Producida en el marco de las Residencias de Investigación en Danza del Centro Cultural de la Cooperación, la nueva obra de David Señoran da cuentas del potencial de la danza para comprometerse con lo urgente sin descuidar su propia materialidad.
Atravesar tiempos convulsos parece ser la naturaleza de nuestra sociedad, sólo que la circulación de información es hoy tan veloz que todo parece estar sucediendo aquí y ahora en forma constante y ese todo resulta un exceso mayor de lo que cualquiera es capaz de tolerar. Miramos a un costado y seguimos con lo cotidiano, entonces lo terrible desaparece de nuestro mundo, pero no desaparece del mundo.
Frente a las verdaderas adversidades: la injusticia y la indiferencia, bien vale preguntarse qué lugar y propósito ocupa el arte. Afortunadamente algunos creadores encuentran respuestas a través de obras que espejan el horror que rechazamos al tiempo que dan vida a formas de dolorosa belleza.
‘La sombra de una nube’, la última pieza creada y dirigida por David Señoran aborda con sensible originalidad la realidad de inmigrantes y refugiados. Lo curioso es que el propio trabajo permite inferir cierto pudor por convertir en espectáculo un drama feroz; permanentemente problematiza la escenificación de la temática al explicitar que el espectador sólo ve una obra pero que al salir de la sala teatral le espera la vida: una realidad cruda que supera cualquier ficción. Precisamente, Señoran parece advertir que lo inverosímil no es la ficción sino nuestra capacidad de aceptar la realidad y en ese sentido, su pieza es un llamado de atención y una reivindicación de la potencia del arte para indagar el horror en vez de evadirlo.
Posiblemente se trate de uno de los trabajos más profundos y logrados de David Señoran y su compañía homónima: doce talentosos intérpretes sobre los que vale la pena prestar atención; si tenemos suerte, los reencontraremos seguido en la escena porteña. Entre los bailarines hay también actores, algunos cantan y todo sucede en un registro que confiere a la pieza la relevancia que amerita sin acudir a golpes bajos y aprovechando la singularidad de cada cuerpo, creando un aura de misterio sobre personajes que se vuelven inquietantes más por lo que son que por aquello que dicen.
La puesta escenográfica y la iluminación conforman una perfecta síntesis que justifica cada elemento dentro de su propio devenir y jugando un rol específico en cada escena, como si el director hubiese procurado un instante de protagonismo para cada elemento y cada intérprete, garantizando una articulación dinámica, insospechada y conmovedora entre la puesta estética y los cuerpos en movimiento. El vestuario abre a múltiples imágenes de los universos más diversos: lo que podría ser el viacrucis de un Cristo reeditado, la ropa de ensayo de un grupo de bailarines (y otra vez, señor espectador recuerde que sólo está viendo intérpretes en un escenario) o bien, la caracterización de una banda de zombies salida del épico ‘Thriller’ de Michael Jackson -y hay algo de Zombie en ese atravesar la vida como si nada importara- o bien, la construcción de una sirena voladora que se desliza en la mirada amorosa de un compañero que la nombra y que, sin disfraces, nos permiten soñar lo que podamos soñar.
David Señoran ha tomado un riesgo permitiéndose navegar entre lo figurativo y lo abstracto, convirtiendo en diegético lo extradiegético para construir en esa transgresión de los códigos una dramaturgia clara, profunda y poética. La temática, la composición espacial, el lenguaje de movimiento y el dominio técnico y expresivo de los intérpretes nos pone frente a un trabajo coreográfico que no estamos acostumbrados a ver en la escena de la danza independiente. Sin dudas es de lo más notable de la producción escénica local de los últimos dos años y es una obra que trascenderá incluso entre el público que no suele interesarse por la danza.
‘La sombra de una nube’ podrá verse todos los domingos a las 20 hs, en la sala Aérea Teatro (Bartolomé Mitre 4272, CABA) hasta el 24 de octubre y los jueves de noviembre a las 21 hs, en el Centro Cultural de la Cooperación (Av. Corrientes 1543, CABA).
‘La sombra de una nube’. Fotos: Adrián Maximiliano Arellano