Con inmenso pesar, informamos la muerte del gran escultor Antonio Pujia, sucedida el sábado 26 de mayo en la ciudad de Buenos Aires
Transcribimos la entrevista realizada hace diez años, cuando Balletin Dance le dedicó la tapa al genial creador.
Nota de tapa de la edición de octubre de 2008 (Año 15, Nº 170)
Antonio Pujia. Para la Eterna Mujer
Por Agustina Llumá
Hasta el 16 de noviembre podrá verse en el Museo Eduardo Sívori de Buenos Aires, una muestra retrospectiva de esculturas de Antonio Pujia centradas en la mujer, muchas de ellas bailarinas, creadas desde 1951 hasta el presente
En una extensa entrevista realizada en su taller del barrio de Floresta, el maestro Antonio Pujia rememoró para Balletin Dance los años dorados del Teatro Colón, sus amistades con el mundo de la danza, sus inicios en las micro-esculturas y joyas, y sus anhelos aún no concretados.
Pujia, italiano de nacimiento, describe sus vivencias como si hubiesen sucedido ayer mismo, sus poéticos relatos se invaden de mágico misterio acompañados por el danzar de sus brazos.
A pocos meses de cumplir 80 años, refleja la satisfacción de un largo camino realizado, con la adquisición de los reconocimientos más altos a los que aspira un escultor, el respeto por el arte, por su trabajo y el de los demás.
El escultor, que más se ha dedicado a la danza en la Argentina, es melómano confeso, y si bien le gustaba la danza y veía algunas funciones, su interés en los bailarines nació “trabajando en el Colón. Empecé a principios del ‘56, en el taller de Escultura Escenográfica, que sin darme cuenta fundé, porque el maestro Héctor Basaldúa, entonces director escenógrafo, llamó a un concurso para incorporar a un escultor. Este taller estaba (ya no) a escasos diez metros de la famosa rotonda, que habían convertido en una sala de clase y ensayo. De manera tal que ahí, para mí, los bailarines pasaban por la puertita, a veces llegaban sobre la hora como un rayo, parecían pájaros. Y por esa vecindad, fui haciendo amistades entrañables que aún conservo algunas. Desgraciadamente el grupo de bailarines que murió trágicamente en 1971, en su totalidad, pero más que nada con Norma Fontenla y Peli [Sara] Bochkovsky con sus maridos. También sigo una amistad hermosísima con Olguita Ferri y Enrique Lommi, que ya eran pareja cuando los conocí”.
¿Cómo es dejar la danza inmortalizada en una escultura, que es un arte efímero, el arte del movimiento?
Estéticamente hablando, hay dos extremas: las artes del tiempo y las artes del espacio. En las del tiempo tenemos a la danza que se desarrolla en el devenir, y uno recién tiene la totalidad cuando termina el acto. Retiene todo en su mente, parece mentira eso, como la música, la poesía.
En cambio en el arte plástico, sobre todo el dibujo, y algo la escultura, corresponden a las denominadas del espacio, porque se manifiestan en un espacio y se ven como nos estamos mirando nosotros ahora. Después entraríamos a ver que en la escultura también tenemos una parte temporal, porque o gira ella o giramos nosotros para verla en su totalidad.
Usted acierta con una pregunta hermosísima, porque ese fue un sentimiento que tuve de entrada. De preguntarme ‘¿cómo puedo yo representar un salto o un vuelo?’. Como lo último que hice para Julio Bocca. ‘¿Cómo puedo hacerlo?’. Observando muchísimo cuando despegan, cómo hacen sus miembros, cómo hace su cara, cómo hacen sus brazos, en fin todo su movimiento corporal, observar eso y tratar de dibujarlo con suma rapidez.
Imposible hacerlo con la velocidad con la que ellos saltan. Aunque hay algunos bailarines que son magia, porque parece que se quedan suspendidos en el aire, como si fuera el vuelo de un colibrí o de una paloma, se quedan un ratito ahí en el lugar. Eso me fascinaba muchísimo, era una especie de dulce desafío, me encantaba.
BAILARINES
Lo que más me gustaba era dibujarlos mientras hacían la clase y los ensayos. A Norma Fontenla en esta escultura [ver foto], la retengo prácticamente en la memoria neta (mi memoria visual sigue siendo buena) en un famoso ballet llamado El Combate, que vino a poner William Dollar, un genio. En esa época yo trataba de terminar mi trabajo lo antes posible para ir al ensayo.
Y hay un momento en que Norma hace esa pose desafiante, en el argumento del libro Gerusalemme Liberata de Torcuato Tasso, ella era Clorinda. Cuando Tancredo [José Neglia] que iba al Santo Sepulcro enfrenta a ese combatiente, le pide prudencia, y ella responde con ese acto de soberbia y valentía. Ese ballet me quedó grabado en el alma, y Norma en ese preciso instante en que desafía, ahí la escultura.
Ud. estuvo en la mejor época del Teatro Colón
Así decimos todos los que hemos vivido esa época. Con algunos amigos y amigas entrañables que nos seguimos viendo, y lagrimeamos de pronto, lógico, por cómo está el Teatro hoy.
VIVENCIAS
Una joya de la arquitectura, en la que pasé 15 años trabajando ininterrumpidamente. Fue una etapa de mi vida muy intensa, aprendí muchas cosas para la vida y para el arte en el Teatro. Por ejemplo, el manejo de la sensibilidad, del sentimiento, que viene a ser traducido en la obra.
Ellos me abrieron un camino en eso, que en general en artes plásticas no lo tenemos, ni hacemos ejercitaciones, como sí hacen los músicos, los bailarines, los directores de orquesta, todo el equipo de allí. Lo aprendí de la convivencia cotidiana con artistas de otras disciplinas -que no es frecuente tenerlas-, y de verlos trabajar, ensayar, y hacerlo otra vez y otra vez, y otra vez, hasta que se acercan a lo ideal. El sostenimiento de la emoción, que lo van manteniendo y lo largan en el preciso instante: cuando hacen la función.
EL ESPECTÁCULO
Trabajaba en la mañana en el Teatro, a la tarde tenía mi taller particular, para mi obra, y en las noches tenía las escuelas de bellas artes, Prilidiano Pueyrredón y Manuel Belgrano. La Belgrano estaba a pocas cuadras del Teatro, y si por alguna razón no había clases, yo me precipitaba al Teatro a ver una función. La ópera siempre me gustó muchísimo, sobre todo Monteverdi, me emociona de una manera tan profunda, como ninguna otra arte, también tiene obras religiosas de una potencia y una penetración celestial impresionantes.
Y Mozart otro genio, profundo. Los máximos genios que dio la humanidad en todos los tiempos, ahí en el Teatro se encontraba condensado. Sentirme un obrero más de todo ese conjunto que se producía en la ópera, sentirme una parte activa, era como una célula, una partícula, de todo ese organismo que desembocaba en la gran función. Sentirse partícipe de eso es una felicidad, que nos remontaba al Medioevo, como al Renacimiento. Los artistas éramos anónimos, cada uno ponía lo suyo lo mejor posible. Mire si tengo para agradecer.
DESPUÉS
Luego, ya no era la vivencia diaria, sin embargo el tema de la danza se instaló en mi alma, y cada dos por tres sale solo. Busco documentación o en los dibujos que he hecho muchísimos, esos rapidísimos croquis. A los nuevos los he ido a ver bailar, alguna vez pedía permiso a la dirección para ir a dibujar durante la clase o el ensayo, y me iba con mi carpeta y mis papeles. Y trabajaba y me acordaba de esa época, entre melancólico, triste y alegre también, una mezcla de sentimientos, estar ese rato ahí lo vivía con un placer enorme.
HOMENAJE AL COLON
Tuve uno de los picos de felicidad más grande, por haber concretado ese homenaje, comparable al nacimiento de mis hijos, nietos, felicidad suprema. Voy a tener 80 años dentro de poco, esa noche [26 de mayo], la sentí palpablemente, qué felicidad tengo de haber podido expresar mi agradecimiento al Colón, y a mis compañeros simbólicamente.
Esta muestra retrospectiva, es un homenaje a la mujer, y entre ellas hay muchas bailarinas. Sí, es otro mandato misterioso, como el homenaje al Colón. Poder homenajear a la mujer antes de envejecer y de irme a otro planeta. Fue una coincidencia que se diera en el mismo año.
Es una muestra más grande que abarca un período del ‘51 hasta ahora. Desde mi abuela materna, mi madre, mi mujer, mi primera maestra de la escuela primaria llegando a la Argentina, hasta que llego a mis nietas. Con la que vive en Buenos Aires, voy a modelar su retrato, durante el período de la muestra, a la vista del público.
MATERIALES
Elijo materiales que tienen vocación de eternidad. Cuando estoy tallando un mármol, me parece el material más sublime. El mármol de carrara. Meterse dentro de las entrañas a partir de que voy cortando, voy hurgando, veo hasta cielos. En el primer estallido, aparece una estalla de regular tamaño, el primero se da fuerte, en esa entraña abierta se vuelve luz, hay brillitos, parece una constelación estelar, es un goce extraordinario.
Si hablo de la arcilla, digo, de la tierra misma, de la cava, millones de años estuvieron ahí. Tomo esta arcilla, qué responsabilidad extrema tengo con este material también. La arcilla es un poco la madre de los materiales escultóricos y ceramísticos, el hecho de que se pueda hacer líquida hasta una dureza máxima, combinándola con el agüita, con el aire, con el sol, con el fuego. Es notable. Se convierte, es una cosa mágica.
Si hablo de bronce, también viene de las entrañas de las montañas, se crea por una inteligencia que tiene el hombre de combinar cobre con estaño y zinc, o cobre con estaño solo y aparece lo que se llama el bronce, que la historia lo celebra constantemente. Es un material que viene desde la fundición de metales, estamos hablando de mucho tiempo atrás, y llega a concretarse en una forma que uno le ha dado. Verlo también en estado de fusión que parece un sol adentro del crisol, y de pronto dentro del molde que uno fabricó para tomar la forma que dejó la cera, es una magia.
LA VIDA Y LA MUERTE
Acepto la muerte como acepto la vida y con los años, cada vez más seguro de esto, no me trae angustia. Me da cierta pena de no poder seguir trabajando estos materiales o no poder seguir viendo el crecimiento de mis nietos ahora. El descubrimiento que hacen del mundo y de uno mismo, las vivencias que tenemos con ellos son deliciosas, son hermosísimas.
MÁS MATERIALES
La cera es un material nobilísimo, a pesar de su aparente fragilidad, es uno de los que más resiste la acción temporal, no se pudre, si se cuida puede ser eterno, si no se golpea o no se le pone fuego. Tiene esa dualidad. En cambio la madera se corrompe con cierta facilidad sobre todo si está a la intemperie, los mármoles se degradan si están afuera, y el yeso…
TAMAÑOS
Me quedé con la nostalgia de no poder hacer un monumento. Si bien el monumento a los bailarines lo hice en vida, de tamaño natural, no tuve suerte de hacer el homenaje que me hubiera gustado hacer y había sido nombrado para ello.
También, me hubiera gustado hacer un homenaje de amor a Buenos Aires, que es otra deuda, y que no creo que lo pueda llegar a hacer. Es Canto de Amor a Buenos Aires, tengo algunos estudios hechos, en tamaños más chicos.
LAS JOYAS
Esto me inquietó un poco de jovencito, en un momento en que no tenía trabajo con los maestros escultores con los que trabajaba desde que era casi un niño, un vecino me llevó a trabajar a una joyería. En el breve tiempo que estuve aprendí cosas que me quedaron. Después trabajé mucho en fundición estatuaria, de escultura, que utiliza el mismo procedimiento, tiene sus pequeños códigos, pero la esencia es la misma, fusión de metales, cera perdida.
Cerca de los años sesenta, a una galerista se le ocurrió hacer joyas de artistas, para lo cual convocó a un grupo de jóvenes y a uno de maestros. Fundí en oro esta piecita de casi unos diez centímetros, era un colgante, una pareja que se abrazaba. Después la perdí, me la robó la galerista, la muestra no se hizo nunca, desapareció, chau.
En otro momento, obtengo un premio importante, que era un cierto dinero, había empezado a vender mis obras y estaba contratado con una galería importante en su momento, para hacer una muestra por año y me adelantaban dinero, fue una experiencia como pocas. Entonces, fanfarroneando le pregunté a mi mujer ‘se acerca tu cumpleaños ¿qué te gustaría que te regale?’, y ella me dice ‘una joya’. Sin pensar ninguno de los dos en el antecedente… Voy a las joyerías a buscar algo para ella pero nada me convencía y además los precios eran bastante elevaditos. Hasta que recordé aquella experiencia y decidí hacerla yo. Hice un gigantesco pectoral, que todavía lo tiene. Una secuencia de hombre, mujer, hombre, mujer, chatitos, llegaban al centro y abrían los brazos, lo fundí en plata por partes, y después los enebré. Susana se lo puso para mi primera muestra y todo el mundo estaba sobre ella. Inmediatamente el galerista me dice ‘mira acá hay muchas mujeres que te quieren encargar algo’, ‘no, yo lo hago para mi mujer’. Pero un día le dije que podía tomar algún pedido, y se vendían como agua en esa época. Un fenómeno. Tuve respuestas de la gente que compraba esto, fundamentalmente mujeres, y anécdotas, que me hizo sentir que el hecho de hacer joyas era una especie de elogio y de piropo a la mujer de mi parte. En esta muestra hay una sección que se llama Elogio a la Mujer, donde se exhiben las joyas y mini esculturas en una vitrina.
¿Una vez que termina la obra la siente suya o es de la humanidad, las da con facilidad o prefiere retenerlas consigo?.
Hay determinadas obras que necesito tenerlas, las necesito como quien tiene un abrigo, necesito verlas. La elección es instintiva, o porque me costó parirlas o porque las hice con gran felicidad y euforia, o porque la gente me las ha elogiado mucho. Hay muchas de las piezas que vamos a exponer ahora que son el legado mío a mis hijos y a mis nietos.
Las primeras veces que vendía tenía un escozor, ‘no las voy a ver nunca más, esto quién sabe a dónde va a ir a parar’. Después empecé cada vez más a tener la ambigüedad de que la obra tome su camino, ‘esto me permite seguir trabajando, seguir haciendo’, y también que la gente que pone la mano en su bolsillo y hace su cheque, y me paga por esto, me está distinguiendo. En esta ultima etapa, soy yo más el que empuja a que vendamos y mis hijos quieren conservar piezas únicas, son ellos ahora quienes quieren retenerlas. A mí me gustaría más ser escultor de monumentos que de colecciones privadas, digo la verdad.
¿Qué ganó y que perdió la escultura en la Argentina en los últimos años?
Siempre pienso que aún con las dificultades con las cuales vivimos, que no son exclusivas de esta época, pues hemos tenido tiempos muy tristes, muy dramáticos, muy feroces. Esto al lado de aquello es nada. Sin embargo seguimos teniendo dificultades y sin embargo seguimos, sobre todo los artistas parecemos obstinados en seguir trabajando, llueve, truene o nos bombardeen, seguimos haciendo. Pienso que siempre se va hacia delante. Me da la impresión en esta etapa, que hemos perdido un poco el rumbo. Hay un buen número de gente que se involucra, estudie o no, en el campo del arte. Hay gente como nunca, cantidades enormes, porque ciertos intereses creados lo han convertido en algo muy fácil. Por eso todo el mundo se pregunta, ‘¿y esto es arte?, ¿y cómo se considera?, ¿esto realmente es arte?, ¿una silla puesta así es arte?’. Pero por suerte hay una mayoría que continúa esta cadena de eslabones que a través de la historia se viene sucediendo, sin contagiarse de las falsas modas, o de las modas que son demasiado pasajeras. No obstante, me pongo crítico, pero también digo, todo este movimiento a alguien va a nutrir. En realidad la historia demuestra que la obra de arte pasa la acción del tiempo. Es un testimonio, es memoria y la expresión de la humanidad. Si bien hay un contraste con esta época, donde hay ciertas confusiones que para mi forman parte de ese aglomerado, también se va decantando, queda lo esencial.