Una relectura de ‘Carmen’ en tiempo de femicidios

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Bailarines: Manuela Rodríguez Echenique y Dalmiro Astesiano junto al coreógrafo Alejandro Cervera. Ph: Máximo Parpagnoli

Alejandro Cervera creó su propia versión danzada de la obra de Mérimée a pedido del Teatro Colón, y admite que no le resultó fácil hablar de un asesinato pasional en el actual contexto social. Celebra la llegada de intérpretes más diversos al Ballet Estable.

“Estos son días de mucha actividad”, se disculpa Alejandro Cervera, como si hiciera falta. Se acerca el estreno de una nueva obra y el maestro se encuentra muy movilizado. “Hemos tenido un primer encuentro con el escenario, lo cual siempre es shockeante porque el espacio es otro y se suman las dificultades de los elementos escenográficos. A eso hay que agregarle la emoción de estar en la sala, de ver ese teatro fabuloso con todos sus trabajadores. Para mí es una fiesta estar en el Colón, como lo es pisar cualquier teatro en general”.

En un programa mixto, el segundo de la temporada para el Ballet Estable que dirige Mario Galizzi, Cervera pondrá a consideración del público su propia versión de ‘Carmen’, que le fuera comisionada por el Colón, sobre la famosa partitura de Georges Bizet. Son siete las funciones pautadas a partir del debut del próximo martes 28 a las 20 hs. Junto con esta producción, la compañía recuperará un título de 1978, ‘Sinfonietta’, magistral obra que Jiří Kylián creara para el Nederlands Dans Theater, tomando como base la pieza musical del compositor checo Leoš Janáček.

Ensayo de Carmen, primer reparto: Manuela Rodríguez Echenique y Federico Fernández. Ph: Máximo Parpagnoli

“Ayer pasó algo muy emotivo -comparte Cervera en el mano a mano con Balletin Dance-. Estaba en la sala con el director de la orquesta y uno de los diez figurantes que intervienen en ‘Carmen’, y esta persona me dice ‘qué lindo es estar sentado en la platea’. Entonces le pregunté si era la primera vez que estaba ahí. Y me respondió: ‘Sí, porque siempre vengo al paraíso’. Y eso que él me compartió fue exactamente lo que a mí me pasó con el Colón. Yo también, siendo muy chico, las primeras veces que fui al Colón, sobre todo a escuchar conciertos de piano, estuve ubicado en el paraíso, de pie. Después, con el tiempo, fui bajando. La vida me llevó a ser lo que soy ahora, un artista del escenario, y se me hizo común poder estar en la platea. Pero aquella emoción inicial es imborrable. Las instituciones como el Colón generan estos ciclos en las personas. Hay cosas que pude ver en el Colón que me marcaron para siempre. Recuerdo a Martha Argerich siendo ella muy joven, la Tetralogía de Wagner completa en el ’67, a Nureyev en su primera visita a la Argentina. La gente que va al Colón es como la que va a la cancha. Se consulta qué viene, se prepara para ver el próximo título. Es como aquel que quiere saber cuándo se juega el River-Boca. Contrariamente a lo que flota en el ambiente, estos son eventos muy populares, lo cual no quiere decir que sean accesibles”.

Es atinada la aclaración.

Claro, cuando uno dice ‘El lago de los cisnes’, ‘La traviata’, Daniel Barenboim o Argerich, la gente quiere verlos. Me pasa ahora con ‘Carmen’, que el público lo espera porque es un título que resuena. Me ocurrió también con ‘Alicia en el País de las Maravillas’. Son expresiones populares, aunque no sean autóctonas y provengan de otro lugar y de otra época. Pero tienen una presencia en el imaginario popular que las hace atractivas. Luego, el hecho de que las entradas sean muy caras es otro cantar. Eso sí habría que modificarlo definitivamente. No me avergüenza comparar a estas expresiones con el fútbol, por cierto, porque todo forma parte de nuestra cultura.

-Ha sido largo el derrotero de esta ‘Carmen’. ¿Cómo lo transitó?

-La propuesta me llegó a finales de 2019 y cuando ya teníamos el proyecto armado junto con la escenógrafa y el vestuarista, se declaró la pandemia. El mismo día que íbamos a presentar los bocetos se cerró el Colón. Se pensó hacerlo en 2021 pero fue imposible porque ‘Carmen’ es un espectáculo grande. Fue ahí que propuse hacer ‘Itinerario Piazzolla’, que fue un espectáculo más pequeño, con doce bailarines. En el medio del proceso, Julio Suárez, que se iba a encargar del vestuario, no pudo continuar, por lo que ahora está a cargo de Renata Schussheim, lo cual para mí es un honor y un gran aprendizaje. Lo mismo que con Laura Copertino en la escenografía y Matías Sendón en las luces.

Ensayo de Carmen, segundo reparto: Rocío Agüero y Juan Pablo Ledo. Ph: Máximo Parpagnoli

Y a diferencia de ‘Itinerario Piazzolla’, esta vez sí podrá contar con la Orquesta.

Sí, estará la Estable del Colón dirigida por Javier Logioia, con quien también tengo un diálogo muy grato porque a menudo compartimos montones de proyectos que nos gustaría llevar a cabo. Estamos todos muy contentos.

¿Siente que a raíz de esta espera la obra maduró dentro suyo?

Las obras siempre están vivas, aunque no hayan nacido. Los proyectos siguen dando vueltas en la cabeza de uno, y uno va cambiando. La estructura es la misma pero me permito decirme ‘ah, me gustaría probar tal otra cosa’. Así han aparecido elementos que antes no estaban, vinculados a una España más popular. Hoy encuentro bailarines del Colón que son conocedores de la danza española y andaluza y los incorporo. Hay también un cantaor que se sumó en el comienzo de la obra. No somos los mismos después de la pandemia, y las obras tampoco lo son. Hoy dejo que sea la obra la que me ‘informe’ y trato de escuchar lo que necesita.

¿Lo sorprendió la propuesta del Colón de trabajar sobre música de Bizet?

La verdad que sí. Yo venía de montar ‘Carmen’, la ópera, en Tucumán, como reggista, y creo que lo que he hecho ahora con el Ballet está muy impregnado de la cuestión operística. En este caso no se trata de una narración lineal sino de imágenes de las situaciones y los personajes. ‘Carmen’ es una obra compleja porque resulta difícil en la Argentina de hoy hablar de esta historia como un asesinato pasional. Esa categoría dejó de existir, se transformó en femicidio y es una peste. ‘Carmen’ es un poco una romantización de lo que para nosotros es hoy una tragedia. Por eso no es fácil abordar esta temática del siglo XIX.

¿Lo asume como un riesgo?

No sé si es esa la palabra, pero sin duda hay que pensar muy bien qué es lo que uno va a decir. Lo he hablado mucho con los Don José, que encarnan al femicida, porque más allá de las vueltas que le demos, el final sigue siendo el mismo. Lo importante de ver es desde qué lugar sucede eso, y qué es lo que pasa después.

Ensayo de Carmen, Lola Mugica (Carmen) y Dalmiro Astesiano (Escamillo). Ph: Máximo Parpagnoli

LA ESPAÑA DE FRANCO

Cervera considera que el caldo de cultivo de los femicidios son las sociedades “cada vez más violentas en las que vivimos”. Es por eso que situó su versión de ‘Carmen’ en la España franquista de los años ’40. “Acá los soldados no son esos seres impecables del siglo XIX sino que son seres gastados por la Guerra Civil, que es la más destructiva de todas. Ese fue el marco desde donde empecé a trabajar, caracterizando a la vez a Carmen, ya no como una gitana, con esa cuestión racional encubierta que existe, sino más bien como una trabajadora de la fábrica de cigarros de Sevilla. Considero que de este modo puse a la obra en un lugar menos arquetípico.

¿Qué otras características tienen esa Carmen y ese Don José?

El es un aspirante a la carrera militar, que tiene una madre en el campo que le envía a una muchacha que él conoció en su infancia y con quien aspira a que se case y forme una familia. El camino de Don José es bastante burgués y parece estar prefijado. Es el camino que se considera correcto: tradición, Patria, familia. Pero ese camino se va a ver alterado por la aparición de esta otra mujer que es todo lo contrario a eso. A Carmen no le importan las ataduras, puede enamorarse de un hombre y después de otro, o incluso hasta de una mujer. Y va a hacer tambalear a Don José, que empieza a romperse por dentro a partir de su propia contradicción. Esa pérdida del equilibrio, ese salirse de eje, lo va a hacer actuar de un modo equivocado.

Ensayo de Carmen. Edgardo Trabalón sobre la mesa. Ph: Máximo Parpagnoli

‘Carmen’ es, en esencia, una obra profundamente dramática.

Lo es, y espero que eso se vea en escena. Yo no hago obras muy técnicas, no soy de los coreógrafos que marcan pasos difíciles ni en gran cantidad. Siempre estuve más vinculado a la teatralidad. Es por eso que esta obra tiene, más que un peso técnico, un enorme peso dramático en todas sus escenas.

¿Cómo dialoga esta creación con ‘Sinfonietta’, la obra de Kylián con la que comparte programa?

‘Sinfonietta’ es una obra muy poética, de una gran espacialidad, en un contexto muy amplio. Y justamente tiene que ver con todos los elementos dancísticos a los que uno puede recurrir. Es una obra que los bailarines están resolviendo muy bien, sin duda porque detrás está la mano de un maestro extraordinario como lo es Kylián. ‘Sinfonietta’ es una obra abstracta, en cambio ‘Carmen’ es todo lo contrario, viene del texto, de la palabra. Son piezas completamente disímiles, la cara y cruz de una moneda, y siento que en ocasiones los programas son más interesantes cuando tienen estas oposiciones.

El año pasado, cuando montó su obra anterior, el Ballet del Colón era dirigido por Paloma Herrera y esta vez está a cargo de Galizzi. ¿Observó cambios en la compañía?

La verdad es que son situaciones incomparables porque el año pasado se trabajó en situación de pandemia. Aun si Paloma hubiese seguido al frente de la compañía, también la situación hubiese sido incomparable. El año pasado trabajé con apenas doce bailarines, más seis de reemplazo. En la sala de ensayo éramos dieciocho; más Paloma, que nos marcaba de cerca el tema de los protocolos, qué era lo que se podía y no se podía hacer. Fue un proceso muy difícil. No obstante, un cambio que sí pude observar es la incorporación de artistas que hace mucho tiempo no estaban bailando, como el caso de Omar Urraspuru y varios más. Es gente más grande que trae su bagaje, su conocimiento, algo que para una pieza como ‘Carmen’ funciona muy bien. Tal vez porque, al igual que Mario, yo no tengo en la cabeza la idea de una compañía tan homogénea, donde todos hacen más o menos lo mismo. A mí me gusta trabajar desde la diversidad, y en este momento la compañía así lo permite. Claro que esto es válido por el tipo de trabajo que yo hago, porque si tuviera que montar ‘Sinfonietta’ claramente no podría. Pero a mí siempre me gustó lo diverso, vengo un poco de ese palo. A menudo ronda en mi cabeza aquella compañía de Oscar Araiz que vi de chico y donde había bailarines altos y bajos, donde estaba Freddy Romero, que era negro; y Esther Ferrando, que era muy graciosa; y Susana Ibáñez, que era más dramática. Esa diversidad me gustó siempre.

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Daniel Sousa
Licenciado en Periodismo (USAL). Es Subjefe de Redacción y Editor de la sección Espectáculos del Diario La Prensa, de Buenos Aires. Además, es responsable del sitio web de noticias de Radio Meridiano (Mercedes, BA). Escribió en las revistas Fortuna, Danza Europa y Américas (Reino Unido), Destino Zero (España), Buenos Anuncios, Ohlanda, Buzz, OrientAr, TravelArg, Off, y en el Diario Perfil. Ligado a la danza desde su niñez, fue integrante del Ballet Salta y realizó giras al exterior con distintas compañías de tango y folklore. Es jurado de los Premios Hugo al Teatro Musical y miembro de la Asociación Premios Chúcaro a la Danza Folklórica.