usan para envolver a accidentados).

Una de las variaciones reales, no musicales, fue cuando la artista hizo rodar hacia adelante un tubo de metal del ancho del escenario. Fueron momentos de suspenso porque el gran aparato parecía que iba a caer sobre la platea, pero frenó a tiempo.

En la primera mitad del espectáculo, la bailarina estaba vestida con un sencillo vestidito negro, semitransparente.

Utilizaba gestos a la manera de leit motivs: uno de ellos era formar un cuadrado con los pulgares e índices, como si quisiera observar al público por la ventanita practicada.

Otro gesto repetido era la acción de colocar una mano cerrada a la altura de la cara y otra más abajo y moverlas al mismo tiempo como en el acto de barrer (¿hojas de otoño?) Otros interpretaron lo que corrobora el programa: no era barrer sino la guadaña que empuña la muerte en su clásica representación.

O recorría el escenario con pasos de balanceo formando diversas figuras geométricas: estrellas, espirales, círculos… interrumpía por momentos la danza manteniéndose en posiciones estáticas: por ejemplo, sentada bajo los destellos de la cortina plateada.

Mientras se deslizaba el tubo por el escenario, Teresa mudó su atuendo por un conjunto de saco color crema y pantalón con lentejuelas doradas, que volvió a cambiar en la segunda parte por una blusa color fucsia y pantalón dorado.

Las variaciones 27 a 29 están plagadas de corcheas y semicorcheas que ella pareció transcribir en movimiento con salticados y carreritas.

En otra de las variaciones ejecutó movimientos en la cercanía del piano, usándolo como apoyo, aferrándose sobre un costado donde hizo flexiones, para recorrerlo todo a su alrededor.

La danza fue acompañada por calculados efectos de iluminación, del oscuro a una atmósfera de reflejos plateados, que se volvía dorado intenso para culminar en un rojo de cálido verano.

En el final, el rayo lumínico dio una vuelta, dejó a la bailarina en la sombra y se dirigió a la estructura de cobertor de forma abullonada. Inmediatamente el escenario se llenó de luz, como de luna, con una brizna anaranjada, que contrastaba con la blusa fucsia de la bailarina, llenando de color la escena.

En la elaboración de su coreografía, de Keersmaeker contó con la colaboración de su colega en Rosas, Marie Goudot.

Se dice que las variaciones Goldberg fueron creadas a partir del pedido del conde de Keyserling, para que se las tocara Gottlieb Goldberg, un discípulo de Bach, durante sus noches de insomnio. Si se suponía que le inducirían el sueño, la danza de Keermaeker en su intensidad y variedad, no le permitiría a uno adormecerse.

Luego del Festival Anne Teresa De Keersmaeker, Alain Franco y Marie Goudot, participaron con en el ImpulsTanz (ver nota a continuación), con un proyecto de investigación enfocado en que los participantes, generen material de movimiento siguiendo los principios específicos que se utilizaron en la creación de The Goldberg Variations, BWV 988.

Ver el tráiler: