Otra mirada sobre el estreno reciente en la Opera de Viena, por la corresponsal de Balletin Dance en la capital austríaca: Tres piezas, un Balanchine y dos recientes de Liang y Proietto
La Sinfonía en Do de Georges Bizet coreografiada por Balanchine es bien conocida y fue realizada de manera impecable por el Ballet Estable de la Ópera de Viena, tanto por los solistas como por el corps preciso hasta la exaltación. Los tutús de las bailarinas recreados por Stéphanie Bäuerle se enmarcaron dentro de la tradición balanchiniana.
Murmuration sobre el Concierto N°1 Para Violín de Ezio Bosso, resultó rítmico y airoso. La danza concuerda con el estilo expresionista de la música, es una coreografía sin complicaciones, cuyos movimientos son remarcados por el vaivén de las túnicas de gasa. Las figuras de conjunto parecen caleidoscópicas, que culminan bajo una lluvia de pétalos o plumitas.
Blanc de Daniel Proietto, gustó especialmente, por encontrar su inspiración en las sílfides chopinianas y porque en su búsqueda de la originalidad no apela a la estética de la fealdad, antes bien, todo en el ballet es hermoso. Les Sylphides fue el primer ballet que vi en el Teatro Colón y desde entonces no me abandona el recuerdo de mi éxtasis ante la escena maravillosa que apareció ante mis azorados ojos cuando se levantó el telón.
El hilo argumental de la obra se desarrolla en seis escenas, y expresa la dialéctica entre la inspiración recuperada y perdida del Poeta, que aparece desdoblado entre un actor que declama y su contrafigura (su sombra): un bailarín. No encuentra inspiración y se dirige en su búsqueda al bosque, donde se topa con las sílfides que no pueden ayudarlo, pero entre ellas por fin descubre a una mujer, su musa (encarnada en Ketevan Papava en el estreno) que lo abraza o lo elude. Por fin el Poeta queda solo.
El juego de luces aportó magia a la puesta, por momentos las sílfides eran iluminadas desde atrás (parecían sombras), con buenas proyecciones dirigidas sobre dos pantallas a modo de biombo: entre ellas, árboles para representar al bosque, en negativo en un pas de trois de figuras maquilladas y vestidas también en negativo. El vestuario de sílfide (tutú largo de gasa vaporosa y alitas cóncavas), se muestra con o sin falda (según se representa a la musa o a la mujer).
La música no es Chopiniana -hubiera sido redundante-, si bien se inicia con el nocturno de Chopin tocado en un disco antiguo, el ballet se desarrolla con el Concierto N°1 de Chopin junto a una partitura especialmente compuesta por Mikael Karlsson, con el mismo título: Blanc.