Una vez más, Balletin Dance fue invitada a participar del Festival Internacional de Ballet de La Habana, que se realizó del 28 de octubre al 6 de noviembre. Un encuentro inigualable para los amantes del ballet
Además de ser uno de los más importantes y de mayor trayectoria del mundo, el Festival de Ballet de La Habana permite el encuentro e intercambio con artistas, críticos y productores de todo el mundo, a través de un maravilloso sistema de convivencia, que incluye estar todos hospedados en el mismo hotel. En el barrio de El Vedado, a solo tres cuadras de la sede de la compañía anfitriona: el Ballet Nacional de Cuba, que este año celebraba sus 70 años de vida.
Todos los bailarines participan en clases grupales diarias, impartidas por diferentes maestros, un crisol de razas y escuelas preparan sus cuerpos para las funciones de la tarde y noche. Un deleite para un analista observador, sobre las posibilidades de los bailarines del presente. Además, cada mañana se ofrecen dos o tres conferencias de prensa, en las que los propios coreógrafos, directores de elenco y/o bailarines, explican a los medios de difusión (de todo el mundo) cuál es la línea en la que están encaminados, hacia dónde van, y de qué manera lo logran.
Lo que significa el ‘ballet’ en Cuba no puede explicarse en palabras. Público asiduo colma las salas en todas las propuestas, son expertos en técnica pero a la vez están abiertos a dejarse emocionar por la ofrenda de los bailarines. Los críticos especializados son muchos y muy exigentes, existen programas de radio, televisión y prensa escrita (en papel y en internet). Los investigadores desarrollan esta tarea desde el origen mismo del BNC (sino antes). Y en épocas del festival, toda esta admiración pareciera potenciarse. La importancia y el respeto que tiene un artista en Cuba, se ha ido perdiendo en otras latitudes. Por eso, quienes bailaron en este encuentro, vuelven, cada vez que les es posible. La energía que sienten interactuar con el público mientras están bailando, no se da en muchos otros lugares. Y según cuentan, es una sensación maravillosa.
El centro del encuentro claro está, es ver a los bailarines en el escenario. Tres o cuatro espectáculos diarios, durante 10 días, permiten apreciar un amplio abanico de ofertas con base clásica, porque de ballet se trata, pero cada vez más fundida con el avance de la disciplina (incorporando elementos de otras técnicas), generalmente con el uso de las zapatillas de puntas en mujeres. También hubo un segmento dedicado al flamenco. Pero además, cantidad de actividades colaterales se dan cita en estos días en la capital cubana, fueron muchas las exposiciones fotográficas (en cada hall de los teatros) y en museos y galerías de arte de toda la ciudad. De ellas, se destacó una dedicada al 75º aniversario del debut de Alicia Alonso en Giselle, realizada en el Museo Nacional de Bellas Artes, un acontecimiento que cambiaría la historia del ballet en Latinoamérica y en Cuba en particular. Entre el centenar de fotos, varias de Annemarie Heinrich y de su hija Alicia Sanguinetti, engalanaron la muestra.
Como es habitual en las crónicas de Balletin Dance, dedicaremos más de una edición a narrar esta proliferación de sucesos, intentando dar cuenta de la mayor cantidad de ellos lo más sintéticamente posible.
La inauguración
La noche de apertura del festival, siempre es impactante y emocionante, transmitida en directo por la televisión. Invitados procedentes de remotas geografías, se encuentran una vez más en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, joya arquitectónica inaugurada en 1838 (con el nombre Teatro Tacón, era el más grande y lujoso del continente americano), recientemente restaurado.
Comenzó el Desfile (coreografiado por Eduardo Blanco) que siempre impacta por la cantidad de niños de la Escuela Nacional de Ballet, llenos de ilusiones y orgullo, ascendiendo hacia el ballet profesional, hasta finalizar con los primeros bailarines y la propia Alicia Alonso en el escenario. Pero este año, por primera vez en la historia del Festival, la Prima Ballerina Assoluta, no pudo estar allí por problemas de salud. Su ausencia (aunque siempre presente en homenajes, pensamientos y recuerdos), se hizo sentir en todo el encuentro. Es que ella simboliza en sí misma todo lo que el ballet es hoy en Cuba. La velada continuó con las palabras de apertura de Miguel Mario Díaz-Canel Bermúdez, presidente de la República de Cuba (presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros), en un inteligente y emotivo discurso.
Luego se vió Obertura de Glinka (también de Blanco) protagonizada por Viengsay Valdés, Muerte de Narciso (de Alicia Alonso) por Dani Hernández, En la Noche (Jerome Robbins) con Grettel Morejón, Sadaise Arencibia, Ginett Moncho, Rafael Quenedit, Raúl Abreu y Adrián Sánchez y una escena de Sinfonía de Gottschalk (de Alicia Alonso), junto a la Orquesta Sinfónica del Gran Teatro dirigida por Giovanni Duarte. Al finalizar, una fiesta de bienvenida en los salones en altura del mismo teatro, con grupo musical en vivo y baile para todos.