El 28 de junio de 1841, se estrenaba en la Sala Le Peletier de la Opera de París, el ballet Giselle, uno de los hitos del romanticismo en el ballet. Se trata, además, de la obra clásica con mayor continuidad histórica, porque desde entonces nunca dejó de presentarse, y hoy en día integra (con sus variaciones) el repertorio de todas las compañías de ballet del mundo.
Y este año, la Fundación Cultural Providencia (de Santiago de Chile) ha organizado un conversatorio con Sara Nieto (exprimera bailarina del ballet del Teatro Municipal de Santiago), Juan Lavanga (presidente de la Asociación Arte y Cultura de Argentina) y Jorge Andrés González (Director ejecutivo de la Fundación chilena), para hablar de Giselle.
Giselle es un ballet en dos actos, con coreografía de Jules Perrot y Jean Coralli, música de Adolphe Adam, y libreto de Théophile Gautier y Jules-Henri Vernoy (Marqués de Saint Georges), basado en la ‘De l’Allemagne’ (1835) del alemán Heinrich Heine. Con el paso de los años, se realizaron cortes y agregados. La música del Pas Paysans del primer acto fue compuesta por Johann Burgmuller, mientras que la variación de Giselle del primer acto, la entrada de Myrtha y la variación de Albrecht del segundo acto, son partituras de Ludwig Minkus, y se cree que hay intervención de Cesare Pugni en algunas otras modificaciones.
Sin lugar a dudas Carla Fracci y Alicia Alonso, fueron las últimas divas en interpretar el rol, que parecía estar hecho para ellas. Y como decía Enrique Honorio Destaville: “Las grandes del ballet han logrado su consagración romántica en “Giselle”, protagónico que requiere una absoluta bailarina-actriz. Recordemos a las famosas Ana Pavlova, Olga Spessitzeva, Elena Smirnova, Alicia Markova, Carla Fracci, Eva Evdokimova, Alessandra Ferri, y también aquéllas que produjo nuestra Iberoamérica: Alicia Alonso (Cuba), Olga Ferri (Argentina), Margaret Graham (Argentina-Uruguay), y Sara Nieto (Uruguay-Chile). Albrecht también fue siempre un codiciado y consagratorio papel para el hombre, de allí que Vaslav Nijinski, Anatole Oboujov, hayan conmovido por su grandeza interpretativa y sus proezas técnicas. Pero quien transformó el papel volcándolo hacia la profundidad dramática, fue Serge Lifar, inolvidable bailarín ruso que levantó el ballet francés entre 1929 y la década de los años ‘50. También fueron grandes Anton Dolin y Erik Bruhn, hasta que Rudolf Nureyev logró nuevamente la conmoción. Sudamericanos de excepción dieron y dan lustre al masculino como Maximiliano Guerra, y Julio Bocca, ambos de la Argentina.”
Podés asistir al conversatorio, el lunes 28 de junio, a las 19 hs (Chile) en: https://culturaprovidencia.cl/