Salir de la Burbuja

Se definen como una “joven compañía profesional nacida de la ilusión y la pasión”. Ellos son Elena Algado y Miguel Ángel Corbacho, conocidos, entre otros méritos, por los ocho años que destacaron como bailarines principales del Ballet Nacional de España (2004-2012). Actualmente recorren el mundo con Las Moiras, una obra llena de sutilezas inspirada en el mito griego sobre las hilanderas del destino. Ellos son Entredós

 

“En el mundo de la danza española y el flamenco está todo inventado”, dijo Miguel Angel Corbacho al recordar los orígenes de Las Moiras. Querían marcar una diferencia con los espectáculos en cartel, “se está usando mucho el efectismo, el aplauso fácil, buscar lo más virtuoso posible para arrancar el aplauso del público, sin profundizar, ni dejar al público que vuele con su imaginación con lo que está viendo”. Por otro lado, consideraron crear en un formato más pequeño, más asequible a la hora de venderlo. “La idea original de Entredós por ejemplo, era una compañía mediana, en nuestro primer espectáculo éramos doce personas en el escenario”, recordó Elena Algado. Pero fundamentalmente, se debió a “la necesidad interpretativa. Las Moiras tiene mucho de interpretación, no nos queríamos dedicar a hacer unos palos del flamenco y ya está. Queríamos investigar, buscar algo diferente”, completó la bailarina.

“Me interesaba que ella pudiese transformarse en animal, o en persona, tal vez alguna Diosa, y fue Fernando Valero (productor de la compañía) quien me acercó este mito, que son tres hermanas. Yo dije, ¡ya está! Porque ella puede encarnar el papel de las tres Moiras y yo el de La Vida, una persona cualquiera”, confesó Corbacho. “Lo difícil luego, fue como hacíamos que la gente entendiera el hilo argumental”, remarcó ella.

 

¿Para el trabajo compositivo se pensaron como personajes?

MC. Si. Contamos con un director escénico que nos ha ayudado. Nosotros somos bailarines, no actores, nos faltaban las pautas para ayudarnos a meternos según qué papel; ella hace tres personajes con caracteres completamente diferentes, y yo hago desde el nacimiento hasta el ocaso, la vejez, pasando por la juventud: necesitábamos de alguien que nos marcara una forma de seguir, para que esto se viese en escena.

EA. Las Moiras llegan por madurez artística. Necesitábamos ese punto de dar un pasito más, dedicarnos no solamente al baile, sino probar algo diferente como la interpretación. Al principio, cuando te sales de ser una ovejita -por así decirlo-, cuando estás en el Ballet Nacional de España (o en una compañía que te van dirigiendo), tú tienes que hacer esto de ésta forma y tal. Cuando sales, te quieres comer el mundo, probar todos los estilos y piensas ahora voy a bailar esto y lo otro. Ahora, tampoco sé si seguiremos por este punto. A mí también me gusta el “toma que toma!” (risas)

 

En una entrevista señalaron que no es su intensión encarar la muerte dramáticamente sino como algo natural ¿Cómo lo ven en relación a la vida del bailarín?

EA. No la veo dramática. Hace dos años me rompí el talón de Aquiles, y mi médico me dijo que nunca volvería a bailar igual que antes. Yo no le hice ni caso, seguí para delante. Pero llegó un momento, cuando pasas dos meses en una silla de ruedas, que también pensé ¿y si no puedo volver a bailar? ¿qué sería de mí? ¿Cómo me lo tomaría? No creo que sería una tragedia. Echaría de menos subirme a un escenario, pero eso en algún momento va a llegar. No significa que en algún momento voy a ser secretaria, siempre voy a estar vinculada a la danza.

MC. Yo no creo que mi vida artística termine nunca, porque si no estoy bailando estaré coreografiando, que es algo que me encanta.

EA. Siempre he pensado que era invencible, jamás había tenido una lesión, y de buenas a primeras das un salto caes mal… y ¿qué haces? Tampoco lo veo trágico. La vida del bailarín, aunque no sea subido a un escenario, es larga y extensa, se pueden hacer muchísimas cosas.

 

¿Cómo fue ese pasaje, al salir del Ballet Nacional?

EA. Esa burbuja…

MC. Yo encantado (risas). Estuvimos nueve años en la Compañía Andaluza, pasamos directamente al BNE donde hemos estado ocho años, el bagaje artístico que teníamos era ya basto, teníamos treinta y cuatro años, con una madurez mental y artística. Entonces para mí fue una liberación. También ves la cruda realidad, porque si es verdad que en todo momento has estado arropado, no te tenías que preocupar de nada, solamente con tu mochila ibas a ensayar, te ponían en el hotel, te llevaban al teatro, salías a bailar y ya está. Ahora te das cuenta de todo lo que tienes que estar pendiente a tu alrededor aparte de bailar.

 

El tema de vuestra obra es el destino: ¿Qué hay para ustedes en el futuro próximo?

EA. Por lo pronto seguimos con Las Moiras, tenemos algunas próximas fechas, y nuestra cabeza no para: ya está en el próximo espectáculo.

MC. Estuvimos en la Argentina con el BNE con La Leyenda, un homenaje a Carmen Amaya.

EA. Me encantó Buenos Aires, la comida, la gente, ese público maravilloso, todo. Quiero volver.

 

¿Es posible ser profeta en la propia tierra?

MC. Puede ser, pero es difícil. Yo no soy tan buen Relaciones Públicas, yo sólo se bailar y crear. Para llegar a muchos sitios, y conseguir determinadas cosas, hay que ser muy buen RRPP.

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Gustavo Friedenberg es técnico en Medios de comunicación, Licenciado en Composición Coreográfica y Magister en Crítica y difusión de las artes, además de actor bailarín y director. Formado en Argentina y el extranjero, ha recorrido varios países trabajando para diferentes compañías y brindando asesorías, a la par que desarrollando sus propios proyectos (Japón, EEUU, Europa, Sudamérica y el Caribe). Como bailarín se ha dedicado profesionalmente al flamenco, desempeñándose también como docente de técnica y composición.