El Festival que Queremos

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La Giogia, de lo mejor del festival. Foto: Cecilia Antón | Festivales de GCBA

Del 23 de enero al 1º de febrero, la capital porteña se vio sumergida en la 13º edición del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), que se lanzó nuevamente tras un objetivo declarado: “tener un gran festival de verano”

Esta declaración puede ser interpretada de muchas maneras según quien observe, sea hacedor del arte o únicamente espectador. Ya en la edición anterior, Federico Irazábal, director del Festival, había manifestado la intensión de apostar menos por una programación de obras extranjeras y más en favor de la producción local, poniendo de relieve la idea de mercado para que nuestros artistas multipliquen sus oportunidades de circulación proyectándose al mundo. En la otra orilla, pensado como un evento de celebración para toda la ciudad, esto implica que muchos espectadores pierdan su único acceso a espectáculos extranjeros.

Por segundo año consecutivo, la celebración del Festival Ciudanza, Danza en Paisajes Urbanos quedó absorbida dentro del FIBA, haciendo más extenso el contenido de éste último a costa de la autonomía del primero. Celebrado en forma discontinua desde 1999, Ciudanza, dirigido por Brenda Angiel, produjo esta vez, intervenciones en el Paseo del Bajo, Plaza Lavalle y el Parque de la Estación: unas 15 propuestas creadas o adaptadas para la ocasión (en algunos casos con aprovechamiento creativo del espacio público).

Con estéticas diversas, trabajos como el de Andrés Rivas y Debora Migliani, lograron mediante su Freestyle integrar la danza con los espectadores, conformando una verdadera invitación a bailar. Ojalá para próximas ediciones se considere la incidencia del intenso sol de enero en una programación a cielo abierto.

Entre las co-producciones se estrenó Ballet Establet de Silvina Grinberg, Fuck Me de Marina Otero, que fue ovacionada en la función del martes 28 en el Teatro Regio y Hermafrodita de Alfredo Arias junto a la exitosa dupla Bonard/Casella. Esta última formó parte de lo que se constituyó en uno de los ejes del festival, poniendo en primer plano la temática trans/intergénero junto a obras como: Siglo de Oro Trans (invitada por el Complejo Teatral de Buenos Aires), la uruguaya Naturaleza Trans y la Italiana MDLSX de la Compañía Motus, que sin dudas, fue una de las piezas más cautivantes.

De Italia, en dos magníficas funciones en el Teatro Coliseo, también se presentó La Gioia de la Compañía conducida por Pippo Delbono. Con un elenco atípico y una propuesta plástica que recuerda a Tim Burton, la obra exulta imágenes sublimes que obligan a pensar en la belleza y el misterio del teatro.

El FIBA contó con diferentes secciones para trabajos en proceso, donde se vio, entre otros, Hicieron lo que Tenían que Hacer en ese Momento de Mariela Puyol y Facundo Nieto y Cuerpo de Marcelo Savignone, ambas creadas dentro del programa de Residencias para la creación del instituto PRODANZA. Josefina Gorostiza participó del Mercado/FIBA con Precarizada, mientras que, en el marco de la Incubadora de primeras obras de la DGEART, Emilio Bidegain mostró un adelanto de Narciso del ´92, como resultado de la residencia Danza al Borde, y que estrenará el sábado 4 de abril en el Teatro de la Ribera.

En la sección Invitadas se incluyeron dos obras provenientes de la Universidad Nacional de las Artes (UNA), ambas con coreografía de Lucía Giannoni: Me Había Levantado Temprano y Tardaba en Prepararme para Existir, proyecto ganador del Premio Graduados a la Creación 2019 y Contra Todo, en la cual puede apreciarse el trabajo de Mariela Asensio con los estudiantes de la carrera de Artes Dramáticas, que ya había sorprendido años atrás con la imperdible Potranca.

Si se entiende el Festival como un indicador de tendencias, debería hablarse de un fuerte giro hacia lo performático, el teatro documental y el biodrama; la conformación de elencos no mainstream y un borde cada vez más difuso entre danza y teatro. Pero si bien es innegable que las artes escénicas están indagando en un tipo de teatralidad híbrida y testimonial, también es preciso tener en cuenta que la selección condensada responde al criterio de los curadores de esta edición y a las limitaciones económicas y de infraestructura que operan en todo evento de estas características.

Con entradas accesibles y/o gratuitas, se puede hablar de un festival “para la gente”, pero también debe señalarse que algunas funciones contaron con una platea copada por programadores, como la de Black Box el lunes 27 en el Portón de Sánchez, que posiblemente suscitó curiosidad por tratarse de una coproducción entre seis países. En suma, un festival como el FIBA merece ser celebrado, acompañado y aprovechado; pero también cuestionado e interrogado en función de asumir un criterio frente a los beneficios y contras que implica cualquier decisión directiva; comenzar a pensar y manifestar para qué y para quién consideramos debería hacerse y sobretodo qué tipo de festivales nos gustaría tener.

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Gustavo Friedenberg es técnico en Medios de comunicación, Licenciado en Composición Coreográfica y Magister en Crítica y difusión de las artes, además de actor bailarín y director. Formado en Argentina y el extranjero, ha recorrido varios países trabajando para diferentes compañías y brindando asesorías, a la par que desarrollando sus propios proyectos (Japón, EEUU, Europa, Sudamérica y el Caribe). Como bailarín se ha dedicado profesionalmente al flamenco, desempeñándose también como docente de técnica y composición.