Múltiple Vida

0
172
Un momento de imágenes de La vida de Ella (Pedroli y Lesgart). Foto: gentileza de Mariana Blutrach y Daniel Böhm

Una vida recorre instancias de simultaneidad mientras se la vive, enfoques de andar a la vez con lo imaginario, lo ensoñado, lo onírico, la memoria y lo concreto. La vida de Ella, espectáculo con idea y coreografía de Mariana Blutrach y dirección suya junto a Daniel Böhm, se estrenó en El Portón de Sánchez

 

Los intérpretes (Romina Pedroli, Gustavo Lesgart, Federico Ottavianelli “Vruma”, junto a una niña, rol a cargo de Catalina Godoy D´Orta o Alina Keselman, a los que se suma un pianista, Valentín Jarach) transitan la pieza solapando diversos discursos que abarcan el video, la danza, el teatro y la música. Caracterizado por sus directores como “espectáculo polifónico”, la yuxtaposición de lenguajes se articula también con superposiciones espaciales, temporales y mentales. En efecto, esto último, la metáfora de lo mental expuesto en imagen y presencia, da cuenta del entramado de apreciaciones de quien vive esa vida.

“Ella”, quien la vive, es comprendida en la continuidad de la obra como mostrada en su acto presente, sus evoluciones danzadas y algunas teatrales, como también en una suerte de entrada a sus discursos espirituales o especulativos: se ven algunos sueños, momentos de ensoñación y tramos de recuerdos. Todo esto que, con distintos recursos expresivos (imágenes proyectadas sobre un telón traslúcido, superposición de acciones y planos con extrañamiento de perspectivas), se da a la vista y queda expuesto, además, con un juego desplegado en piezas musicales: jazz, Bach y música ad hoc (Facundo Gómez).

La construcción desarrolla un tono predominantemente hierático, sin ser cerradamente solemne. Si bien se ponen en escena situaciones emotivas, claramente propuestas, el modo de su muestra se sostiene en un distanciamiento: no terminan de haber notables alegrías o tristezas, no se llegan a extremar angustias o placeres. La manera en que se da el trabajo, en los fragmentos que lo constituyen, no responde a una prolija o cronológica ilación de tipo anecdótica o de una narrativa tradicional. Recortes de esa vida, sin embargo, alcanzan a montar un cuadro que abarca al personaje, delimitándolo en sus posibles expansiones. Quizá lo dominante sea lo ensoñado, ese estado de la vigilia en que lo imaginario, los recuerdos, la proyección de deseos y temores se instalan en cómo alguien se enfrenta a sus condiciones y circunstancias.

En función, la destreza y potente interpretación de Romina Pedroli dominó la velada. El resto de los intérpretes, ajustados y correctos, acompañaron a la protagonista con buenos desempeños.

La riqueza y poética de la obra se sostiene y afirma en la noción que expone: una vida tiene y es múltiples aspectos simultáneos que carga cada quien.