Solo la Liviandad

La 27ª edición del Festival de Danza de Florencia titulada Retratos de la Danza, fue anfitriona durante julio, de importantes compañías internacionales que ofrecieron espectáculos inspirados en grandes personajes de la historia. Además del maravilloso patio del Museo Bargello, Florence Dance Festival amenizó sus actividades en el histórico Teatro Verdi, el antiguo teatro romano de Fiesole, y cantidad de eventos paralelos en la Piazza del Carmine.

“El arte en general, pero más aún la danza, goza de la capacidad comunicativa universal que brinda al coreógrafo la oportunidad de dialogar con el público sobre el estado actual de nuestra humanidad, inspirado en la historia y los grandes personajes que hoy son los baluartes fundamentales de nuestro destino”, explicaron los directores artísticos del encuentro.

De los espectáculos propuestos en esta edición, fue sin lugar a dudas Sankai Juku quien presentó la propuesta más interesante, que regresaba al Festival después de 25 años. La compañía japonesa de butoh, mostró Utsushi (Entre Dos Espejos) el 9 de julio en Fiesole, con dirección, coreografía y diseño de Ushio Amagatsu, sobre música de Yas-Kaz y Yoichiro Yoshikawa. Su presentación contó con el apoyo de la Agencia de Cultura del gobierno japonés con motivo del 150º aniversario de las relaciones bilaterales entre Italia y Japón. La pieza está conformada por extractos reorganizados del repertorio de la compañía, síntesis del coreógrafo Amagatsu, de los últimos 40 años.

La función fue realizada en el Anfiteatro Romano de Fiesole, que ofreció un marco bellísimo para el espectáculo. Muy bien conservado, con un clima más fresco que el que caracteriza a la ciudad y bajo un cielo maravilloso que permite ver las colinas toscanas, el colorido atardecer fue llenándose de estrellas con la luna plena.

Utsushi es espectáculo butoh muy profundo, muy interior, de una gran poesía, desde la ambientación escénica, el vestuario, la música, los movimientos y la perfección de los bailarines física y espiritualmente. El sonido y el cuerpo espiritualizado, penetran en el espectador, que asiste a un ritual antiguo y contemporáneo a la vez, con fuerte influencia expresionista.

Simultáneamente, los movimientos de los bailarines fueron de una ligereza que vencía la ley de gravedad, mostrándolos por momentos como si volaran, sin aparatos, ni cuerdas, sus cuerpos no tenían peso, no se veía ningún esfuerzo, ninguna acrobacia, solo la liviandad.