¿Cómo Elegimos lo que Comemos?

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La Venus de Willendorf es una estatuilla paleolítica (tallada en piedra entre 28.000 y 25.000 Antes de Cristo)

No todos comemos de la misma manera: existen tantas formas de comer como personas hay en el mundo. ¿Alguna vez se preguntaron por qué comemos lo que comemos? ¿Es lo mismo comer que alimentarse?

 

Los seres humanos nos diferenciamos de otros animales porque comemos de manera social. Compartimos la materialidad de la comida y también lo que significa para cada uno de nosotros; no se trata únicamente de un acto fisiológico, o una necesidad biológica. Los hábitos alimentarios son totalmente influenciables, heredados y compartidos, y están definidos por: la elección de los alimentos y la cantidad que comamos de cada uno de ellos, las formas de preparación, el número de comidas al día, el lugar donde las realizamos, la forma de comerlos. Comer es una construcción social que empieza en la infancia y nos relaciona con la manera de pensar y de vivir de nuestra familia, de nuestra cultura, de nuestra provincia, de nuestro país. Es parte de nuestra identidad, no es solamente un aprendizaje.

Si bien comer y alimentarse, son palabras muy similares, en el mundo de la nutrición no lo son. La principal diferencia radica en la selección de los alimentos que se ingieren. El acto de comer consiste en incorporar cualquier alimento (nutritivo o no), en respuesta al estímulo del hambre. Alimentarse, consiste en ingerir alimentos que (en adición a calmar la sensación de hambre), aportan nutrientes beneficiosos para la salud.

Podemos agrupar algunos factores que influyen sobre el acto de comer de la siguiente manera:

  1. Aspectos biológicos

Los seres humanos incorporamos alimentos (que aportan energía y nutrientes) en respuesta a las sensaciones de hambre y de saciedad. Del equilibrio entre estos dos procesos participa una zona del sistema nervioso central llamado hipotálamo. Las señales, con capacidad de informar y actuar sobre el hipotálamo, proceden del sistema gastrointestinal, endocrino, nervioso y del tejido adiposo. El hipotálamo integra todas estas señales y dispara la sensación de hambre, o de saciedad, regulando la ingesta de alimentos.

Pero no siempre comemos por hambre, muchas veces elegimos los alimentos pensando únicamente en el placer que nos van a producir. La palatabilidad es proporcional al placer que experimentamos al comerlos y depende de sus propiedades sensoriales (sabor, aroma, textura y aspecto). Los alimentos dulces y ricos en grasas tienen un innegable atractivo sensorial para los humanos, desde que nacemos, tenemos una inclinación innata por el gusto dulce y el rechazo del amargo.

Cada vez que comemos un alimento gratificante, se libera en el organismo una sustancia llamada dopamina, que acompaña este momento de placer. Y a partir de esa experiencia aprendida, cada vez que la vista, el olfato, o el recuerdo, vuelven a detectarlo, se descarga nuevamente este elemento causándonos una sensación muy placentera.

 

  1. Aspectos culturales

Las influencias culturales conducen a diferencias en el consumo de alimentos y en las formas de prepararlos; por ejemplo hay países donde comen insectos o carne de perro, que para los argentinos sería impensado; aunque comemos sangre coagulada en una morcilla, que podría parecer inapropiado en otras latitudes.

Otra diferencia cultural es el número de comidas diarias. En Argentina lo habitual es realizar cuatro comidas, pero en otros lugares se realizan solo dos, o tres comidas al día. Así como no existe una norma universal, tampoco hay una frecuencia que sea mejor que otra. Tanto el número de comidas como sus horarios, y lo que se incluye en cada una varía de un país, o región, a otro.

Un concepto cultural, que a lo largo de la historia ha ido cambiando y que tiene fuerte impacto sobre la forma de comer, es el ideal de belleza. Desde la época de la prehistoria, con la estatuilla de la Venus de Willendorf como referente (una mujer con redondeces asociada a la fertilidad) el referente de belleza ha ido modificándose hasta la actualidad, donde ese ideal es una mujer extremadamente delgada. Intentar parecerse a los modelos actuales, es un objetivo inalcanzable para la mayoría de las personas, pero además, para los más vulnerables, puede ser peligroso, poniendo en riesgo su conducta alimentaria.

  1. Aspectos sociales

El costo de los alimentos es uno de los principales factores sociales que determina lo que comemos. Los grupos de población con ingresos bajos muestran una mayor tendencia a seguir una alimentación no equilibrada. También tiene que ver el lugar en el que se ingieren las comidas, que puede afectar la elección de alimentos. En muchos ambientes laborales, escuelas o clubes, el acceso a opciones alimenticias saludables es escaso o más costoso que las opciones de menor valor nutricional.

Por otro lado, la organización de la comida es clave para poder alimentarnos adecuadamente. Esto implica, entre otras actividades, realizar las compras para que dispongamos de la variedad de alimentos que habitualmente comemos, al igual que la programación y preparación de las comidas principales.

Quienes comen solos sienten a menudo desgano de preparar la comida, repercutiendo de diferentes maneras en la cantidad y la calidad de los platos. Mientras que el comer en buena compañía, en un ambiente distendido y tranquilo, se relaciona con una ingesta mayor de alimentos. Un ejemplo típico son las comidas familiares o los encuentros con amigos.

Pero también los medios de comunicación tienen un fuerte impacto sobre las elecciones alimentarias, además de brindar información nutricional (no siempre correcta) influyen en el gasto de los diferentes grupos sociales. La concomitancia con otros factores como el nivel educacional y socioeconómico del consumidor son determinantes para contrarrestar (de ser necesario) la propaganda comercial.

Y por último, un fenómeno actual que tiene gran dominio sobre la forma de comer, principalmente en los adolescentes, es el que se trasmite a través de las redes sociales. La mayoría de las veces estos mensajes son incorrectos, elaborados por personas no profesionales, de manera autorreferencial, poniendo a la alimentación y a la actividad física en un rol de herramientas de compensación de posibles excesos.

  1. Aspectos psicológicos

Los alimentos tienen influencia sobre el estado de ánimo: comer nos causa placer y nos gratifica. Pero también el estado de ánimo tiene un fuerte impacto sobre la elección, la cantidad de alimentos y la forma de comerlos.

El estrés es una característica frecuente de la vida moderna y puede modificar las conductas que afectan la salud, como el ejercicio físico, el consumo de tabaco o la elección de alimentos. El efecto del estrés depende de cada individuo, del factor o factores estresantes y de las circunstancias, y mientras algunas personas cuando están sometidas a estrés comen más de lo normal, otras comen menos.

 

Para concluir

Conocer las influencias que existen sobre el acto de comer, nos hace reflexionar sobre lo difícil que es modificar los hábitos alimentarios. Un camino para mejorarlos es la educación alimentaria brindada por profesionales de la salud. Esto nos da autonomía en las decisiones alimentarias más adecuadas y nos protege de las influencias negativas sobre el placer que implica comer saludablemente.

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Marcia Onzari
Licenciada en Nutrición (USAL) Antropometrista Nivel II I.S.A.K Ministerio de Salud de la Nación. Actividades de prevención y promoción de la salud. Atención personalizada de bailarines de distintas escuelas de danza de la Ciudad de Buenos Aires. Disertaciones sobre Salud, Antropometría y Alimentación en la danza. Disertante en el “1° Simposio Interdisciplinario de Ciencias Aplicadas a la Danza”. Facultad de Medicina, UBA. Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Exámenes de ingreso, antropometrías.