Importante presencia argentina en la 37ª edición del festival veraniego que homenajeó a Lucinda Childs, Hans Van Manen y Merce Cunningham

La danza contemporánea volvió a invadir la localidad francesa de Montpellier, los primeros días de verano, en lo que se ha convertido una cita cultural estival imprescindible para conocer las últimas tendencias de la escena europea. Dirigido por Jean-Paul Montanari, el Festival Montpellier Danse encaró su 37ª edición del 23 de junio al 7 de julio, con la intención de mostrar el trabajo de tres generaciones de creadores diferentes: los veteranos Merce Cunningham, Hans Van Manen y Lucinda Childs, los consolidados Mathilde Monnier, Angelin Preljocaj y Marie Chouinard, y los jóvenes valores como Marlene Monteiro Freitas, Ayelen Parolin, Emanuel Gat o Sharon Eyal, entre otros nombres presentes en los veinte espectáculos de sala, actuaciones de calle, ciclo de cine y diversas actividades de diferente índole.

Balletin Dance tuvo la oportunidad de sumarse al Festival Montpellier Danse para seguir de cerca los pasos de los artistas argentinos que participaron en esta importante cita anual para la danza contemporánea.

El antiguo convento de las Ursulinas acoge el Centro Coreográfico Nacional de Montpellier, motor del festival veraniego y cuyo espacio ha sido rebautizado como Ágora, Ciudad Internacional de la Danza. Además de celebrar las conferencias de prensa y charlas matinales con los coreógrafos, el mismo recinto cuenta con el Teatro del Ágora, magnífico espacio al aire libre, y una sala de pequeño/mediano formato, llamada Estudio Bagouet en memoria de Dominique Bagouet (bailarín y coreógrafo de la “nouvelle danse française” y fundador de este festival). El majestuoso edificio decimonónico de la Ópera Comédie, un teatro a la italiana construido por Cassien Bernard, alumno aventajado de Charles Garnier, toma un aire a la señorial Ópera parisina construida por este último, y es el lugar donde transcurren gran parte de los espectáculos vespertinos, salvo algunas contadas citas ubicadas en la Ópera Berlioz/Le Corum, un enorme y moderno auditorio con una capacidad de dos mil localidades. Todo ello sin olvidar las múltiples actuaciones que se adueñan de las calles de Montpellier durante quince días y que, junto a los numerosos carteles publicitarios, contribuyen a aumentar el colorido de la capital del departamento de Hérault, en la región de Occitania, al sur de Francia.

 

El baile de las ausencias

El primer espectáculo que hacía alusión a Argentina fue El Baile, nacido del encuentro entre la coreógrafa francesa Mathilde Monnier y el escritor patrio Alan Pauls. Esta obra está inspirada en la puesta en escena de Le Bal (1981), creada al alimón por Jean-Claude Penchenat con el teatro de Campagnol, que retrata la historia de Francia a partir de la Liberación, y que se tradujo en el filme homónimo del realizador Ettore Scola, dos años después. Con una duración de hora y media, la pieza es una adaptación libre del original de los ochenta, pero con la acción situada en Argentina, en el período histórico de 1978 a 2016. Doce bailarines argentinos se reúnen en un salón para bailar tango, salsa, rock o folk, mientras en el exterior la realidad social está convulsa. Sin aparecer de forma totalmente directa, las ausencias se hacen notar bien en esa silla perpetuamente vacía, bien cuando el sonido de las hélices de los helicópteros se inmiscuye en esta alocada fiesta que podría ser como una especie de jam session danzada.  La repetición de secuencias y la narrativa difusa no ayudan a El Baile, que se pierde en el camino, convertida más en una sesión de fuegos artificiales sobre la base de bailes populares que en una obra pulida y perfectamente estructurada.

 

La jornada del 26 de junio se cerró con la suspensión del espectáculo Historias Flamencas de Sevilla, un mano a mano de los españoles Antonio Canales y Rafael Campallo, a quiénes la lluvia en el Teatro del Ágora al aire libre les obligó a parar su exhibición a los veinte minutos de comenzar. Como una especie de locura pictórica, Endo, dúo firmado por David Wampach, pareció traído de décadas pasadas en las que un pandemónium de litros de pintura despilfarrada con dos individuos desnudos podría sonar a novedoso y provocativo.

Mucho más interesante, sin duda, resultó el magno espectáculo ofrecido por el Ballet de la Ópera de Lyon, cuyo director artístico es Yorgos Loukos, que volvió a poner en escena Dance (1979), creación de Lucinda Childs, que se ofreció en la Ópera Berlioz/Le Corum, la noche del 27 de junio. Si en la conferencia de prensa matinal, la creadora neoyorquina había ofrecido una imagen distante, adusta, y escasamente amiga de la sonrisa, no es menos cierto que su monumental obra fue más locuaz para presentar la contribución a la danza postmoderna de Childs. La clave y por extensión, la mayor dificultad de Dance es que paralelamente a la interpretación de los bailarines, se proyecta una película con la misma coreografía. Esto supone que ambos deben estar perfectamente sincronizados, para no causar ninguna distorsión en la retina del espectador. El film marca el ritmo de los componentes de la compañía lionesa, que la introdujo en su repertorio en 2016 y cuya actual filmación está firmada por Marie-Hélène Rebois. La sencilla frase coreográfica original, la pureza de las geométricas diagonales y la repetitiva música de Philip Glass cautivan al público, totalmente absorto en los tres movimientos que componen Dance, en los que la coreografía se va complicando paso a paso hasta su glorioso y aplaudido final.

 

Tras esa especie de catarsis colectiva en el homenaje a Lucinda Childs, al día siguiente, la Place du Nombre d’Or acogió una nueva actuación de calle de Emanuel Gat, un dúo de body painting, construido con la técnica del contact improvisation. La jornada finalizó con Nós, tupi or not tupi?, de Fabrice Ramalingom.

 

Volver a la Tierra

Inspirada en un personaje de la novela 2666 de Roberto Bolaño y como contrapunto a la perfección matemática de su anterior pieza Herejes, la argentina Ayelen Parolin presentó Autóctonos, una obra coral con cuatro intérpretes que se suman a la música en directo de Lea Petra. Con una hora de duración y de línea predominantemente performática “con mucha intensidad y muy musical” -en sus propias palabras-, la pieza presenta a un cuarteto de intérpretes “de personalidades muy fuertes, con caracteres muy marcados y con estéticas diferentes, por lo que fue difícil encontrar un equilibrio entre ellos. Autóctonos habla de la aceptación de las diferencias, de cómo escucharse sin obligar a los demás a aceptar lo que uno quiere”, explicó Parolin. De vital importancia es la presencia escénica de la pianista Lea Petra, “es la tercera pieza que hacemos. No es que ella sólo hace la música: componemos todo juntas. Lea tiene una visión sobre la coreografía y a cada pieza que trabajamos juntas, va más lejos. Usa el piano de una manera que no suena a piano. Tiene algo muy animal, muy brutal, muy atónico, que son conceptos que compartimos en la creación y en la música”, añadió. Con un comienzo de gran intensidad, la crítica a la sociedad individualista queda subsumida por la poderosa confrontación escénica de cuatro mujeres de fuerte carácter, calidades de movimiento personales y un sentimiento de honda tragedia en su interior. Autóctonos tuvo una tibia acogida en el público congregado en el Estudio Bagouet, en su presentación del 29 de junio.

Excesiva, ambiciosa y puro derroche de elementos, Bacchantes-Prélude pour une Purge de Marlene Monteiro Freitas, hace honor a su nombre: una bacanal surrealista de dos horas y media de duración. Al comienzo del espectáculo, un grupo de trompetistas entra por el patio de butacas de la Ópera Comédie para iniciar la fiesta. Más allá de la mera ejecución, los músicos son parte integrante e importante eje de este espectáculo con aires dadaístas; incluso uno de ellos parece ejercer de maestro de ceremonias. Pero no sólo hay música en la obra de la creadora de Cabo Verde, también la danza está presente con un elenco de disparatados intérpretes que hacen virguerías con un atril de partituras, con el que simulan infinitas situaciones. La vibrante y chispeante energía de Bacchantes-Prélude pour une Purge se vuelve contagiosa para el público. El punto de inflexión de la obra lo constituye la proyección de un parto casero en el Japón de los años ‘70. De ritmo trepidante, la pieza quizás adolece de un exceso de duración, cosa que no pareció importar al público que aplaudió con generosa entrega este despilfarro de creatividad, energía e imaginación.

 

Después de las cuatro jornadas que Balletin Dance pudo disfrutar en Montpellier, a la 37ª edición del festival de danza contemporánea aún le quedaban momentos memorables como el homenaje al coreógrafo holandés Hans Van Manen por su próximo 85º aniversario de la mano del Het Nationale Ballet de Ámsterdam, y la clausura a cargo de Sharon Eyal & Gai Behar.

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Licenciada en Derecho y en Periodismo por la Universidad del País Vasco (UPV-EHU) y Posgrado en Periodismo Digital por la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Desde su infancia se interesó por el mundo de la danza, recibiendo clases de clásico, contemporáneo y jazz. Inició su trayectoria profesional en el periodismo en 1992. Ha colaborado en diversas webs y publicaciones especializadas nacionales e internacionales, y ha sido conferenciante y jurado de instituciones públicas y concursos de danza. También trabajó como responsable de comunicación en asociaciones de danza, ha coordinado y gestionado las candidaturas al Premio Nacional de Danza de Lucía Lacarra o Alicia Amatriain, y al Premio Príncipe de Asturias de las Artes de la candidatura conjunta formada por Ángel Corella, Lucía Lacarra, José Carlos Martínez y Tamara Rojo.