Amor de Dios, del Escenario a la Academia…

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Joaquín San Juan: artistas vs. académicos. Foto: Gabriel Vaudagna Arango

“La formación de artistas no tiene que ver con la técnica sino con poner de punta las neuronas”

 

A raíz de la creación del Máster de Flamenco en Andalucía y de las nuevas políticas educativas que se implementaron a nivel europeo, los conservatorios de música y danza prescindieron de grandes artistas como docentes por no estar titulados. Esto generó en España y en todas las redes sociales nuevas discusiones a raíz de la titulación académica versus la experiencia artística en la enseñanza. Aprovechando unos días en Madrid Balletin Dance entrevistó a Joaquín San Juan, director de amor de Dios, una de las escuelas flamencas más importantes a nivel mundial.

Amor de Dios nació a finales de 1952 en Madrid, como sala de ensayo para la compañía de baile de Antonio ‘El Bailarín’. Estaba en la Calle de la Montera y un lustro después se trasladó a la calle de la que toma su nombre. Se propuso como un espacio dedicado a la enseñanza y difusión del baile flamenco, atravesando distintos períodos hasta llegar a configurarse como centro de referencia universal. Allí cada semana llegan cientos de alumnos buscando encontrar los secretos que los más prestigiosos artistas y maestros brindan en sus clases. Aunque al final de los estudios no se obtenga un diploma académico, es el lugar de formación de artistas más prestigioso que existe.

Allí puede uno conectarse con todos aquellos personajes que conoció en videos, películas o en capítulos de libros. Encontrarse con la historia misma, pegada en las paredes, en fotos, algunos vestuarios en vitrinas, notas de diarios y además, estudiantes de todos los países. En Amor de Dios se habla el lenguaje universal del flamenco, pero en el back stage se hablan muchas lenguas.

Joaquín San Juan es un hombre crítico de su tiempo y suele estar siempre conversando con los artistas y los alumnos que llegan al lugar. Arribó a la escuela en 1993 cuando era presidente de Entidades Flamencas de Madrid [Federación de Peñas]. “En esa época quise hacer un trabajo con chicos de enseñanza media sobre el flamenco y como el mundo del baile para mí era desconocido le pedí ayuda a Tomás de Madrid, un amigo mío que era maestro en Amor de Dios y que me explicó que la institución iba a morir, porque el propietario y creador, hombre cansado y viejo, estaba por entregar las llaves del local a una empresa constructora que había comprado el edificio. Él se moría y con él la academia. Entonces empecé a liderar un movimiento de salvamento de Amor de Dios, que triunfó a medias. Porque nos dio tiempo hasta terminar de hacer unas obras en la calle Fray Luis de León para mudarnos, un sitio provisorio, ya que la comunidad de Madrid había hecho un compromiso de destinar un edificio para que se radicara la escuela definitivamente. Iba a ser un complejo cultural que nunca se hizo”.

Al terminar su mandato como presidente de la Federación de Peñas, cuenta Joaquín, “la junta directiva me obligó a que siguiera gestionando Amor de Dios, pero con un sueldo como director. Nos lanzamos como sociedad e impulsamos las nuevas obras y nos volvimos a mudar”.

Históricamente existió una cultura de reunirse en el mismo espacio. “Antes de Amor de Dios, la academia de la Quica y otras, estaban situadas en el mismo inmueble. Creo viene de una circunstancia económica. Madrid siempre ha sido más cara que Sevilla y allí una persona sola puede adquirir una propiedad de 30 o 40 metros, pero aquí en Madrid no lo podía hacer. Es una hipótesis, aquí se tenían que unir para rentabilizar en el mismo espacio”.

 

¿Qué cantidad de extranjeros circulan por Amor de Dios?

Normalmente no lo contabilizamos, pero entorno al cincuenta por cientos son extranjeros y van fluctuando según la economía de los países. El primer país es Francia, pero también Latinoamérica y Europa en general. En el caso de América, vemos fenómenos como Argentina que tiene una línea de flamenco y de danza española de muchos años muy propia y consolidada. Gran parte de la escuela Bolera se terminó afincando allí. En la danza hubo una etapa Sevillana, una Madrileña y una de Buenos Aires.

 

Amor de Dios es algo muy especial y ha sobrevivido a distintas etapas a lo largo del tiempo siendo la escuela más antigua de flamenco ¿cuál es la fórmula?

Nosotros elegimos a los maestros para impartir clases. No creemos en la formación o en la pedagogía o la didáctica como base importante de una persona que debe estar aquí impartiendo las clases. Creemos que eso se adquiere con la práctica, más que con la teoría, algo importante como comunicar artísticamente en un escenario. En esa línea buscamos que hubiera diferentes formas de ver lo flamenco para que los alumnos elijan y que cada semana pueda cambiar. Esta es nuestra visión, que el mundo se mueve. Creemos que los que tienen la posibilidad de enseñar a futuros artistas son los artistas. En ese punto rivalizamos con otra gente que está titulada de línea académica, pero que nunca o casi nunca pasó por los escenarios, que enseñan a gente que casi tampoco pasarán por los escenarios de esa profesión paralela o pseudo profesión.

Porque analizando cómo está el conjunto de las bellas artes en los últimos cincuenta años, veo que estamos muy enfermos. Cuando ves una obra de calidad, quitando el marketing, aquella que perdura por generaciones, que se desprende de la historia y queda como algo clásico, te das cuenta que las cuentas no salen muy bien. Y además, cuando haces las cuentas de los recursos que se han puesto a contribución de la formación de cuestiones artísticas, privadas y públicas y viendo lo que se ha invertido en los últimos 50 años, creo que esa inversión se ha multiplicado hasta mil veces en formación y la desproporción es inmensa. Las cuentas no salen y nos da la impresión que es una parte de la enfermedad. Aparte de otros factores de la sociedad que ha ido a buscar ese negocio llamado industrias culturales, que son bazofias pagadas para que las masas se embrutezcan cada vez más”.

Pero el hecho es, que el factor de la formación no tiene que ver solamente con la estética, si tu implantas una metodología o una tubería que pasa todo el mundo, puedes obtener con el tiempo una técnica igual, pero la formación de artistas no tiene que ver con la técnica sino con poner de punta las neuronas. Ayudar a eso es otra historia. El punto artístico es una cosa, es poner a trabajar las neuronas a parte de lo técnico.

 

Lo técnico asociado a los bailarines máquinas como hace el ballet clásico.

El ballet clásico, en mi opinión, es una de las artes escénicas más enfermas, porque desde hace más de 80 años que no están creando obra de calidad perdurable. Es muy bello y está sostenido siempre con fondos públicos, o fundaciones, no por un público real. No lo sostiene el público.

 

Pero el ballet pertenece a la aristocracia…

Bueno eso en sus principios, pero no debiera ser. Con la formación, teóricamente, que hoy tienen todas las clases populares [pensativo] deberían gustar más. Pero una cosa es un arte de museo y otra es un arte vivo que tiene que impactar, que tiene que emocionar a generaciones diferentes. Si yo estuviera en el mundo del ballet clásico me haría muchas preguntas.

 

En definitiva, usted cree que el estado financia el arte o la educación artística para que el producto final no sea de calidad. Entonces, ¿cómo ve el futuro del flamenco?

Lo veo disuelto en otras músicas y en otras culturas como todas las músicas de la antigüedad que han llegado disueltas en otras. Esto es inevitable. Una cosa es eso, y otra cosa es la responsabilidad de cada generación de que eso suceda lo más tarde posible.

El futuro del flamenco será lo que los artistas de cada época del futuro decidan que será del futuro del flamenco. Si me lo preguntas en lo personal, qué veo desde mi ventana de mi época: lo primero es que todos somos prisioneros de nuestro tiempo y que yo hace mucho que no me emociono con los artistas como sucedía hace 30 o 40 años, ¿por qué? No estoy seguro. Quizás porque mi caja de emociones ya está llena o prisionera de unas imágenes y ya no tengo hueco para otras, o puede ser que ciertos aspectos del flamenco que vislumbro en la actualidad, van más en la línea de un reconocimiento social y económico. Probablemente dentro de 20 años cuando se analice este momento, dirán: ¡Madre mía qué es esto!!! No lo sé.