Del 21 al 29 de enero, se realizó la 57º edición del mítico Festival Nacional de Folklore de Cosquín en la provincia de Córdoba, fundamental para el quehacer vernáculo de nuestro país, que amalgama elementos dispersos, para conformar en su conjunto, un principio de identidad nacional y de conciencia latinoamericana
La edición 2017 sirvió de homenaje al 50º aniversario de la creación del Poncho Coscoíno, “Dicen que todo tiene un origen. Un momento, un lugar que nos conecta. Y fue ahí donde se encendió la llama por primera vez. Una llama cuyo fuego forjó artistas, tradiciones y noches inolvidables. Transformándose en un hogar, que cada año funde en sus brazos al pueblo y la cultura. Creando noche de alegría y magia. Magia que sólo se puede encontrar en una plaza que recibió a los más grandes, cuando eran chicos. Y los vio crecer, y creció con ellos. Pero que nunca se olvidó su origen. Así como no olvidarán aquellos que tuvieron, alguna vez, la oportunidad de estar ahí. De bailar, de cantar, de vivir y disfrutar, la Plaza Próspero Molina. De sentir, el Festival Nacional de Folklore de Cosquín”, señala el material descriptivo del evento.
El festival propone un espectáculo múltiple inolvidable, cada noche, las lunas, que comienzan al grito de “Aquí Cosquín” a cargo del locutor oficial. Pero además contiene cantidad de actividades, como el desfile inaugural, presentaciones en seis sedes identificadas con el nombre de sus escenarios: Domingo Bravo, Hernán Figueroa Reyes, Santiago Ayala, Tamara Castro, Marcelo Berbel y Eduardo Falú. Espectáculos callejeros, feria de artesanías, encuentro de poetas, muestras, exposiciones, charlas y proyección de documentales, talleres y la final del Pre-Cosquín, Certamen para Nuevos Valores.
Desde 1966 cuando viajé por primera vez al Festival de Cosquín, he podido conocerlo desde todos los rincones, como público, bailarín, productor y funcionario público. El Pre-Cosquín cumplió este año su edición número 46, y se desarrolló en 48 sedes a lo largo de todo el país. Los talentos que resultan ganadores, se concentran en la ciudad coscoína las primeras dos semanas de cada enero, para seleccionar a aquellos que actuarán en el gran escenario junto a artistas consagrados.
En danza, el jurado estuvo integrado por Silvia Zerbini, Liliana Randisi y Oscar Arce. Los ganadores fueron Pérez Gonzalo de General Acha, La Pampa (malambo individual), Maquinista Savio de Lomas de Zamora, Buenos Aires (conjunto de malambo), Cáceres-Gorosito de Crespo, Entre Ríos (pareja de baile tradicional), Palandella-Molinas Cendra de Oberá, Misiones (pareja de baile estilizado), Compañía de Danzas Pucará de Lomas de Zamora, Buenos Aires (conjunto de danza), y también se entregaron menciones especiales a Carlos Medina (La Rebelión, Sede Ituzaingó, como mejor coreógrafo), Teresa Díaz (Sede Lavalle, mejor bailarina), Juan Espindola (Sede Moreno, mejor bailarín), y Ballet Atamisqui (Sede Alberti, mejor puesta en escena).
La categoría Conjunto de Danza, es para mí, el rubro más difícil para competir y para jurarlo, pues confluyen allí un montón de elementos, que quienes no están vinculados al mundo de la danza, no pueden ni imaginar. Desde la idea original, la elección de la música, la coreografía, la escenografía, el vestuario, las horas de estudio para compaginar, el alquiler de salas de ensayo y la movilidad, entre tantos otros gastos que conforman una lista que no termina nunca. La Compañía de Danzas Pucará, dirigida por Alexis Mirenda, fue la ganadora en 2017, y Balletin Dance conversó con él.
“Pucará es una compañía de danza que se identifica por su carácter e impronta folklórica permitiendo en su búsqueda un acercamiento a otras expresiones y lenguajes de movimiento”, afirmó Mirenda al describir a su agrupación. “Nació desde la necesidad de plasmar ideas, de crear un espacio donde volcar mi experiencia como intérprete en dos mundos tan diferentes [folklore y danza contemporánea], planeándome como desafío lograr la comunión de los mismos y creando un estilo expresivo propio”.
La compañía tiene apenas cuatro años, asentada en la ciudad de Buenos Aires, está integrada por treinta y seis bailarines “con amplia formación”, lo que genera un intercambio constante de experiencias y conocimientos en el elenco, con “un crecimiento de carácter grupal”. El trabajo “incasable” permitió sumar al repertorio ocho obras: Flores Negras, Nostalgias Santiagueñas, Quiéreme Siempre, El Alfarero, Eternos Viajeros del Río, Himno a Cosquín, Memorias del Camino, y Blanca Intensidad. Estas tres últimas fueron las que determinaron su consagración en Cosquín, donde llegaron gracias a un aporte del diputado provincial José Ottavis.
De los tres cuadros presentados en el Festival, Memorias del Camino, se superó en cuanto a la idea, la puesta, la coreografía y la escenografía. Se trata realmente de un cuadro de mucha jerarquía, con excelentes bailarines (faltaría trabajar algunos rostros y actitudes, para remarcar el juego actoral tan importante en este tipo de obras).
Los ensayos del elenco tienen lugar dos veces por semana durante tres horas, sumando los domingos en los que aprovechan para dedicarle más tiempo a las nuevas búsquedas. Como tantas otras agrupaciones su financiamiento es privado. “La Compañía es totalmente independiente. Generamos todo tipo de eventos (funciones, peñas), para solventar las producciones y nuestra sala de ensayo”, un gasto fijo mensual “importante” dice el director ($ 5.000). “Amamos lo que hacemos y no hay nada como la danza independiente. Agradezco infinitamente a los bailarines que apuestan a este proyecto”. Cuán importante sería que artistas de esta envergadura consiguieran mayores colaboraciones para permitir dedicarse exclusivamente a la creación.