Con inmensa tristeza recibimos la noticia de la muerte de Eduardo Haichi Akamine, ocurrida en el día de hoy en la ciudad de Buenos Aires.
Se formó con maestros de la talla de Roberto Giachero, Gloria Kazda, María Ruanova, Jorge Tomín, Michael Borovsky, y en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Participó en producciones de la Asociación Amigos de la Danza, integró el Ballet del Teatro Argentino de La Plata, del Teatro Colón (refuerzo de cuerpo de baile), la primera Compañía de Danza Contemporánea del Teatro General San Martín (1968), y el Ballet del Teatro Municipal de Santiago de Chile.
En 1970 se radicó en Alemania, para incorporarse al Ballet de la Ópera de Hamburgo, el Ballet de John Neumeier. Finalizó su carrera profesional como primer bailarín en el Ballet de Lübeck. Junto a Peter Smink, fundó la Escuela de Ballet en Torrelavega, Santander (España).
Al regresar a la Argentina, se incorporó como docente al Ballet Juvenil del Taller de Danza Contemporánea del Teatro San Martín (1993) pasando luego a integrar el staff de maestros de la escuela, cargo que mantuvo hasta la llegada de la pandemia de Coronavirus y que fue la causante de su muerte.
Integró el jurado en concursos realizados en Barcelona y en toda la Argentina. Impartió cursos internacionales en diversos países y fue Asesor Técnico del Congreso Nacional de Maestros de Danza Académica de España.
Recibió la Distinción del Congreso Nacional de Maestros de Danza a su aporte pedagógico, el Reconocimiento del Excelentísimo Ayuntamiento de Torrelavega por su labor cultural a favor de la Danza (1993) en España; y el galardón a la labor docente del Consejo Argentino de la Danza (2007), entre otros.
Era miembro consultor del gabinete metodológico y de Investigación del Taller de Danza del Complejo Teatral de Buenos Aires (desde 1996), de la Dirección de Investigación y Desarrollo Educativo de la Subsecretaría de Programación Educativa (desde 1998) e invitado por el Centro de Estudios y Pedagogía de Anticipación (desde 1999), del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
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Lo conocimos en los comienzos de Balletin Dance, La Revista, allá por el año 1994. Una personalidad sumamente particular, mezcla de monje zen japonés infiltrado en el mundo de la danza, filósofo y maestro de ballet. Así era Haichi Akamine. Sumamente educado, empático, generoso.
Nos hicimos amigos cuando empezamos a trabajar sobre el libro co-escrito entre Norma Binaghi y él: “Reflexiones acerca de la educación en la danza, Nuevas miradas, nuevos modelos”, que presentamos en la Sala de los Representantes de la Manzana de las Luces en octubre de 2016.
Teníamos muchas amistades en común, buena gente, sabia.
Nos juntábamos frecuentemente para analizar el futuro de la educación, de la formación de bailarines profesionales. Teníamos profundas conversaciones que nos cargaban de energía. Ellos llevaban décadas preparando el escrito y yo les daba nuevos aires, para discutirlo nuevamente, en la sede de la revista.
Y estos últimos años, nos mantuvimos muy unidos. Yo esperaba entusiasmada su correspondencia, o sus conversaciones, en las que podíamos hablar un poco de todo: de nuestras nuevas investigaciones acerca de la educación, de sus plantas (le gustaba decir que era jardinero cuando desconectaba de la danza) de la vida, del chanchito que eligió para su perfil de Facebook, y de sus últimos trabajos acerca del cuerpo en la danza, la estética, el posthumanismo y el mundo cyborg.
En esta tristeza que hoy me envuelve, agradezco tanto haberlo conocido, y me honra haber editado su libro, en el que se comparten para las futuras generaciones valioso análisis.
Acompaño a la familia en este triste sentir, que ha preferido atravesar en la intimidad.
Por supuesto, inmediatamente conocida la noticia, las redes sociales se cargaron de mensajes emotivos, de los cientos de alumnos que tuvo a lo largo de su vida, de colegas, de amigos. De allí tomo la foto del Haichi jovial que acompaña este recuerdo.
Y me gusta compartir con ustedes este día, que también para él fue muy especial: