“¡Ay! no está en los pasos, ni en la coreografía, ni en la técnica, sino en ese fuego interior que trasciende al cuerpo, y hechiza, y enciende, y estremece a los públicos del mundo, desde que el flamenco es flamenco”, explicó Eva Yerbabuena en entrevista con Balletin Dance, en referencia al espectáculo que traerá este mes a Buenos Aires
El baile flamenco goza hoy de notables referentes en el ambiente de la danza Universal y eso no se lo debe a la declaración de la Unesco como patrimonio cultural inmaterial, sino a los grandes artistas que han trabajado y trabajan difundiendo este arte en todo el mundo. Una de las figuras más relevantes de esta contemporaneidad es sin duda Eva Yerbabuena, quien atravesó diferentes etapas en la construcción de la artista que hoy vemos sobre el escenario, desde bailar en pequeños festivales hasta crear espectáculos como Lluvia o Federico Según Lorca en los que quiebra con todas las estructuras que sostienen “lo flamenco” con escenas desprejuiciadas, de alto contenido dramático, aunando un vasto conocimiento de lo flamenco con una carga única de pasión.
Si uno se interrogara sobre cuándo hay flamenco o qué es el flamenco, seguramente la respuesta se obtendría al ver bailar a La Yerbabuena. Esta hija de andaluces nacida en Frankfort y criada por su abuela en un pueblo de Granada ha sido merecedora de eximios premios, fue nominada en Gran Bretaña a los National Awards y recibió el premio Max de las Artes Escénicas como Mejor Intérprete Femenina de Danza, dos galardones que se entregan a grandes figuras de la danza internacional y que por primera vez alcanzan a un artista de flamenco.
Mientras acaba de estrenar Apariencias y se prepara para presentarse en la Bienal de Flamenco de Sevilla (8 de septiembre al 2 de octubre), traerá ¡Ay! a Buenos Aires, que podrá verse los próximos 23 y 24 de septiembre en el Teatro Avenida. El espectáculo fue estrenado en Londres en 2013 y ya recorrió Estados Unidos, Japón, China, Tailandia y España. En su visita porteña, contará con Paco Jarana en guitarra, los cantaores Enrique El Extremeño, Emilio Florido y Alfredo Tejada, el violín de Vladimir Dimitrenco y la percusión de Antonio Coronel.
En una entrevista exclusiva para Balletin Dance Yerbabuena se explayó sobre su ¡Ay!:
Para el cante, el ‘Ay’ podría entenderse como una queja, en su espectáculo, usted lo ha llamado una indagación sobre sí misma ¿Existe un ‘Ay’ en el baile?
Por supuesto que existe un ¡Ay! en el baile: hay un ¡Ay! de afirmación, de queja, de miedo, de amor. Ay es una expresión muy andaluza, y, como no podía ser de otra manera, muy flamenca, que igual se utiliza para templar la salida de una seguiriya que para una alegría; o para expresar un suspiro, un cansancio, una emoción. Expresa multitud de sentimientos. En este caso, existe un ¡Ay! de ayer, de hoy y de mañana.
¿Cuál es la búsqueda de Eva Yerbabuena?
Eva siempre ha estado en búsqueda, desde incluso antes de llegar a esta vida. Sigo buceando en un mar inmenso que no deja de darme sorpresas, en el que a veces encuentro paz y a veces encuentro guerras internas. Todo esto porque, en mi búsqueda, cuando algo parece ser confirmado y afirmado, acaba en una pregunta, una duda. En mi vida ha habido siempre un análisis de lo más empírico a lo más sentimental, que no se termina ni empieza con ¡Ay! y que seguirá vigente siempre. Mi punto de partida y llegada es siempre el equilibrio.
¿Cuál es el lugar simbólico que ocupan los objetos que utiliza en el espectáculo, como la mesa, la silla inclinada y el mantón?
Hasta un tiempo después el estreno de ¡Ay!, ni siquiera yo misma sabía cuál era su significado. Ha sido mi interacción con el público la que me ha hecho ver y aprender de mis propias necesidades y confiar en mi intuición. El acomodo, la búsqueda del camino más recto, la lucha por definir que no todo es tan malo ni todo es tan bueno, y, como se dice en mi último espectáculo Apariencias, saltar hacia las nubes no es volar, y unirse a la raíz no es enterrarse, no es gratuito. Al igual que cuando habitamos un espacio, la decoración siempre tiene un significado, por eso los elementos de atrevo de ¡Ay! Lo primero que todos necesitamos es una mesa en la que interactuar (para comer, hablar…); una silla, que a veces puede ser la más cómoda o la más incómoda; y que exista la posibilidad de regular la iluminación: la claridad que prefieres en un espacio, tanto natural como artificial, ya que hay rincones que queremos que estén iluminados y rincones que no. La luz también es un factor importante, que en ¡Ay! me hace transmitir y sentir que a veces para valorarla necesitamos oscuridad. En ¡Ay!, que es un espectáculo minimalista, y en el que el atrezzo (no escenografía) son una silla y una mesa, busqué mi propia decoración, para que el público y yo pudiéramos tener diferentes lecturas a la hora de recibir y crear diferentes historias, dependiendo del estado anímico en que nos encontremos.
¿Desde qué lugar compone sus coreografías?
Mis coreografías siempre se componen desde el alma. Suelo crear de adentro hacia fuera. Hay veces que la creación la provoca el silencio, la música, un poema, una amarga vivencia, una cotidianeidad que puede ser de lo más absurdo… nunca es lo mismo.
Hay una escena en ¡Ay! donde el cantaor impulsa los movimientos que usted va realizando (con José Valencia, que en Buenos Aires será sustituido por Alfredo Tejada) ¿Quiso quitarle al cantaor ese lugar solemne en el que suele estar?
No estoy segura de haberle quitado la solemnidad a los cantaores, ni en ¡Ay! ni en ningún otro espectáculo. Nunca he tratado de quitarle la solemnidad a nadie porque es como el arte: el que nace solemne, se muere solemne, haga lo que haga. Si has nacido con una actitud solemne, aunque hagas lo más estereotipado, no desaparece. Es algo con lo que se nace, no se impone. Es algo intrínseco a la persona.