Nota de Tapa
Consagrado campeón en el recién Mundial de Tango, en dupla con Agustina Vignau, Hugo Mastrolorenzo no esconde su enojo con los milongueros que critican las propuestas escénicas. Reclama un criterio más amplio en la conformación del jurado y celebra a los bailarines que, como él, se alejan cada vez más del estereotipo
Hugo Mastrolorenzo se convirtió, para los medios, en la figurita difícil del último Mundial de Tango. “Me interesa difundir nuestro trabajo, claro, pero no desde el ‘lugar Tinelli’ del periodismo. Cuando una entrevista gira en torno a la pregunta de si con Agustina (Vignau) somos novios ya no me atrae, no tiene sentido. Es la comprobación de que no les importa nuestro laburo, la búsqueda que hemos emprendido, ni siquiera les interesa hablar del tango”.
Sin embargo, en un mediodía cálido de septiembre, antesala de la primavera, accede al diálogo con Balletin Dance de buena gana. En unas horas partirá rumbo a Colombia para mostrar el espectáculo que la pareja estrenó en julio en El Galpón de Guevara: Bailá, Vení, Volá, que de aquí a fin de año viajará también a España, Italia y Rusia. Recién a mediados de enero Agustina y Hugo emprenderán una gira de un mes a Japón, que -junto con un monto de dinero en efectivo- forma parte del premio otorgado por el Gobierno de la Ciudad a los campeones del Mundial de Baile de Tango en la categoría Escenario.
“Excéntricos” y “freaks” son sólo dos de los calificativos que recibieron de parte de los grandes diarios después de su performance consagratoria en el Luna Park, alejada -por elección- de la espectacularidad, el preciosismo estético y el rigor técnico que caracterizan a los número uno de esta especialización dentro del tango danza. Es que a lo largo de los años las propuestas de Vignau y Mastrolorenzo se han destacado por acudir a la danza en tanto medio de expresión para contar historias con una contundente sustancia dramática. Lo demostraron en 2012, cuando alcanzaron el quinto puesto en la final, y en 2014, cuando quedaron segundos. También este año, en el que compitieron interpretando la Balada para un Loco de Piazzolla y Ferrer en versión de Roberto Goyeneche, para la que exploraron el terreno del clown en un esfuerzo por cincelar con detalle las máscaras de los personajes.
Después de varios Mundiales ¿por qué cree que ganaron este año?
Tal vez sea la consecuencia de haber seguido intentándolo. O, más aún, de haber ido moldeando una idea, dándole tiempo para que madure. Además, hemos sido tolerantes. Sabemos que éste es un ambiente…no sé si decir ‘tradicional’. Pero nosotros venimos abriendo espacios nuevos para el tango. Desde 2011 hasta ahora, habiendo participado de cuatro Mundiales, sabíamos que nos enfrentábamos a un trabajo de hormiga en cuanto a intentar hacer el cambio que nos propusimos desde un principio. Ganar o no el Mundial era sólo una consecuencia. El viaje fue largo y tuvo cimbronazos, porque siempre hay mucha crítica alrededor. Pero, por suerte, ha ido cambiando la mentalidad de la gente en estos años.
En una nota reciente dijo que este año se sintió más amparado por el jurado ¿Por qué razón?
Aparecer en el primer lugar en la semifinal fue un guiño importante para nosotros. Además, encontramos en varios maestros, dentro y fuera del jurado, un recibimiento cálido que antes no estaba. El clima fue mucho más amigable esta vez. En otros años hemos padecido bastante la competencia. El año que bailamos con una soga (2012) fue fatal. Eran tiempos en los que el virtuosismo y la elegancia eran las banderas del tango. ¿Cómo iba a aparecer yo con una soga? Sufrimos mucho rechazo, con personas que nos esquivaban todo el tiempo para no tener que hablarnos o saludarnos.
¿Qué actitud adoptan ante las críticas?
Las recibimos bien, las tomamos y las elaboramos pensando siempre en nuestro trabajo. Tenemos muy en claro hacia dónde apuntamos, qué es lo que queremos decir. Hay una toma de posición de nuestra parte en la elección del traje raído, la cabeza rapada o el cabello teñido. Puede gustar más o menos, pero es respetable.
¿Qué cree que debería evaluar el jurado en una final del Mundial?
Me gustaría que se amplíe un poco la mirada. Un trabajo de escenario no sólo involucra el baile, entran a tallar también el vestuario, el maquillaje, los elementos que se eligen para intervenir. Si el jurado fuera más amplio en ese sentido, sería todo más acertado. Que pueda haber un maquillador, un artista de la danza contemporánea, un director de musicales al momento de evaluar. Así el juzgamiento sería mucho más integral.
En lo más íntimo de su ser ¿por qué ansiaba tanto ganar el Mundial?
Porque es una forma de reafirmar que existe otra manera de comunicar con el tango. Que no es exclusivamente mi manera sino cualquiera que sea distinta del estereotipo.
¿Hacia dónde va el tango danza?
Justamente hacia el tango. Desde que arranqué en esto he visto siempre a un tipo enojado y una mujer con perfil de gata excitada. Eso no me está hablando del tango. Los tangos han hablado de miles de cosas a lo largo de los años, pero nunca de eso. Esa caricatura nació seguramente en alguna casa de tango y se impuso como ‘tango escenario’. A nosotros nos han dicho muchas veces “…pero ustedes no hacen tango escenario”, en forma despectiva. Si el tango escenario es eso, me alegro de no hacerlo.
Volver al Luna
Agustina y Hugo tardaron casi cinco meses en definir la temática sobre la que trabajarían en esta novena edición del Mundial. “Quisimos evitar el tono dramático que habíamos explorado con Pasional, en 2014. Queríamos salir a escena con una sonrisa, con algo más vivaz, sin perder la cuestión emocional. Fue así que apareció la Balada…, con la palabra ‘libertad’ como imagen recurrente. Encontramos como elemento antagónico la jaula, con la que nos resultó difícil trabajar, pero de a poco fuimos encontrando las imágenes que queríamos mostrar”, explica. “Pesó mucho en la elección del tema el hecho de saber que la final sería en el Luna Park (donde el tema se estrenó el 16 de noviembre de 1969). Y ese día, salir a escena y ver a Amelita Baltar (quien lo cantó aquella vez) sentada en primera fila fue algo que nos conmovió tremendamente”, admite.
En 2013, cuando todos lo daban como ganador junto a Fátima Vitale, lo descalificaron porque ella había trabajado en un show durante el Mundial, contratada por la Ciudad ¿Qué sensaciones le dejó aquella frustración?
Hoy creo que la descalificación fue algo fantástico. También haber sido segundo en 2014, con Agustina. El Mundial me reveló las mezquindades del ambiente de la danza, me mostró que para mucha gente está sentenciado que el tango “debe ser así”. Desde este presente agradezco todo aquello porque nos hizo fuertes en muchos aspectos. Probablemente, si este logro se hubiera dado al primer o segundo año de competir, no hubiésemos crecido tanto al desarrollar una búsqueda. Vivo con felicidad todo esto, incluso esos momentos fatales, con imágenes que no se me irán nunca de la cabeza.
¿Se siente solo en esta cruzada?
Hoy no. Hay mucha gente que está en su casa gestando ideas nuevas, y que hasta ahora no las daba a conocer por como es el ambiente del tango. Es que hay muchos dedos apuntando, siempre; hay tantos pisa brotes…
¿A qué lo atribuye?
A la carencia de formación. Hablo del ambiente más milonguero, que es el primero en levantar el dedo ante las expresiones más escénicas. No es que yo me ponga en el lugar del ‘vale todo’, eh. He estudiado mucho el tango, desde muchos aspectos; incluso escribí dos libros al respecto. Y hoy veo mucha gente que empieza a superar los miedos.