La performance Historical Dances in an Antique Setting creación del artista plástico argentino Pablo Bronstein, a comisión especial de la galería de arte británico Tate Britain. Un honor que indica por qué es el artista del momento en Londres. En diálogo con el creador Balletin Dance pudo saber sus próximas actividades
Tres bailarines con mallas negras, blusones rojos y enormes perlas blancas entran en las galerías Duveen, corazón de la Tate Britain y se desplazan con delicados movimientos, jugando con arabescos trazados en el piso a modo de jardines palaciegos y asumiendo poses barrocas que recuerdan pinturas de personajes de otra época. El público los sigue sorprendido en su desplazamiento por las tres secciones del enorme espacio. Es una galería de arte pero es danza lo que están viendo, y se vuelve vivaz en el punto central bajo la cúpula, donde música española del s XV acompaña un solo. La coreografía usa la “sprezzatura” o el arte de la elegancia del cuerpo, según definición de Baldassarre Castiglione (s XVI), en el que reverencias, quiebre de muñeca y amaneramiento eran esenciales a la cultura renacentista. Así como pararse con los pies en-dehors.
Esta performance en vivo continuada, Historical Dances in an Antique Setting es creación del artista plástico argentino Pablo Bronstein, a comisión especial de la galería de arte británico. Un honor que indica por qué es el artista del momento en Londres. Durante cinco meses hasta el 9 de octubre y en seis horas por día, veinte bailarines entrenados especialmente en danzas barrocas y sprezzatura, se rotan para materializar la idea estética de Bronstein, que hace diez años usa la danza para expresarse en sus obras. Es un trabajo de gran escala y repercusión en los medios de difusión que se estima habrá sido visto por 650 mil espectadores al cierre.
Dos facsímiles gigantes con las fachadas de la Tate enmarcan las Duveen, como si hubieran dado vuelta el museo de adentro hacia afuera.
Balletin Dance entrevistó en exclusiva a Bronstein cuya idea fue “mostrar el museo como teatro, la gente como actores y la arquitectura como algo inherentemente artificial. Los bailarines reflejan a los visitantes del museo de forma idealizada y estilizada usando lenguajes del ballet temprano, el neoclasicismo, de imágenes en pinturas y de la coreografía barroca. Son a la vez esculturas en movimiento y personas”, explica el artista.
Bronstein encontró parecidos entre el dibujo (su especialidad profesional) y un bailarín desplazándose en líneas sobre el piso.
“En un manual de danza del s XVII vi que las ilustraciones de un minuet, sus pasos y desplazamientos, eran sólidas instrucciones arquitectónicas, pero con la diferencia de que en la coreografía de la página se aludía a los tiempos”, comenta.
¿Estudió danza, cómo llegó a usarla siendo artista visual?
Sólo tomé clases seis semanas pero como me gritaban mucho porque la posición de mis brazos y dedos eran muy afeminados, lo dejé. El profesor quería que bailara más macho, un imposible para mí, dice con humor. Siempre me fascinó la sprezzatura, las formas amaneradas de los movimientos considerados elegantes en el renacimiento. Como no soy experto en danza me llevó diez años aprender a comunicarme con mis bailarines. Veo mucha danza y tengo la suerte de una carrera exitosa con instituciones artísticas que si piden a instituciones de danza que trabajen conmigo me reciben bien. La primera vez que hice algo con el museo de Munich y miembros del Ballet Estatal de Bavaria no tenía idea de lo que quería. Pero sí tenía la vanidad suficiente para actuar como si supiera”, cuenta.
La Tate Modern, el ICA y el Metropolitan de Nueva York también hospedaron sus trabajos.
En el proceso coreográfico trabaja hace tiempo con Rosalie Wahlfried, una de las bailarinas de Historical Dances, quien traduce su mundo de imágenes y elige los bailarines: “ni muy de ballet, ni muy contemporáneos y capaces de lidiar con la demanda emocional de bailar en un ambiente a veces indiferente”. Abundan conversaciones grupales, entrenamiento visual en gestos de época y con especialistas en historia de la danza como preparación.
“El trabajo es colaborativo”, dice Bronstein, “el punto estético justo es mi decisión. Los bailarines luego deben transformar el material en algo con lo que puedan trabajar desde la técnica”, afirma.
Diseños para un ballet
Este año, el argentino parece estar en todas partes en Londres ya que fue elegido para diseñar escenografía y vestuario del nuevo trabajo del Ballet Rambert por sus 90 años: The Creation (Baldwin-Haydn) que sube al Saddlers Wells en noviembre.
La colaboración artista-ballet no es nueva. Basta pensar en duplas como Picasso-Ballets Russes o Martha Graham-Isamu Noguchi.
Cómo fue trabajar con el coreógrafo y director Mark Baldwin en vez de hacerlo directamente con los bailarines?
Mi rol con el Ballet Rambert estuvo estrictamente definido como el de diseñador y como tal, relacionado a mi interés en la historia de la arquitectura y la escenografía. Descubrí el poder del escenógrafo en un trabajo de gran escala. Mi desafío fue hacer que una gran orquesta, coro y una compañía de danza numerosa compartieran escenario al mismo tiempo. La orquesta debía verse y escucharse bien, sin arruinar la coreografía porque el público desvía la atención de un bailarín a un músico haciendo un movimiento inesperado. Por lo que se me ocurrió hacer una pantalla perforada que divide dos mundos espacialmente pero permite ver la orquesta por el efecto de iluminación.
¿Lo haría de nuevo?
El trabajo fue bien recibido, pero no lo haría de nuevo porque no soy buen colaborador. Necesito sentir que soy el autor total para llenar mi gran ego -sentencia sonriendo-. Aquí sentí que proveía un servicio.
¿Tiene un próximo proyecto con danza?
Sí, haré una película explorando el rol del personaje pero no quiero una narrativa de pantomima. Creo que lo haré en mi casa que es bastante barroca, trabajando con una bailarina española que está actuando en Historical Dances, Margarita Zafrilla Olayo. Es capaz de improvisar e incorporar diferentes tipos de danza que lo hagan sentir bien sprezzatura. Ir del barroco italiano, pasar por Balanchine y terminar con flamenco. Y si suena un poco kitsch, es porque yo lo soy.